El Pensante está sentado en el techo de una casa, con su gran cabeza gacha, apoyada en su mano izquierda. Sus largas piernas llegan hasta el suelo y se posan cerca de unos arbustos. Los pájaros se paran en su cabeza, caminan por sus hombros y por sus brazos, pero El Pensante no se mueve. Porque este hombre gigante, ubicado en una casa en calle Emilia Téllez con Avenida Ossa, en Ñuñoa, es una escultura de siete metros de alto, hecha de ramas de nogal.

Su padre es el escultor Andrés Reyes Carrasco (32), que la confeccionó después de que podaran dos nogales que hay en el lugar donde tiene su taller, justo después de pasar por entre las seis palmeras que se ubican a la entrada de Emilia Téllez. "A mí no me gustó mucho que podaran los nogales. Es como que a uno le cortaran un brazo, y a mí me gusta que los árboles crezcan libres. Pero decidí aprovechar las ramas para crear a este hombre, que antes estaba en uno de mis cuadros. Quería que la comunidad viniera a ver algo distinto", cuenta Reyes, que hace ocho meses instaló El Pensante a la entrada de su taller, acompañado por un par de insectos gigantes, también hechos de ramas.

Reyes nació en Colombia y creció en un campo de 700 hectáreas ubicado en Yopal Casanare, en la llanura colombo-venezolana, un lugar rico en flora y fauna. Ahí, a 15 kilómetros del pueblo más cercano, creció jugando con osos hormigueros y haciendo figuras de greda, que allá era un tipo de barro muy común. "Era un lugar muy inhóspito y eso me marcó. A veces sueño que delante de la finca, donde antes era pura naturaleza, ahora hay un pueblo. Y me levanto con desazón por el nivel de avance de la humanidad, sin ninguna preocupación por la naturaleza", dice.

La escultura El Pensante es parte de una serie llamada La Semilla, compuesta, además, por 22 cuadros, otras tres esculturas y unas pequeñas figuras talladas en pedazos de corteza de Jobo -un árbol frutal- que Reyes trajo de Colombia. Los cuadros están pintados con extracto de nogal, un polvo que se mezcla con agua y habitualmente se usa para pintar madera. "Lo conocí en la universidad y me gusta el color café, que hace referencia a la madera. Es una buena transición desde el dibujo con grafito a la pintura", explica Reyes, quien estudió Diseño Gráfico en la Universidad de Chile.

El llama a su estilo "surrealismo orgánico": "Siento que es un concepto que yo creé, que tiene que ver con usar materiales de origen natural y, al mismo tiempo, con una temática inspirada en la naturaleza", explica. Las obras de Reyes, tanto las grandes esculturas como los cuadros y los pequeños tallados, hablan de una naturaleza en crisis, descascarada y sufriente.

Cuando tenía 14 años, Reyes llegó a Santiago con su madre chilena. Para él, dice, fue un choque muy grande: "La ciudad nunca me ha gustado, es súper invasiva, respiro un aire terrible. Yo me subo al Metro y no veo a nadie feliz. En cambio, cuando la gente va a la naturaleza se relaja y se siente plena". Por eso, dice, uno de sus lugares favoritos en Santiago es la Quinta Normal, que conoce bastante, pues trabajó un tiempo en el Museo de Historia Natural. Además, cuando puede se escapa al Cajón del Maipo, otro de sus sectores predilectos en la Región Metropolitana.

La serie "La Semilla" -que fue exhibida entre el 13 y el 27 de agosto- es la primera de cinco, basada en las etapas del desarrollo de una planta: semilla, brote, crecimiento, floración y fruto. La segunda parte consistirá en la intervención de una sala de la Biblioteca de Santiago, ubicada en Matucana 151, Estación Central, que se llevará a cabo en marzo. "Serán cuadros y esculturas a gran escala, también en el estilo del surrealismo orgánico", adelanta. Y cuenta que su gran proyecto a largo plazo es lograr que la última serie de las cinco, El Fruto, sea una pintura gigante, hecha de árboles frutales de distintos colores y que pueda ser captada en una foto satelital.

Por el momento, el escultor se siente feliz al ver a los niños que se paran afuera de su taller a mirar a El Pensante. Dice que llega gente en auto especialmente a observar su escultura.

"Este tipo de cosas despiertan algo importante en los seres humanos", asegura.

Y cuenta que hace algunos meses, cuando llegó a su taller -en el que también funciona su empresa de diseño gráfico Radiance- se encontró con un papelito que decía: "No sé quién eres, pero siempre es grato encontrarse con estas sorpresas en la ciudad".