AL MOMENTO de su estreno, en 1979, la obra del director Franco Zeffirelli -quien se había hecho famoso con la serie Jesús de Nazareth- fue recibida fríamente por la crítica. Pese a ser un remake de un elogiado filme de 1931 que había ganado el Oscar, la historia de un ex boxeador que intenta volver al ring para saldar sus deudas de apuestas y darle un mejor futuro a su hijo, a quien cría solo, no logró conmover a los expertos. Afortunadamente para Zeffirelli, la reacción entre el público fue otra: El Campeón se convirtió en una de las historias de padre e hijo más recordadas y su clímax se consagró como el más devastador y triste del séptimo arte.
En esa escena, Billy Flynn -interpretado por Jon Voight- muere tras un violento combate, mientras su hijo T.J (Ricky Schroder) solloza de manera desconsolada y repite: "¡Despierta, campeón!". La capacidad del filme y de esa toma de conmover a todo tipo de hombres, niños y mujeres, no sólo hizo que la cinta se popularizara a través de innumerables repeticiones en la pantalla chica, también se volvió en la herramienta preferida de científicos de todo el mundo para inducir tristeza y así analizar un amplio rango de reacciones humanas.
Durante décadas, los expertos se han valido de diversas técnicas para generar emociones, desde tocar música particularmente dramática hasta recompensar con dinero para causar felicidad, o hacer que las personas realicen tareas tediosas para analizar la molestia. Pero, hace 20 años, la tristeza era una emoción que representaba sutiles dificultades éticas para analizarla, ya que para inducirla era necesario lograr que los sujetos de prueba se sintieran miserables.
Por eso, en 1988 Robert Levenson -profesor de Sicología de la U. de Californa en Berkeley y experto en empatía- se unió a su estudiante James Gross -hoy profesor de Stanford- y juntos les pidieron a colegas, críticos de cine y empleados de clubes de video que les recomendaran películas, con el fin de identificar fragmentos que generaran fuertes respuestas emocionales en laboratorio. Tras evaluar 250 filmes y seleccionar 78 clips, los presentaron ante 494 individuos de 17 a 43 años. Ellos debían llenar un cuestionario, calificando con nota la intensidad con que sintieron, en cada escena, un rango de 16 emociones.
Los resultados fueron publicados en 1995, con las 16 escenas más poderosas a la hora de gatillar una única emoción. Y la escena, de casi tres minutos, donde T.J. llora ante el cadáver de su padre terminó generando más tristeza, incluso, que la muerte de la madre de Bambi (con nota 5,71 versus 5,35). El impacto en la comunidad científica fue inmediato: el estudio fue citado en otros 300 artículos científicos y, desde entonces, la escena fue empleada en diversas investigaciones. Por ejemplo, para establecer si la gente deprimida llora más que el resto (no lo hace), saber que la gente triste sí gasta más dinero y que esta emoción no hace que nos alimentemos de forma más desatada.
¿Qué factores explican el efecto de esta escena? En un estudio publicado en 2007 en American Journal of Psychiatry, y donde se usó a The Champ, se estableció que la sensación de tristeza activó más de 70 regiones cerebrales, incluidas las que procesan los conflictos, el dolor, el aislamiento social y la expresión de emociones, elementos que se conjugan en la muerte del padre de T.J.
Jared Minkel, sicólogo y neurocientífico de la U. de Duke (EE.UU.), es uno de los expertos que ha aprovechado la película en tests de privación de sueño. Según explicó a La Tercera, a través de diversos estudios ha detectado que una clave del clip con el boxeador es que "induce tristeza pura". Es decir, las personas que lo ven reportan estar tristes, pero no se muestran ni enojadas ni molestas, sólo tristes. Por ejemplo quienes ven la escena de La vida es bella, donde un nazi arrastra a un padre para fusilarlo mientras pretende que es un juego para que su hijo no se asuste, genera complejos sentimientos de ira, tristeza y orgullo".
Campeón... no te mueras
Minkel añade que en la amplia gama de estudios que ha realizado con El Campeón filma las caras de las personas mientras ven la escena. Luego, otras personas ven los videos y califican cuán tristes les parecen los individuos que participaron. "En mis experimentos, el llanto es poco común. La reacción habitual es una apariencia de tristeza en la zona de los ojos; la mayoría frunce el ceño en una señal de tristeza y preocupación. Tras ver la escena, todos declaran sentirse muy tristes".
La intención de Levenson y Gross era tener una herramienta capaz de producir una única emoción predominante e intensa. Según señalaron a la revista Smithsonian, sabían que si creaban una lista de filmes probadamente eficientes para generar ciertas emociones en laboratorio, tendrían una herramienta muy práctica con respecto de las técnicas de antaño: "En los viejos tiempos, se podía inducir miedo dándole shocks eléctricos a la gente".
El rango de aplicaciones de la película más triste crece día a día. Mientras algunos expertos han usado el llanto de T.J. para examinar la posibilidad de que computadores reconozcan emociones, estudiando el ritmo cardíaco y la temperatura de las personas, otros han logrado comprobar que los fumadores consumen más tabaco cuando están tristes. De la misma forma, William Frey II -neurocientífico de la U. de Minnesota (EE.UU.)- se valió del clip para estudiar las lágrimas: así estableció que las generadas por emociones tienen 24% más concentración de proteínas que las causadas por alguna irritación, mientras que el 85% de las mujeres y el 73% de los hombres se sienten mejor tras haber llorado. "Las películas que contienen múltiples episodios de contenido triste y que muestran a personas llorando tienden a ser más eficientes para lograr que la gente se exprese de esa forma. La tristeza, y las lágrimas que suelen acompañarla, es un fenómeno muy humano que ayuda a aliviar el estrés, por lo que muchos especialistas estudian este tema", indicó a La Tercera.
"La tristeza es una de las llamadas emociones básicas, que son universales. Un estudio famoso determinó que la gente a medio mundo de distancia, sin ningún contacto entre ella y en ambientes muy distintos, lograban mostrar y entender las mismas emociones de miedo, ira, sorpresa, tristeza, felicidad y asco. La tristeza es particularmente importante por su asociación con una serie de alteraciones del ánimo en la vida moderna", comenta Minkel.