Desde pequeño, Alexis Sánchez maravilló en las calles de su natal Tocopilla, ciudad distante a unos 1.600 kilómetros de Santiago. Cargando con una infancia difícil, marcada por las carencias de una familia humilde, compuesta por su madre Martina, su padre adoptivo, José Delaigue, y sus hermanas, el "Dilla", como le conocían sus amigos del barrio, siempre se las ingenió para mantener una sonrisa corriendo tras un balón.
El actual seleccionado nacional debía, por ese entonces, combinar sus interminables pichangas con algunas tareas que ayudaran a las escuálidas finanzas familiares.
Fue así como no era extraño verlo lavando autos en el cementerio de la ciudad, lo cual le permitía llevar algunos pesos a su hogar.
Su pasión, sin embargo, estaba en el fútbol. El amateur club Arauco conoció de sus fintas y gambetas, con las que trataba de imitar a su ídolo, Marcelo Salas, entre los ocho y 14 años, edad en la que partió a Cobreloa, la institución que lo mostraría al mundo 24 meses después.
El debut profesional llegaría el 12 de febrero de 2005 en la victoria de los "mineros" ante Temuco. Un mes más tarde haría su estreno en Copa Libertadores bajo la dirección de Nelson Acosta.
Las selecciones menores de Chile conocerían rápido de su talento. "Alexis no llevaba un mes en Cobreloa cuando lo llevé a la selección Sub 16 que luego disputaría el Sudamericano de Paraguay. Siempre fue un deleite verlo jugar y entrenar", recuerda Jorge Aravena, su primer técnico en las selecciones menores.
De Calama saltaría a Italia, luego de firmar por el Udinese, cuadro que optaría por foguearlo en Colo Colo y River Plate, antes de transformarse el 2011 en la mejor figura del calcio tras anotar 12 goles en una temporada.
Hoy, en la antesala de firmar su paso al Barcelona, el para muchos mejor equipo de la historia, Sánchez, de seguro, recordará sus inicios en las polvorientas calles de Tocopilla, en las que no sólo mostró un talento deslumbrante, sino también una particular alegría, la que pese a los golpes sufridos en la vida, jamás le ha hecho olvidar que tras un balón encandilaría al mundo entero.
El destino, a menos de un mes del fallecimiento de su padre adoptivo, parece entregarle al delantero la oportunidad de actuar en el mejor equipo del mundo, cumpliendo, con 22 años, uno de los grandes sueños de su vida, el cual trazó como muchos en su querido Tocopilla.







