EN 2008, el publicista Víctor Clavero caminaba por la Alameda cuando en la esquina con Concha y Toro vio la fachada del histórico Teatro Carrera. Sus imponentes cuatro pisos de estilo neoclásico llamaron su atención, pero también el estado de deterioro del inmueble.
Durante más de 30 años, en el que fue el hall de entrada del teatro funcionó una tienda de repuestos de vehículos. Cuando el local cerró, quedó desocupado y sin ningún rastro del glamour que tuvo en su época de esplendor.
De inmediato, Clavero pensó que ese espacio era ideal para el proyecto que planeaba: instalar un restaurante en Concha y Toro o Yungay, barrios que viven una segunda juventud gracias a su nueva oferta cultural y gastronómica.
Cuatro años después, la idea que el publicista tenía en su mente se convirtió en realidad. A comienzos de octubre, abrió el bar y restaurante Teatro Carrera, que ocupa el que fuera el foyer de uno de los recintos favoritos de la antigua elite santiaguina. Ahora, ese lugar es visitado por personas que buscan disfrutar una pizza o un sándwich chacarero dentro de un lugar cargado de historia.
Clavero asegura que la idea es que este nuevo local se transforme en la puerta de entrada del pintoresco barrio Concha y Toro: "Aquí todos los días llegan buses con turistas extranjeros que quieren conocer el sector. Nosotros queremos que el bar sea parte de la ruta que visitan".
A comienzos del siglo XX, este sector de Santiago poniente era el favorito de las familias acaudaladas ligadas a la minería. Entre las avenidas Brasil y Cumming, desde la Alameda hasta Erasmo Escala, construyeron palacetes y casonas de estilo europeo.
Fue lo que hizo la familia Concha y Toro Cazotte, que encargó el diseño de su residencia al arquitecto Teodoro Burchard. En los jardines de ese lugar decidieron también levantar un recinto para grandes espectáculos, el Teatro Carrera, que se convirtió en el primer cine sonoro de Santiago y del país.
Se inauguró en septiembre de 1927, con la exhibición de la película Te acordarás de mí. "Era uno de los llamados cines palacios de la ciudad. Al igual que el Esmeralda, estaba dentro de una construcción lujosa, sus pisos eran alfombrados, tenía elegantes balcones y más de mil butacas", sostiene Antonio Machuca, académico y conocedor de los antiguos cines de la ciudad.
Se ignoran las razones por las cuales cerró en los 60, pero sí es sabida su historia reciente, cuando regresó, en los 90, convertido en centro de eventos y discotheque. Ahí se realizaron algunas de las fiestas Spandex y tocatas de bandas como Pánico y El otro Yo.
Durante esos años bohemios, el icónico letrero de bronce que está en la fachada principal del teatro estuvo cubierto por otro, hecho de plástico amarillo. Hoy, con el bar, está nuevamente a la vista y con el mismo brillo que tuvo en su época dorada.
Clavería, quien arrienda el espacio donde abrió el restaurante, también recuperó toda la fachada de la Alameda, sus columnas interiores y el piso de mármol italiano original. Entre los elementos nuevos, tiene una barra de 12 metros de largo y fotografías en blanco y negro de actores chilenos colgadas en las paredes.
El único traspié que ha tenido hasta ahora el restaurante es el rechazo de la patente de alcoholes por parte del concejo municipal de Santiago. Clavero asegura que esto se debe a la oposición de la junta de vecinos del barrio. "Tienen un mala imagen del lugar de la época en que era discotheque, pero este es un proyecto muy diferente y que será un aporte para el sector", afirma.
"No queremos que el teatro sea como uno de los tantos pubs que hay en esta zona de la Alameda. Lo que nos gustaría es que se transformara en algo como el Café Torres o el Nescafé de las Artes. Ese sí sería un aporte", argumenta la presidenta de la junta de vecinos del barrio Brasil, Patricia Pardo.