Es uno de los primeros artistas que se instaló en la Plaza de Armas a vender sus obras. Marco tiene 63 años y llegó al lugar en 1974, motivado por lo que más le gusta en la vida: la caricatura. El sector era distinto en aquella época. Plagado de árboles, al dibujante poco le costó enterrar dos palos en la plaza para levantar un precario muestrario. Parecía un arco de fútbol de barrio, pero en lugar de red había un enorme pliego de papel donde destacaban bosquejos de Don Francisco. "En ese momento, aparte de mí, sólo había una retratista, así que causábamos sensación. Me demoraba tres minutos en cada obra, pero aún así sentía que me faltaban manos para atender a unas 20 ó 30 personas al día", cuenta Marco sobre una época en que el retrato al aire libre era toda una novedad.

Ubicado frente a la Catedral de Santiago, Marco continúa trabajando a la intemperie, desde el mediodía hasta pasadas las 20 horas. Pero hoy ya no está solo. Su puesto de fierro, empadronado por la Municipalidad de Santiago, está junto al de otros 40 colegas más.

"Fue en los 80 cuando varios pintores, dibujantes y grabadores se vinieron para acá. A mí no me incomoda, porque siento que los artistas de la Plaza de Armas le hacen bien al alma capitalina", dice mientras cuelga sus dibujos de Bachelet, Matías del Río, Obama y una pichanga entre Alessandri y Allende que le copió a su maestro, el dibujante chileno de Disney, Vicar.

Antes de vender caricaturas, Marco tuvo otras facetas. Si en los años 60 fue arquero en la selección juvenil del Wanderers, a comienzos de los 70 trabajó como junior en el Departamento de Relaciones Públicas del Ministerio de Obras Públicas. El 11 de septiembre de 1973 vio que varios aviones sobrevolaban Santiago y prefirió no volver. Un año después, se reinventaba en la Plaza de Armas gracias a un permiso del alcalde Patricio Mekis, el mismo que convirtió las calles Ahumada, Tenderini y Phillips en paseos peatonales.

"Fue entonces cuando elegí dedicarme a una pasión que tenía desde que garabateaba los cuadernos en el colegio", explica quien heredó el gen artístico de su familia: tanto su abuelo, como su madre y sus tíos pintaban. Además, le compraban la revista de sátira animada Topaze.

"Para mí, la caricatura es como respirar. Las mías son simpáticas y tiernas. Ese es mi eslogan", comenta quien realiza sus obras en hojas de block de dibujo. Los precios van desde $ 3.000 en blanco y negro a $ 5.000 en color. Ahora, si usted llega después de las 19 horas, el precio sube a $ 5.000 y $ 10.000, respectivamente, porque la falta de luz le supone un esfuerzo mayor.

Marco ya no hace más de seis retratos al día. Dice que los santiaguinos andan apurados y que ahora prefieren pasarle una foto con la que él construye una caricatura. "Salvo los turistas, que siguen disfrutando de este oficio, ya casi no trabajo en directo. Estoy más viejo", explica.

No obstante, hace unos años fue contactado por el director Sergio Riesenberg para dibujar en vivo en el programa de TV Negro en el blanco, así como también en Con mucho cariño, conducido por Tati Penna. Allí les hizo caricaturas a personajes como Antonio Vodanovic, Coco Legrand, Sergio Lagos y Adolfo Zaldívar.

Este último volvió a contactarlo en 2009. "El presidente del Senado dejaba la testera de la Cámara Alta y para despedirse de sus colegas decidió dibujarlos. En base a un montón de fotos originales hice más de 30 dibujos de políticos. El que más me costó fue el de Andrés Allamand, y el más fácil fue el de Juan Pablo Letelier, porque era puro pelo nomás", cuenta Marco.

Al caricaturista no le faltan los pitutos, pero aún así no quiere abandonar la Plaza de Armas. Para llegar allá, se traslada todos los días en micro desde Peñalolén. "Me encanta, porque este es el corazón de Santiago. Aquí se ve de todo. Desde suicidas que se suben al campanario de la Catedral hasta ajedrecistas o inmigrantes", agrega mientras prepara sus lápices.