Si uno hace el ejercicio de escribir el nombre de Javier Sierra en Google, da como resultado alrededor de un millón y medio de enlaces relacionados con su identidad, el doble que los autores españoles que lo siguen (Carlos Ruiz Zafón y Arturo Pérez-Reverte). Si eso no dice mucho, tal vez lo hagan los datos de ser el autor de la novela hispana más traducida de la década (42 idiomas), del mayor lanzamiento en inglés para alguien de nuestra lengua (400 mil ejemplares de una primera edición) y de haber logrado escalar hasta el número seis del ranking de libros más vendidos de The New York Times, todo con un solo libro, La cena secreta, lo más parecido a un bestseller global publicado en el idioma de Cervantes.
Javier Sierra (Teruel, 1971) compite en la arena de los que venden, de los que conquistan lectores en supermercados y aeropuertos. Periodista de profesión, autor de varios libros de investigación de esos temas llamados "desconocidos" (Ovnis, misterios históricos), editor de la revista Más Allá y estrella del programa radial más exitoso de España, Milenio 3 (y por añadidura de su versión televisiva, Cuarto Milenio) pasa por su mejor momento. Tras el éxito de La cena secreta, publica El ángel perdido, thriller histórico con elementos sobrenaturales que llega a Chile tras sumar cuatro ediciones en España y que saldrá en Estados Unidos durante el segundo semestre. Además, ha sido bien recibido por la crítica, que siempre se mantuvo distante por su estatus de superventas.
"Una división muy provinciana", responde Sierra a través del mail, haciéndose un espacio en la agenda que lo tiene realizando el mayor tour que un escritor español ha realizado en su país. "Lo que importa es que sean libros buenos, no si son comerciales o artísticos. En su tiempo El Quijote fue un bestseller, pero hoy es un clásico. Y lo mismo sucedió con Shakespeare o El nombre de la rosa de Eco, por citar un texto contemporáneo. Ahora, no es algo que me preocupe. En los tiempos que corren, ser un best seller es el mejor paso para que la academia te reconozca dentro de 100 años".
Sierra parece encarnar el sueño de todo escritor: vivir de su libro y ganar dinero. "Pero ese nunca fue mi sueño. En serio. Siempre me bastó con aprender y poder contar lo que aprendía. No obstante, es maravilloso saber que con mi trabajo hay muchas personas que se ganan la vida, desde el fabricante de papel, al impresor, pasando por los transportistas o los libreros".
Lo han llamado "el Dan Brown español", debido a que La cena secreta tiene como figura protagónica a Leonardo Da Vinci. "El Código da Vinci no puede compararse a La cena secreta de ninguna manera. De partida, se trata de un thriller con un ritmo muy distinto a mi libro. También su corpus teórico es muy diferente. El suyo es la idea de la descendencia de Cristo; el mío se basa en observaciones sobre el 'arte de la memoria' que estudiaban los artistas del tiempo de Leonardo antes de ejecutar sus pinturas. Lo curioso vino que después, cuando La cena se publicó en inglés y se convirtió en éxito en las listas del New York Times, muchos volvieron a mi texto y 'concluyeron' que estaba mejor resuelto, y escrito incluso, que el de Brown".
En busca del arca perdida
Julia Alvarez es una atractiva historiadora de arte especializada en reconstrucción de obras medievales. Como tal se encuentra trabajando en el portal de la Catedral de Santiago de Compostela cuando un extraño enmascarado ingresa y trata de comunicarse con ella. Antes de que el desconocido diga o haga algo, aparece un oficial del servicio secreto norteamericano que a punta de tiros frustra el contacto. Tras el incidente, el estadounidense se identifica, le dice a la historiadora que acaba de salvar su vida y luego le comunica que su esposo, un climatólogo y agente encubierto de EEUU (algo que ella ignoraba) ha desaparecido en Armenia, cerca del monte Ararat, donde se supone está el Arca de Noé. Se desenreda así una trama que mezcla espionaje, enigmas históricos, sucesos paranormales, alta tecnología y una técnica ancestral para traer a la Tierra entidades superiores, esas que la Biblia llama ángeles.
En El ángel perdido se siente mucha investigación en terreno, ¿Hizo de Indiana Jones antes de escribirlo?
Bastante. Los viajes de investigación se iniciaron en 2006 en Inglaterra, buscando las huellas dejadas por el astrólogo John Dee en la corte de la reina Isabel. La ruta me condujo incluso a escenarios que después descarté, como los obeliscos egipcios de Roma, importados en la época de los césares y por supuesto al Ararat, donde jugué a buscar el Arca de Noé, sin éxito, claro... Me gusta eso de jugar al Indiana Jones y al escritor. Necesito del estudio y del trabajo de ratón de biblioteca para singularizar los elementos que después incorporaré en mis escritos, y de la investigación "de campo" para forjarme una idea precisa de los asuntos que abordo. La escritura es siempre el último paso que doy.
En la novela usa la técnica del capítulo corto terminado en cliffhanger, una técnica del thriller norteamericano.
Esa decisión obedece a una larga reflexión, que se inició cuando escribí La cena secreta. En esa novela ya anticipaba mi intención de terminar cada capítulo "en alto", con la tensión que invitara al lector a continuar. En El ángel perdido esa técnica se aprecia aún más. La culpa la tiene el mundo audiovisual en el que vivimos, que influye en el modo que tenemos los escritores de contar nuestras historias. Queremos ser más visuales, más directos, e impedir que quien nos lea haga zapping.
¿Por qué una protagonista femenina?
Mi novela bebe de la tradición de textos que reconstruyen el "viaje del héroe". Libros como La Odisea o la Epopeya de Gilgamesh narran el itinerario que recorren sus protagonistas por hacerse con una enseñanza u objeto vital que les salve la vida. Cuando me planteé El ángel fui muy consciente de que había que modificar ese modelo y construir un "viaje de la heroína". Y estoy muy satisfecho: una mujer permite transitar a la vez por dos mundos muy ricos, el exterior y el interior, y reflejar con más intensidad las contradicciones de nuestra existencia.