Ahí, en el estudio de RTL -el canal privado con mayor audiencia y recursos de Alemania-, Maximilian von Altenburg se ocupa de besar y desvestir a la rubia de turno. La escena, a estas alturas, es un ejercicio rutinario para él. En los cuatro años que lleva al aire Alles was zählt, la teleserie más vista de la televisión germana, lo ha hecho con más de una docena de jóvenes, a las que luego abandona, cuando no las asesina. Es un donjuán maquiavélico; el seductor canalla de un melodrama alemán. No es un actor más. Es Francisco Medina y es chileno.

La historia de cómo llegó hasta ahí la cuenta él mismo, sentado en un restorán del aeropuerto de Santiago. Minutos antes, un alemán cincuentón lo ha reconocido. Francisco Medina acaba de volar de Punta Arenas, donde filmó Patagonia de los sueños -y en pocas horas tomará el avión de vuelta a Alemania. El filme de la productora Imago, que dirige Jorge López, es la primera cinta chilena en la que participa. Tiene el rostro abatido por el viaje y la voz gruesa. Su historia parte con dos milagros.

-A mis padres los iban a matar. Quisieron ir a defender la democracia el 73, los detuvieron y los iban a matar. Mi padre me contó que un teniente se les acercó y les dijo: "He visto demasiada sangre hoy día, ¡váyanse!". Volvieron a la casa a buscar a Pablo, mi hermano mayor. Y se fueron a la embajada sueca. No alcanzaron a llegar, porque los interceptaron con un tanque. "¡Los vamos a matar a todos, comunistas de mierda!", les dijeron. Mientras el tanque los apuntaba, mi padre se puso por delante y mi madre hizo a Pablo a un lado. Ahí justo salió el cónsul sueco con una bandera blanca, gritando: "¡Inmunidad, inmunidad!". De no ser por esos dos milagros, yo no estaría acá.

Hijo del director de teatro Carlos Medina y de la actriz Teresa Polle, Francisco nació en Rostock, en 1977. Sus padres continuaron su carrera en las tablas en la RDA y también triunfaron en la Alemania unificada, con obras como La excepción y la regla o El señor de las moscas. "Mi madre es la mejor actriz que he conocido. La vi en El Principito, que fue una adaptación hecha por mi padre. Un hito dentro del teatro alemán. Es una de las tres obras más exitosas de Berliner Ensemble, la compañía fundada por Bertolt Brecht. Estuvo 11 años en cartelera. Mi madre hacía el personaje de La rosa".

Precoz, Francisco actuó por primera vez a los ocho, en una película infantil, y a los once le ofrecieron una teleserie. "No me gustó la idea. Quería tener una vida normal, jugar al fútbol. Además, en esos días ocurrió la caída del Muro", cuenta.

Francisco no recuerda bien cómo era la vida en la RDA. Hay en su memoria esa nostalgia que había por las cosas que no se podían encontrar de ese lado del Muro. Lo que no olvida son los días previos al 9 de noviembre de 1989 y los que vinieron. "Todos se volvieron locos. Los adultos parecían niños. Y los niños podíamos hacer lo que quisiéramos. Nadie se enojaba, pues todos estaban pensando en irse para el otro lado. Pero siempre hay dos caras... Con la caída de la RDA, muchos se sintieron perdedores en el lado socialista. Gente que tenía 35 ó 40 años, que había hecho una carrera y de la noche a la mañana era nadie. Muchos actores que habían sido estrellas desaparecieron. Otros intentaron reinsertarse, pero fue una transición dura".

Francisco y su madre viajaron a Chile en 1985. Querían volver y ésta era una forma de tantear terreno. Santiago, al primer golpe de vista, le resultó una ciudad extraña a Francisco. "Llegar de la seguridad de la RDA a este estado de cosas fue fuerte. Yo era un niño, pero sentía la energía negativa que había. Además, a mi madre se la llevaron un par de veces los agentes de la Dina".

-¿Viste cuando la detuvieron?

-Una vez.

-¿A la fuerza?

