La vida de Alfred Wegener cambió radicalmente en la Navidad de 1910. Mientras este meteorólogo y astrónomo alemán visitaba a un amigo, se fascinó con un nuevo atlas que acababa de pasar a integrar su colección. Al hojear las páginas, notó algo particular: la silueta de la costa atlántica de Brasil parecía encajar a la perfección con la geografía del oeste de Africa. Como si fueran dos piezas de un gran rompecabezas, ambos continentes parecían haber estado unidos en algún momento de la historia de la Tierra.
Pese a que su especialidad era la investigación ártica y los estudios a bordo de globos aerostáticos, este humilde profesor de la U. de Marburg llegó a una certeza que terminaría revolucionando el estudio geológico del planeta. Según Wegener, en una era indeterminada los continentes estaban unidos en un único supercontinente -al que llamó Pangea- para luego separarse paulatinamente, dando origen también a los actuales océanos.
Hoy las teorías de Wegener son ampliamente aceptadas y forman la base del estudio de las placas tectónicas. La ciencia ha descifrado que la litosfera -la capa más externa de la Tierra- está dividida en siete grandes placas rígidas y varias más pequeñas, las que flotan en una roca altamente viscosa y se desplazan varios centímetros al año. Su estudio ha profundizado el estudio de los sismos y la exploración en busca de yacimientos petrolíferos y minerales.
Pero a comienzos del siglo XX la percepción era muy distinta: los geólogos tenían una fe ciega en una Tierra sólida, donde los continentes y océanos habían permanecido inamovibles desde siempre. ¿El resultado? Pese a que su suegro le advirtió sobre el alto riesgo de ser ridiculizado, Wegener siguió adelante con su recopilación de datos y a comienzos de 1912 presentó por primera vez su teoría de "desplazamiento continental" en una conferencia de la Asociación Geológica de Frankfurt. Tal como ocurrió con el debut de la teoría de la evolución de Darwin, casi no le prestaron atención. Lo mismo ocurrió con un artículo científico publicado por el investigador en abril del mismo año.
La reacción no fue mucho mejor cuando un libro suyo editado en 1915 se publicó en inglés en 1922. Mientras los británicos lo acusaron de distorsionar la forma de los continentes en sus bosquejos para hacerlos calzar, sus propios compatriotas calificaron la teoría como un "desvarío delirante".
Sus teorías, que cumplen 100 años desde su debut en público, recién fueron comprobadas en los 60, tres décadas después de su muerte. Hoy Wegener es considerado el "padre de las placas tectónicas". "En retrospectiva, también podemos llamarlo el Copérnico de la geociencia, porque revolucionó nuestra imagen de la Tierra e, inicialmente, soportó una tormenta de desdén y burlas", dice Reinhard Krause, historiador de la ciencia del centro de investigación polar y marino que hoy lleva el nombre de Wegener.
Un camino dificil
Aunque Wegener fue el primero en convencerse de que los continentes alguna vez formaron una gran masa, no fue el primero en sospecharlo. En 1889 el geólogo y violinista italiano Roberto Mantovani planteó una hipótesis basada en sus observaciones de la isla volcánica Réunion: si las trizaduras que se formaban durante las erupciones eran capaces de separar grandes secciones de la isla, ¿era posible que continentes enteros lo hicieran?
"Mantovani publicó mapas sobre la forma hipotética que tenían esos antiguos continentes, información que Wegener analizó para sustentar su teoría. Sin embargo, el italiano creía que la fuerza que llevó al resquebrajamiento de los continentes era la lenta expansión del planeta mismo", dice el géologo David Bressan en un artículo de Scientific American. Algo similar propuso el geólogo autodidacta Frank B. Taylor, quien creía que la corteza de la Tierra se veía influida por la acción de las mareas generadas por la Luna y que los continentes eran jalados en ciertas regiones y presionados en otras.
Además de considerar este material para su conferencia y reporte de 1912, Wegener recolectó varias evidencias para apoyar su teoría de un antiguo y único continente. Además de la forma en que las siluetas de los continentes parecen calzar entre sí casi a la perfección, reunió pruebas de que plantas y animales en lados opuestos de los océanos a menudo son bastante similares. Como afirmó el científico, no sólo los marsupiales de Australia y Sudamérica se ven muy parecidos: incluso los gusanos que operaban como parásitos en estos animales eran casi idénticos.
A esto se sumaba otro hecho: los fósiles de vertebrados y plantas terrestres se podían hallar en distintos continentes, separados por inmensos océanos. Finalmente, resaltó la forma en que ciertas formaciones geológicas a menudo parecían desaparecer bajo el agua en un costado del océano para reaparecer en el otro extremo, como si alguien hubiera roto una página de diario en dos y aun así pudiera seguir leyendo a través de la rajadura.
Para modelar sus ideas, Wegener creó mapas de los continentes, desplegándolos para mostrar cómo era el paisaje antes que el paisaje se comprimiera para originar las montañas. Luego los encajó en un modelo del planeta, como piezas de rompecabezas, para formar el supercontinente que llamó Pangea (una mezcla de los términos griegos para "todo" y "tierra"). Tras la nula repercusión de su presentación en Frankfurt y del reporte publicado en abril de 1912, Wegener se integró al ejército alemán que luchó en la I Guerra Mundial: la recuperación de sus heridas retrasó la publicación de su libro El origen de los continentes y los océanos hasta 1915.
"El gran problema de Wegener era la falta de evidencia directa del movimiento de los continentes y la necesaria explicación del inmenso suministro de energía requerido. Sin embargo, él consideraba que su trabajo era un punto de partida para otros científicos del futuro, un mensaje que no fue bien comprendido en su época", agrega Bressan.
Wegener no llegó a presenciar este avance, ya que en 1930 -cuando tenía 50 años, una esposa y tres hijas- falleció congelado durante una expedición en Groenlandia. Recién en la década de los 60, nuevos instrumentos de análisis sismológico y estudios más avanzados del lecho oceánico y de las características geofísicas de los continentes probaron la existencia de las placas.
Hoy se sabe que Pangea existió hace 300 millones de años y que empezó a separarse 200 millones de años atrás. "Su teoría del desplazamiento no era del todo precisa: no sólo los continentes individuales se desplazaban, sino que placas enteras de la corteza terrestre lo hacen. Y las fuerzas tras este fenómeno vienen desde dentro del planeta mismo, no de afuera. Sin embargo, su legado más importante es haber introducido esta idea en la comunidad científica y en el público. Incluso, escritores famosos como H.P. Lovecraft se inspiraron en sus escritos", agrega Brasson.