"No hay ningún proyecto en carpeta. Hoy es una oficina municipal más". Esa es la respuesta de la Dirección de Obras de la Municipalidad de Santiago, cuando se le consulta acerca del eventual destino del palaciego edificio de dos pisos y 240 m2, ubicado en Avenida Cardenal José María Caro 139, al frente del Museo de Bellas Artes, en el Parque Forestal. La respuesta es tan categórica como decepcionante: ahí funciona, desde abril de 2009, el departamento de Prevención de Riesgos del municipio.

Más conocido como el castillito del Forestal, la historia de este enigmático edificio es proporcional a lo ecléctico de su estilo. El recinto está estrechamente ligado a la construcción del Parque Forestal a principios de siglo y fue habitado, durante décadas, por su cuidador. A su vez, no sólo albergó la oficina de uno de los paisajistas y creadores del parque, el francés Guillermo Renner, sino que también a la entidad a cargo de la administración de la extensa laguna que, alguna vez, existió en el sector. Así lo asegura Luis Berríos, actual director de Bibliotecas y ex subdirector del departamento de Cultura de la Municipalidad de Santiago, cargo que desempeñó durante años al interior del castillito.

El edificio fue proyectado por Alvaro Casanova Zenteno, presidente de la Sociedad Nacional de Bellas Artes, pero al desecarse la laguna perdió su utilidad original. Si bien la Oficina de Turismo de Santiago señala (como parte de la información que actualmente entrega respecto de la historia del Parque Forestal) que la laguna fue secada en 1944, la artista y museóloga Lissette Balmaceda asegura en su libro El Museo Nacional de Bellas Artes (1880-1998) que ésta fue eliminada en 1930.

El abogado y fundador de la productora cultural Giroscopio, José Alberto Bravo, argumenta que el Mapocho Navegable tiene un pariente lejano: la laguna del Parque Forestal, que entregaba sus aguas de vuelta al río. "Al momento de su inauguración, éste era uno de los principales atractivos del parque. En ella, las parejas podían pasear en botecitos a remo y servía, además, como un gran espejo de agua que exaltaba el flamante Museo de Bellas Artes. Tan clara era esta función y tan noble el resultado, que la colonia y el estado francés instalaron, en el eje entre el museo y la laguna, su hasta hoy reconocible monumento-regalo para el Centenario del país", cuenta.

Y agrega un dato histórico, ayudando a dilucidar parte del misterio acerca del estanque: "la laguna se vació en la década del 40 por motivos sanitarios, pero por todas partes quedaron huellas de su existencia. De hecho, sólo le falta el agua: la depresión que la conformaba aún se puede reconocer en el parque actual, al igual que su costanera y uno de sus puentes. En la esquina norponiente, por ejemplo, aún se encuentra el muro que hacía las veces de embarcadero y del que aún cuelgan algunas de las argollas en que se amarraban los botes. Y un poco más allá está el misterioso castillito, que no era otra cosa que el lugar donde se arrendaban los botes y donde se controlaba, además, la compuerta de descarga en el Río Mapocho".

Posterior a la década de 1940, el Castillito albergó a un conjunto de diversas entidades que fueron, paulatinamente, transformando tanto el interior como el exterior del edificio. El director de Bibliotecas, Luis Berríos, grafica la situación a partir de su experiencia como ocupante del lugar entre 2000 y 2006: "llamaba la atención ver la decepción de quiénes entraban al espacio, ya que la gente siempre cree que el exterior da cuenta del interior del castillito. Y eso no es así". A la obra se le construyeron, por ejemplo, acoplados hacia el oriente y el sur, se modificaron sus pisos, se revistieron muros originales, se introdujeron cielos falsos. De la época sólo subsisten algunos vitreaux, el techo en punta, los vidrios, trabajos en fierro, la puerta principal de madera y molduras. Debido a su estilo, el lugar acogió durante varios años a la Escuela de Ballet del Teatro Municipal.

El académico y asesor de la Comisión de Arquitectura del Consejo de Monumentos Nacionales, Jorge Atria, visitó varias veces el Castillito a fines de los 70 y principios de los 80, período en que el Colegio de Arquitectos instaló ahí un centro para dar a conocer proyectos y concursos. A su juicio, el edificio tiene un carácter misterioso, desde el punto de su morfología y estilo, que pese a haber sufrido alteraciones en el tiempo, es una curiosidad arquitectónica. "No se sabe bien cuál es su destino, hacia dónde van ni qué es. El emplazamiento es estratégico e interesante, pero tiene un futuro incierto. El castillito ha estado siempre a trasmano, un poco olvidado".

Berríos agrega que en la década de los 80, en el castillito funcionó un jardín infantil; que a fines de esos años y a principios de los 90 lo hizo una sede del registro electoral; que entre 1992 y 1998 operó la Corporación para el Desarrollo de Santiago, entidad público-privada a cargo del repoblamiento de la ciudad. En 2003, el empresario Carlos Cardoen, el alcalde Joaquín Lavín y la presidenta de la Fundación Violeta Parra, Isabel Parra, suscribieron un convenio para instalar ahí el frustrado Museo Violeta Parra, proyecto cuyo diseño, a cargo de Cristián Undurraga, había sido aprobado por el Consejo de Monumentos Nacionales.

Luego del fracaso del Museo Violeta Parra, el Bellas Artes también se interesó en ocupar el espacio. Berríos sostiene que "querían traspasar algunos servicios del Museo al castillito y albergar un café o una tienda. La idea consistía en hacer una entrada por el espacio que ocupaba la laguna, pasando por debajo de José Miguel de la Barra e ingresando al MNBA directamente por la Sala Matta". Este proyecto tampoco fructificó. Bajo la administración de Raúl Alcaíno, en el castillito se inauguró un centro de esterilización animal que funcionó entre 2006 y 2007. Tras haber permanecido abandonado varios meses, período en que se detectó a vagabundos viviendo en su interior, el castillito del Forestal inspiró la propuesta comercial que presentarían los dueños del Emporio La Rosa al Consejo de Monumentos y a la Municipalidad de Santiago a fines de 2007, con el objeto de transformar el lugar en un café-heladería. Uno de los socios del Emporio, Francisco Undurraga, recuerda: "La idea de albergar un Emporio en el castillito no fructificó, porque en 2008 estalló la crisis financiera internacional", relata.

"Un Emporio La Rosa habría sido un acierto. El castillito también podría funcionar como una pequeña instalación museográfica, una oficina de turismo o una cafetería", señala Atria, quien explica que, en la ciudad, hay ciertos edificios que son imperceptibles, inciertos, secundarios o de apoyo que sirven para complementar edificios mayores. En este sentido, "el castillito está, además, en un lugar de paso en que confluyen dos calles de tránsito, por lo que es conveniente para ciertos usos de menor escala, no así un museo". No obstante, advierte: "es un edificio que está en un estado de indecisión e incertidumbre permanente. Nunca ha podido encontrar un destino claro, volviendo constantemente a foja cero".