EN 1949, durante un programa de la BBC, el astrofísico inglés Fred Hoyle intentaba demostrar a la audiencia la validez de su teoría del Universo Estacionario, que planteaba que no había existido un punto de origen, tesis que se confrontaba a la que hablaba de un Universo que nació después de una gran explosión. Hoy le creía que el Universo siempre había tenido la misma densidad, independiente de que se expandiera.
Para referirse a su hipótesis antagónica, el astrofísico, en una sutil ironía, la bautizó como Big Bang. Lo que no sabía era que su sarcasmo daría el nombre definitivo a una teoría que siempre renegó.
Desde este casual bautizo, y hasta mediados de los años 60, la comunidad científica estuvo dividida entre esa idea y los defensores de la explosión y evolución. Pero en 1964, gracias a observaciones realizadas con telescopios y el descubrimiento de la radiación del fondo cósmico de microondas (el resplandor que generó este estallido original), la teoría de Hoyle -desarrollada junto a Herman Bondi y Thomas Gold-, quedó descartada. Aunque él nunca lo asumió.
Lo que hasta ahora no se sabía es que Albert Einstein también había trabajado en la idea del Universo estacionario, 20 años antes del inicio de este debate científico. Sin embargo, abandonó la teoría, pues no logró demostrarla matemáticamente.
Es lo que descubrió el físico irlandés Cormac O' Raifeartaigh, del Instituto de Tecnología de Waterford. El año pasado, revisando los archivos de Einstein de la Universidad Hebrea de Jerusalén, encontró un manuscrito inédito del físico alemán. Escrito en 1931, en él explora un modelo de "estado de equilibrio" del Universo, donde el espacio se expande, "pero la densidad de la materia se mantiene constante debido a la creación continua de la materia a partir del vacío", explicó O' Raifeartaigh en su blog. El trabajo de Einstein -similar a la idea que Hoyle planteó después- nunca fue publicado, pues tenía un error que él mismo descubrió. "Conduce a una solución nula, es decir, un Universo vacío de materia", dice el físico irlandés.
Rodrigo Aros, director de Física en la U. Andrés Bello, explica que antes de que se comprobara con observaciones astronómicas, muchos científicos eran reticentes a aceptar la idea de que el Universo tuvo un origen y se expandió. "Se parecía mucho a las historias bíblicas y su propia ceguera ideológica les impedía aceptarlo. Fue un gran paso para ellos descubrir que había un origen", dice.
Pero cuando Hoyle planteó su teoría, no consiguió el respaldo de la comunidad. Ahora "este hallazgo confirma que Hoyle no fue un loco", dijo Simon Mitton, investigador de la U. de Cambridge, y coautor del estudio de O' Raifeartaigh, a Nature.
Aunque Hoyle nunca supo de los cálculos de Einstein, de saberlo, probablemente su descrédito académico podría haberse aminorado.