El objetivo del 2013 para el Club de Jazz es uno solo: dejar de itinerar. Desde que el terremoto del 27 de febrero detuvo en seco la presentación de Jorge Díaz Trío e hizo ceder una pared, dejando inutilizable el inmueble que ocuparon por 32 años, se han paseado entre la Corporación Cultural de La Reina, el Chileno Norteamericano, la Casona de Las Condes y el restaurante La Chimenea, de calle Moneda. Con menos público y sin esa "mística" que había en la casona de dos pisos de Macul esquina Irarrázaval.

"Hitos hubo muchos, como la visita de Wynton Marsalis a principios de los 90, cuando tocó por horas, con filas de músicos chilenos rotando en el escenario junto a él", recuerda Jorge Alvarado, secretario de la entidad. "Pierdo la cuenta de la cantidad de músicos que después de las jam sessions decidieron dedicarse a la música ahí mismo", complementa Cucho Cruz, presidente del club.

El lugar era propiedad de un maestro mueblista de origen italiano, quien se las dio en arriendo en 1978 y les entregó la palabra de cedérselas en el futuro. Idea que también se vino abajo, ya que el terreno fue vendido para un proyecto inmobiliario.

Aunque aún ronda en sus cabezas el viejo anhelo de comprar una casa para el club, el destino más seguro es ocupar la ex Casa Maroto, inmueble de conservación histórica que formará parte del futuro Mall Plaza Egaña. "Tenemos un compromiso de palabra con la gente de Mall Plaza, lo que se debe resolver durante enero y empezar a funcionar en junio, a más tardar", asegura Cucho Cruz. Algo que no se animan a confirmar desde el centro comercial.

De ser cierto, sería la séptima sede durante su historia y una forma de conmemorar sus 70 años, lo que los convierte en el club más antiguo de su especie en Latinoamérica.

Los inicios

La prehistoria del Club de Jazz se remonta a 1939, cuando, en una entrevista en el diario Las Ultimas Noticias, el músico Pablo Garrido llamó a los fanáticos del hot jazz (jazz tradicional) a juntarse. Reunión que ocurrió en marzo, en el bar Tabaríz, de Alameda con Estado. A la cita llegaron 120 personas. "El entusiasmo decayó casi de inmediato. Hicieron otras reuniones, pero el grupo se diluyó", señala Alvaro Menanteau, musicólogo y autor del libro La historia del jazz en Chile (2006).

Según Menanteau, el club en sí no tomaría forma hasta que el baterista Lucho Córdova fundara, en 1941, el grupo The Chicagoans, junto al clarinetista René Eyheralde. El grupo comenzó a ensayar en el Internado Barros Arana y luego, dada la cantidad de gente que asistía a los ensayos, arrendaron un local en calle Santo Domingo, lugar donde el 2 de octubre de 1943 se fundaría el Club de Jazz de Santiago.

"Eran cerca de 60 socios, un grupo bien elitista de arquitectos, médicos y abogados que se juntaban después de la pega a escuchar discos y analizarlos. Eran muy intelectuales. No tocaban o lo hacían muy mal, así que para las jam sessions contrataban a músicos profesionales de las orquestas tropicales, muy en boga en ese tiempo", señala Menanteau. La diferencia entre aficionados y profesionales era clara: unos sabían y los otros sólo tocaban.

Entre 1944 y 1945 produjeron los primeros discos del género en Chile, con el conjunto Ases Chilenos del Jazz. También alcanzaron a editar ocho números de la revista Música Hot.

El cisma

Luego de la sede de Santo Domingo, se cambiaron a una casa de dos pisos en Merced y luego a otra de similares características en Mac Iver, la única que sigue en pie. "Todos los socios teníamos llave -recuerda José Hosiasson, uno de los socios más antiguos-. Incluso podíamos sacar botellas del bar, firmando un vale para reponerlas después".

La camaradería terminaría a fines de los 50, con la llegada del cool jazz, el free jazz y, sobre todo, el bebop. "Fue una discusión que se dio en Estados Unidos, en los años 40, y después llegó acá. La división fue por razones estilísticas entre cultores del jazz tradicional y el moderno", cuenta Menanteau. Debido a las diferencias, el año 61 se decidió disolver el club y rematar todos los bienes, los que se adjudicó el arquitecto Eugenio Cerda, partidario del jazz tradicional. "Les dieron un lugar en el segundo piso a los modernos, mientras que abajo seguían ellos, pero no fue una pelea como la del Club de Buenos Aires, donde se dividieron en un Hot Club y en un Bop Club", señala Hosiasson.

La división continuaría hasta los 70, cuando pasaron de calle Mac Iver a Lota y luego a Pedro de Valdivia con California. "En esos años también hubo divergencias, claro que ideológicas, los más antiguos eran más momios también", señala Jorge Alvarado. En Providencia tuvieron que convivir con el toque de queda, para lo cual tenían que pedir autorización para funcionar a la Guarnición Militar de Santiago.

Ya en Macul, convivieron todos los cultores nuevamente. Aunque para los puristas, el espíritu original daría paso a uno comercial, más aún con el auge del jazz de los 90, comandado por Radio Clásica, quienes grababan especiales en el club los días lunes. "Los más viejos se quejan de que Macul se transformó en un bar cualquiera al que se iba a consumir, no a discutir o analizar", dice Menanteau. A lo que José Hosiasson, presidente honorario, añade: "Esa labor de discusión se perdió por completo, aunque se mantiene la visión de que es un pequeño grupo de amigos y no un centro cultural".