Son las siete de la tarde y Jaime Hume trota por el Parque Bicentenario. Hace repeticiones, sube y baja por las laderas de Vitacura, descansa y vuelve a empezar. Tiene 54 años, es dueño de una empresa de tecnologías sustentables llamada Emuh Ecotecnologías y mañana correrá los 42 kilómetros del Maratón de Santiago. Pero eso es sólo el aperitivo, el plato de fondo es en cuatro días cuando pretende completar 160 kilómetros en el Ultra Fiord, un maratón que se va a realizar por primera vez en la Patagonia chilena y que fue definida por la BBC como “la última carrera salvaje” del mundo. En total, más de 200 kilómetros en menos de cinco días.

“Es una gran apuesta. No sé cómo voy a quedar”, dice con el mismo tono épico que usan los futbolistas antes de los clásicos. Esta no es la primera vez que lo hace. El año pasado también corrió el Maratón de Santiago. Seis días después los 100K en el Patagonia Run y una semana más tarde 24K a cuatro mil metros de altura en el Desafío Cumbres. “Me dicen que estoy loco, pero ya estoy corriendo más de mil kilómetros al año en carreras. Eso era algo impensable antes. Me decían que no se podía hacer más de dos maratones al año, era como si todos los entrenadores se hubieran puesto de acuerdo. Yo rompí ese paradigma”, explica.

Hume no está solo. Cada vez hay más corredores que se aburrieron de la calle y comenzaron a ponerse a prueba en ultramaratones, que pueden durar hasta 30 horas. La mejor demostración es el calendario de carreras de trail running chileno. En 2009 había sólo una de estas carreras por senderos, huellas o rastros, en cerros, montes, volcanes o montañas, con subidas y bajadas abruptas y era “sólo” de 80 kilómetros. Para este año hay tres proyectadas de 160K o más -Atacama Crossing en pleno desierto, la tradicional North Face Endurance Challenge en la cordillera de la Región Metropolitana y Ultra Fiord esta semana- a las que se suman otra veintena con distancias de hasta 100 kilómetros.

“La gente va evolucionando y cada vez corre distancias más largas. Por eso las competencias se adaptan a las necesidades del público y son más largas y duras. A nosotros nos pasó eso”, dice Matías Medina, uno de los organizadores de la Vulcano Ultra Trail, carrera en la que el año pasado participaron en total cerca de mil personas, y que aumentó su distancia máxima de 65 a 80 kilómetros. “Nosotros en 1999 creamos el ultramaratón Santiago-Viña del Mar, de 137 kilómetros y participaron 18 personas. Hoy creo que se inscribirían 100 o más”, explica Rodrigo Salas, director de Olimpo, una productora que desde hace 22 años monta el ultramaratón Licanray-Villarrica y que prepara para 2016 una en la Antártica.

Masoquistas

Matías Bull (29), Josefina Silva (31) y René Castell (34) entrenan por los senderos del sector de La Pirámide en el Parque Metropolitano. Los tres tienen un currículum amplio en este tipo de carreras. Bull, quien dejó su empleo como ingeniero civil industrial para administrar la página trailchile.cl, corrió los 160 kilómetros en la mítica Ultra-Trail du Mont-Blanc, el Roland Garros del trail running, una carrera de 166 kilómetros que se realiza una vez al año en los Alpes y pasa por Francia, Italia y Suiza. Además, ha participado en estas competencias en Escocia y Alemania. Castell ha completado cuatro veces los 160K, en Estados Unidos y Canadá, y Silva, la mujer del grupo, superó la barrera de los 64 kilómetros.

“Yo en general soy bien perfeccionista y comedida y siempre dije que tenía un límite superclaro -dice Josefina-. Pero en la medida que alcanzas ese límite, comienza a ser difuso y dices: ‘no me morí, llegué bien, quizás puedo más’”, explica la historiadora, que en la última edición de Vulcano Ultra Trail demoró 11 horas en llegar a la meta. Varios corredores hablan de lo mismo. “La mayoría de mis amigos de mi edad me dicen ‘mírate el carnet’ o ‘te va a pasar algo’ pero yo rompí el paradigma de la edad porque creo que el cuerpo humano tiene una capacidad desconocida y lo estoy demostrando”, dice Hume.

Rodrigo “Canuto” Errázuriz es uno de los corredores más populares de este circuito. Empezó a participar en carreras de aventura y trail running  hace más de 15 años y hoy es organizador del North Face Endurance Challenge, de la que ya se han hecho siete ediciones. Para él son un desafío personal donde “más allá de lo que el cuerpo te va alertando lo más importante es la cabeza. Es como una pelea interna entre el angelito y el diablito que uno tiene en los hombros. Uno está diciéndote: ‘dale, dale, dale’ y el otro, en cambio, te dice: ‘retírate, ándate al hotel, calentito’”.

Este afán de ir tras una meta cada vez más ambiciosa es algo que comparten el resto de los corredores. “Hay algo medio masoquista en el placer que te da sentir ese cansancio extremo después de haber cumplido tu objetivo. Esa sensación de cansancio por una carrera es lo máximo”, dice Silva, quien junto a Bull y Castell tienen entre sus referentes en esta acalambrada filosofía al catalán Kilian Jornet, la sueca Emelie Forsberg y el estadounidense Anton Krupicka, el más famoso runner minimalista, que son aquellos que corren lo más naturales posibles, incluso a pie pelado.