-No le pegaron, pero la subieron a un carro… Me acuerdo haber estado en la reja del antejardín de la casa con mi perro y haber visto cómo se la llevaban. Yo quería gritar, pero no podía. Tenía mucho susto. Tenía ocho años y sentí que era un cobarde, porque no la había ayudado. Ese episodio fue bien traumático en mi vida. Fue la razón porque me convertí en un tipo musculoso. Me prometí a mí mismo que iba a ser grande y fuerte, para no volver a abandonar a mi madre en una situación así, porque eso era lo que yo sentía.

De regreso en Alemania, con 17 años, buscó su destino: sacó un diario estudiantil, hizo música, estudió filosofía. Hasta que probó suerte en un grupo de teatro. "Cuando me subí por primera vez al escenario me pidieron que hiciera una improvisación, que personificara a un animal. Y entonces me dio un ahogo, sentía que estaba debajo del agua y trataba de salir a la superficie para poder respirar. No era algo que hubiese pensado. Fue algo del momento. Se me vinieron las imágenes de cuando detuvieron a mi madre, el Chile de los militares, la caída del Muro, y comencé a actuar y todos se quedaron mirándome. Luego, el director se me acercó y me dijo: 'Esto es lo que tienes que hacer en la vida'. Y yo me sentí tan bien, porque esa improvisación fue liberadora".

Francisco comenzó a leer libros de actuación obsesivamente. Ensayaba a diario. Un director lo vio y se lo llevó a Inglaterra. Después estuvo en Italia y en Polonia. Hacía teatro callejero, experimental. Tres años tardó en tomar la decisión de entrar a una escuela de actuación de primera línea en Rostock. Salió en 2004 como uno de los mejores de su generación y ese mismo año obtuvo el Max Reinhardt Preis a los actores debutantes, compitiendo con pares austríacos, suizos y alemanes. Su meta era entrar a los grandes teatros. Audicionó en Berlín, Hamburgo y Viena. Y la respuesta fue siempre la misma: "Eres muy talentoso, pero necesitamos actores rubios".

Se fue a Munster. Y ahí hizo teatro por cinco años. Representó obras clásicas: Otelo, Romeo y Julieta, Edipo Rey. Cincuenta roles, 40 de ellos protagónicos. Luego tuvo la oportunidad de entrar a uno de los grandes teatros de Berlín, el Volksbühne. "Pero en ese momento me llegó una oferta de RTL, el canal comercial más importante de Alemania. Era una propuesta económicamente muy buena. Y tuve que optar. El teatro siempre había im- plicado un desgaste emocional muy grande. Entonces, pregunté si tenía que hablar con acento y me dijeron que no. Pregunté el nombre de mi personaje y me sorprendió que fuera alemán: Maximilian von Altenburg. Lo tomé y desde hace cuatro años soy el galán turbio que se acuesta con su hermana. El malo de la película. Bacán", dice.

Alles was zählt -algo así como "Lo que importa"- ha sido un éxito. En sus cuatro años en el aire promedia un rating de 22 puntos. Y aunque este último año bajó a 15, no tiene visos de acabarse. No ha sido, en todo caso, lo único bueno que le ha ocurrido a Medina.

-Hace dos años conocí a Bernard Hiller, profesor de actuación de George Clooney y Cameron Díaz. Me vio en televisión, me llamó y me dijo: "Te quiero presentar a gente importante de Hollywood". El ofrecimiento me pareció extraño, pero como tenía una semana libre...

Hiller lo llevó a una audición, donde estaba desde el director de The Artist, hasta la encargada de casting de las películas de Spielberg. "Recuerdo que había actores africanos, rusos, de México, de EE.UU. Hombres y mujeres, talentosísimos. Cuando me tocó el turno, subí con una actriz alemana e improvisamos una escena. La asistente de Spielberg se acercó y me dijo: 'Eres uno de los mejores actores que he visto en mi vida. Y créeme que los he visto a todos'. Esas cosas son un incentivo tremendo", dice Francisco.

Ahora, a punto de tomar el vuelo que lo llevará a Alemania, Francisco Medina está cansado y entusiasmado por lo que se le viene. Por lo pronto, debe resolver si el próximo año se muda a EE.UU. Mientras lo decide, participará en dos películas -una en España y otra en República Checa- y volverá a las grabaciones de Alles was zählt. Una vez más se meterá a la cama con una rubia deslumbrante a la que desechará en corto tiempo.