Corría 1984 y Dietrich Mateschitz era un ejecutivo que viajaba por el mundo promocionando una pasta de dientes. Un buen trabajo, pero nada fuera de lo normal para un tipo aficionado a las emociones fuertes como él.

Fue en uno de esos viajes, específicamente en Tailandia, cuando Mateschitz probó una bebida local llamada Krating Daeng que, según los lugareños, era capaz de revivir muertos. El ejecutivo austríaco de 40 años no tardó en ver el potencial de negocios que tenía el exótico brevaje y unió fuerzas con dos socios tailandeses, Chaleo Yoovidhya y Chalerm Yoovidhya, para llevar la bebida a Europa y luego al mundo, bajo el nombre de Red Bull. Hoy, 26 años después, Mateschitz es uno de los hombres más acaudalados de su país, con una fortuna estimada en 4.500 millones de dólares, y se encuentra en la cima de la F1, tras el campeonato de escuderías y pilotos conseguido por Sebastian Vettel en el equipo que lleva el nombre de la bebida energética más vendida del planeta.

Sin duda, es el sitial soñado para Mateschitz, que ha reflejado en la gestión de su empresa su gusto por los deportes y las aventuras extremas. Es así como, además de sus equipos de F1 y Nascar, en el automovilismo, posee intereses en el fútbol con el Red Bull Salzburgo y el Red Bull New York, además de apoyar a figuras en deportes tan diversos como el esquí, surf, snowboard, base jumping y motocross.

Hijo de una familia de profesores, Mateschitz es un ejemplo perfecto del self made man y prefiere vivir lejos de los primeros planos. A diferencia del excéntrico Richard Branson, dueño del equipo Virgin, Mateschitz prefiere ver las carreras por televisión desde su casa, por lo que su presencia en Abu Dhabi no dejó de causar sorpresa, ya que deseaba ver en vivo el fruto de su trabajo.

Es que cuando Mateschitz decidió entrar en la Fórmula 1, en 2004, al comprar el entonces equipo Jaguar, decidió aplicar la misma filosofía que en su empresa. Aunque sus autos estaban lejos de ser los más rápidos de la grilla, el equipo llamaba la atención porque en sus motorhomes la música sonaba más fuerte y tenía las promotoras más atractivas, mientras por debajo se trabajaba en silencio.

"Reclutamos a los mejores en los puestos claves", dijo Mateschitz para explicar el secreto de su éxito.

En su momento de gloria, el austríaco quiere quedarse por mucho tiempo allí: "El único rédito es el valor de marketing, que se basa en el rendimiento y en los resultados".