Aquí en Chile Jaime Hume es parte de ese clan. Dice que, a diferencia de los runners ultratecnologizados de hoy, corre sin música, reloj, GPS ni monitor cardíaco. No usa geles energéticos y toma muy poco líquido isotónico. “Es una forma de ver la carrera, hoy la gente se equipa con todo tipo de monitores de pulso, distancia o altitud que no necesitan. Se han vuelto adictos”, dice el ingeniero que hace dos años comenzó a averiguar sobre el barefoot -que significa básicamente correr descalzo- después de una porfiada lesión a la cadera. Hoy usa unas zapatillas minimalistas, que no tienen amortiguación y recrean la forma natural del pie, lo que explica su nombre: five fingers o cinco dedos. Con ellas ya ha hecho más de dos mil kilómetros. “Cambias la pisada y activas un montón de sensores que se inhabilitan con una suela gruesa y que hacen más atractiva la carrera”, agrega Hume, que en marzo quiso correr 50 kilómetros descalzo pero tuvo que parar por un motivo literalmente pedestre: aún no desarrolla el callo que evite que sus dedos se rompan por el roce. “Ahora tengo que empezar a correr descalzo cada vez más kilómetros para generar el callo”, explica.

Corre, Chile, corre

Pero participar en carreras sobre los 60 kilómetros no es como hacer 10K. Para llegar a una competencia como Ultra Fiord hay que prepararse intensa y seriamente al menos tres o cuatro meses. Matías Bull cuenta que entrena cinco días a la semana en los cerros San Cristóbal, Manquehue o los de la Asociación Parque Cordillera. “En general se llega a los 160 kilómetros semanales y muchos lo hacen en clubes deportivos”, explica Bull. Se levantan a las cinco de la mañana para estar en el cerro a eso de las seis y después volver a la ciudad para trabajar. A eso se suman las salidas de fin de semana que toman en promedio cinco horas.

“Como socialmente no está muy incorporado el deporte, siempre pasas a ser el raro en los carretes porque dices: ‘no puedo tomar porque tengo que levantarme en cuatro horas más a entrenar’”, admite José Matiz, de la página trailrun.cl, quien hoy está corriendo el Patagonia Run en San Martín de Los Andes. Su entrenador en el equipo Route (www.route.cl), Gabriel Iriondo, recalca que en ese sentido las personas que entran en esta dinámica apuestan por un estilo de vida que va más allá de una fiesta más o una piscola menos.

Y eso tiene costos, que a veces hacen esta práctica incompatible con otros aspectos de la vida. “Entrenar así de duro te quita demasiado tiempo y cabeza. Empiezas a estar un poco ausente y eso es fome para tu marido, familia o amigas”, cuenta Josefina Silva, quien explica que por eso decidió dejar las carreras por un tiempo. A eso se suma un tema físico: “Siento que estoy llevando mi cuerpo al límite, por eso voy a parar ahora. Ya ha sido mucho”, explica la historiadora.

Bull, mientras tanto, trata de no sobrepasar los 100 kilómetros semanales y se hace chequeos médicos completos al iniciar la temporada y entre cada competencia. “Estas carreras son de una exigencia física extrema. No todos pueden intentarlo porque requieren de condiciones físicas y nivel de entrenamiento por sobre la media. Deben comenzar con un completo examen médico que  busca detectar patologías ocultas, como problemas coronarios, hipertensión o alteraciones metabólicas”, dice Fernando Radice, jefe del Centro de Medicina del Deporte de Clínica Las Condes. El doctor explica que sin una buena preparación tanta exigencia física puede provocar lesiones por sobrecarga relacionadas a los tendones rotuliano y aquiliano; problemas musculares, como desgarros por sobreesfuerzo; y de columna. Mientras que Rafael Gutiérrez, experto en medicina deportiva de Clínica Meds, reconoce que después de estas carreras las consultas de pacientes aumentan.

Los dos especialistas coinciden en que las personas con lesiones de cartílago o degenerativas en la rodilla que tengan hernias a la columna, artrosis de cadera moderada o enfermedades cardiovasculares, hematológicas y respiratorias deberían abstenerse de participar en estas competencias.

Matías Medina, representante del Vulcano Ultra Trail, cuenta que para evitar complicaciones y accidentes muchas carreras de trail running sobre los 21 kilómetros exigen informes médicos para poder inscribirse. “Nuestro público es gente que busca llevar su cuerpo al límite, pero lo hace con mucha responsabilidad y nosotros también fomentamos la prevención”, dice.

Mientras elonga, Hume reconoce que sólo se chequea cada dos años. Y, antes de irse, echa mano a toda su retórica para hacer una defensa de su tribu de corredores: “Cuando uno muestra que se puede, se puede. Los límites son un espejismo, los temores son virtuales y la edad, un guarismo”, remata y se va apurado: va a llegar tarde al entrenamiento de las ocho.T