El Colegio Bertrand Russell nació en 1969 y se desarrolló a la par con La Florida, siendo incluso una de las mejores instituciones de la comuna, según varios de los alumnos que pasaron por las salas y patios del inmueble ubicado en la calle Argentina. Su sello, la educación personalizada.

Pero ayer, y muy lejos de su época de esplendor, Mario Calderón -su actual sostenedor- anunció el cierre definitivo de sus puertas. Sus 129 alumnos se quedarán sin colegio. ¿La causa? Deudas previsionales con los profesores y problemas de liquidez para pagar el arriendo del terreno.

"Es un problema muy antiguo, quienes estuvieron a cargo antes hicieron muy mal las cosas y nosotros debimos pagar los platos rotos", explica Calderón. Mientras decía estas palabras, una veintena de estudiantes, apoderados y profesores protestaban en el frontis del establecimiento por la decisión. Algunos, incluso, lloraban.

Por más de 30 décadas, el fundador del Russell, Raúl Acuña, se hizo cargo de su proyecto educativo, que partió como privado, pero luego derivó a particular subvencionado. Según cuenta la ex alumna Andrea Belmar, los problemas de salud asociados a su edad avanzada y dificultades familiares lo forzaron a entregar la administración en año 2007. Desde entonces, sólo actúa como propietario de los terrenos.

A partir de esa fecha, la institución quedó a cargo de la sociedad Educativa Lancaster, que en 2011 inició una coasociación con Calderón, quien asumió la responsabilidad completa este año y determinó el cierre.

"Este mes nos cortaron la subvención, que era de $ 8 millones, y nosotros necesitamos $ 12 millones para funcionar (…). Con lo que dan los padres no alcanza. Además, el 80% se encuentra con sus cuotas impagas", argumenta Calderón.

Sobre las posibles soluciones para los alumnos, el seremi de Educación de la Región Metropolitana, Felipe Melo, señala que la opción más viable sería reubicarlos en otros colegios de la comuna.

Los apoderados, en tanto, solicitan la figura de un administrador provisional para que la institución se mantenga abierta hasta diciembre. Sin embargo, el seremi explica que por los problemas financieros que tiene el establecimiento, esto no sería posible. "La actual figura de administrador provisional no contempla recursos extras y este es un establecimiento diezmado, que necesita mucho más que la subvención del Estado y el copago para funcionar", detalla.

Este colegio, cuenta con un Programa de Integración Educacional (PIE), por lo que entre sus aulas cuenta con 34 alumnos con capacidades especiales, que han sido rechazados en otros liceos, por problemas de aprendizaje, mala conducta o malas notas.

Sobre estos estudiantes pesa la mayor preocupación de los apoderados. "Mi hijo tiene déficit atencional. Lo puse en un colegio normal y él la pasó mal, le dio depresión, porque sufría de bullying y los profesores no le prestaban atención. Luego lo puse en otro de integración, pero alcanzó a estar dos años y lo cerraron", cuenta María Teresa Briones. "En este lleva un semestre y también lo cerrarán. Acá había encontrado un proyecto que hacía feliz a mi hijo", lamenta.