Era plena transición. Faltaban sólo días para que Patricio Aylwin ocupara la presidencia. "Yo no quería el puesto. Era otro gobierno, yo era de la Armada y aquí había que agachar la cabeza", dice entre risas. Pero de nada sirvió negarse, el 6 de marzo de 1990 Luis Videla Pérez (59) dejó su casa en Placeres y a las 8.30 en punto ya era uno de los tres mayordomos del Palacio Presidencial en Cerro Castillo de Viña del Mar.

Entonces no imaginó que su relación con los presidentes Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet iría tan bien, que se quedaría 20 años hasta convertirse en jefe del servicio y, a la larga, en el funcionario más antiguo del palacio. Hace un año jubiló. Justo cinco días antes de la otra transición: el Presidente Sebastián Piñera y la derecha nuevamente en el gobierno.

"Al principio fue complicado. Había mucha desconfianza, éramos funcionarios de la Armada. Uno abría la puerta del comedor y se quedaban todos callados (…) después entendieron que no andábamos espiando", cuenta riendo.

Durante el gobierno de "Don Patricio" Aylwin, las visitas eran tres veces al mes, dice el ex mayordomo. "Era la familia más grande. El almuerzo era para 30 personas", recuerda. Agrega que el ex mandatario era madrugador: a las 7.30 "había que tenerle el sauna y jacuzzi listos" y la rutina seguía con un paseo en bicicleta por los jardines. También se convirtieron en una tradición sus partidos de pimpón a las 8.30 con el cocinero, Guillermo Cárdenas. Los juegos duraban hasta dos horas. "Jugaba bastante bien y no le gustaba hacerlo con los oficiales, porque decía que se dejaban perder", cuenta Videla.

De trato amable, a Aylwin no era difícil notarlo preocupado. "Caminaba de un lado a otro y murmuraba". Así lo recuerda Videla tras el Boinazo. "Fueron días tensos. Llegó con los ministros de Interior, Enrique Krauss, y de Defensa, Patricio Rojas, y se fueron al despacho del tercer piso que es para cosas serias. Nadie puede entrar ahí y no recuerdo otra reunión así".

A dicho salón se llega sólo en ascensor. "Una puerta de emergencia -que es un túnel- baja al segundo piso a los reporteros y dormitorios", cuenta el mayordomo que agrega que pese a que la seguridad estricta que había sobre el mandatario, el ex Presidente se las arreglaba para huir y pasear por la Av. Marina. "Seguridad corría y decían: 'desapareció Papa Romeo, Papa Romeo'", se ríe. Tal fue la cercanía de Videla con el mandatario que "cayeron lágrimas" en la despedida.

La visita de los Reyes de España fue una de las "ilustres" tras el fin del gobierno militar. Su paso fue accidental por el palacio, porque el protocolo real les impedía entrar al Casino de Viña. El almuerzo se hizo en Cerro Castillo, pero sólo los reyes y los presidentes del Senado y la Cámara podían ingresar. "Varios senadores con sus señoras quisieron entrar y les dijimos a todos que no", cuenta Videla. Luego, la negativa le pasaría la cuenta: "Tengo una espina contigo, no nos dejaste entrar al almuerzo con los reyes y ahora yo soy la dueña de casa", le dijo Martita Larraechea a Videla al llegar como primera dama, en 1994.

En los seis años de Frei, se hizo habitual la llegada en helicóptero y sus perros Gaspar y Valentín. La celebración de los cumpleaños con Coco Legrand y la orquesta de Juan Azúa, sacaron a veces al palacio de la normalidad. También lo fue el matrimonio de Magdalena Frei. "Fueron los que hicieron más fiestas, pero no pasaban de las 1.30. La relación fue muy buena", dice Luis Videla.

Conocido por sus "pichangas" sabatinas con los oficiales, Frei también jugaba golf y practicaba a diario en una minicancha instalada para este fin. Si de comidas se trataba, el platillo predilecto era primavera de mariscos, y pastas. "Lo que no le gustaba era el arroz, porque como chiste decía que se le llenaba la boca de granos y reía", cuenta el mayordomo.

Sobre el ex presidente Ricardo Lagos, Videla dice: "lo veía en televisión y decía es un hombre fuerte. Pero llegó y era otra persona dentro de casa, sencillo, humilde y cariñosa", dice Videla.

Pero en octubre de 2002, a todos los funcionarios del palacio les llamo un hecho inusual. El ex Presidente llegó en helicóptero. Minutos después llegó el comandante en jefe de la Fach, Patricio Rojas, y la ministra de Defensa Michelle Bachelet. El jefe Fach renunciaba y dos aviones de la escuadrilla Halcones sobrevolaban el palacio. "Eso generó molestia en seguridad, porque está prohibido el vuelo sobre el palacio y no fue bien visto", recuerda Videla.

Otro de los momentos que recuerda el ex mayordomo ocurrió para la cumbre de Asia-Pacífico. "Cuando vuelva, no quiero la carpa", ordenó el ex mandatario cuando una carpa tapaba la vista del palacio hacia el mar. Ahí, "apareció don Ricardo Lagos", dice riendo.

De Michelle Bachelet sólo tiene buenos recuerdos. Aunque llegaba sólo una vez al mes "ella fue la única Presidenta que atendí y que recibí como jefe de mayordomos. Era muy simpática y conversábamos harto", cuenta.

Las estadías de la mandataria junto a sus hijos y su madre, Angela Jeria, eran de poco descanso. "Ella era muy trabajólica", pero "en verano su afición era la piscina", cuenta.

En su despedida, a una semana del terremoto, les agradeció y deseó suerte a todos. "Tengan paciencia no más", dijo cuando uno le preguntó si conocía al nuevo jefe, cuenta Videla riendo.

"Uno no se espera un trabajo así. Se imagina a los presidentes como los ve en televisión, serios, pero al final son otra cosa", reflexiona.

Hasta hoy unos 40 funcionarios hacen de la residencia un descanso. Agrega que la clave de un buen mayordomo es ser "ciego, sordo y mudo". Videla recuerda que conoció y fue testigo de decenas de cumbres y convenciones. "Bill Clinton estaba impresionado por la vista. Carlos Menem agradeció personalmente al repostero por la atención", dice.

También recuerda sucesos inexplicables como cuando "una nuera del Presidente Aylwin, oyó voces, tocar el piano y pasos en la escalera" o cuando "Angela Jeria encontró una radio antigua encendida y que siempre estaba". Eran las cosas del Palacio.