EN una escena de la película de Woody Allen, Medianoche en París (2011), aparece como locación una discreta tienda de antigüedades en donde Gil Pender, el personaje interpretado por Owen Wilson, se pierde entre la sección de discos de segunda mano, hasta que encuentra lo que para él es un tesoro que lo tienta: un disco de Cole Porter, a quien -siguiendo la trama de la película-, había conocido en persona la noche anterior mientras cantaba al piano de un bar en plenos años 20 su famoso hit "Let's do it".

Y bueno, además conoce en esta tienda a Gabrielle, una preciosa francesa interpretada por Léa Seydoux, con la que comienza desde ahí un flirteo, empoderado por el gusto de ambos por la música de Porter. Pero más allá del guión, aquí Allen encontró un lugar auténticamente parisino, un gol cinematográfico perfecto como para hacer germinar una relación. Y para mejor, sin clichés de por medio, es decir lejos del Louvre, de la Place Vendome, de los Campos Elíseos, la Torre Eiffel y del Moulin Rouge.

Porque esta pequeña tienda es parte del mercado persa Marché aux Puces, o simplemente traducido como "Mercado de las pulgas", y es una orgullosa y desconocida parte de ese París que no sale con frecuencia en los folletos turísticos y en donde cualquiera que lo recorra podrá sentirse como un parisino más en búsqueda de algo inesperado, cualquier cosa para llevar de vuelta a casa, que no sea un magneto para pegar en el refrigerador.

El Marché aux Puces queda, como cualquier mercado estilo persa, alejado del centro cívico, en el extremo norte de la Ciudad de las Luces y a la salida del metro Porte de Clignancourt, que es la última estación de la línea 4. Y, quizás, la más peligrosa, según advierten los mismos parisinos.

Y en verdad, al llegar aquí, sospechará que ya no se encuentra en esa ciudad romántica con música de acordeones y olor a baguette. Aquí caerá de golpe con un barrio de pinta marginal, de aspecto gris y con inmigrantes de mal trato que intentarán encaletarle cualquier baratija o alguna espantosa imitación de unas zapatillas Nike. Un espectáculo algo deprimente que jamás pensó que una ciudad de la estatura de París le mostraría.

Pero calma, paciencia, que como buen tesoro hay que buscar o, en este caso, caminar sólo algunas cuadras por la Rue des Rosiers y haciendo caso a las advertencias, siempre atento a su billetera y celular. Vaya en dirección norte y verá que a los pocos minutos la decadencia se transformará en un espectacular mercado de antigüedades, el más grande del mundo y un verdadero suburbio de artículos de valor incalculable. Quizás también el con más historia, tanto por sus objetos, como por sus más de 200 años de vida.

Son más de 2.500 locales, que se distribuyen en 14 distintos submercados, que se dividen por estrechas calles y laberínticas galerías de nombres poéticos como Dauphine, L'Entrepôt, Malassis, Malik, Le Passage, Paul Bert, Rosiers, Serpette, L'Usine, Jules Vallès, Vernaison, entre otros, y cada una marcada por conceptos que van desde libros y música a taquilleros muebles de diseño futurista de los años 60 y 70, pasando por pinturas renacentistas y surrealistas, animales exóticos disecados junto a maniquís humanos.

Aquí el riesgo de ser asaltado se acaba, pero la variedad de objetos y curiosidades es tanta y de tal calidad, que los amantes de las antigüedades corren serio peligro -en mi caso, por ejemplo, y no siendo un consumista consumado compré a precio inconfesable un ejemplar del cómic Tintín viaja a Australia, pero en su momento creí que el audaz reportero lo valía, y ojo que casi caigo también con una pelota de rugby hecha con cuero de jabalí de principios del siglo XX, siendo que en mi vida he practicado este deporte-, por lo que se recomienda explorar con cuidado, ya que salir en la quiebra no es algo complicado.

Los parisinos, claro, saben que un mercado único también ofrece artículos únicos que hacen delirar también a millonarios y anticuarios del mundo que vienen aquí en búsqueda de exclusividad y, por lo mismo, es fácil encontrar en las cercanías oficinas de despacho que mandan ese mueble Art Decó de 5.000 euros a cualquier parte del mundo.

Regateo a la parisina

La Marché aux Puces abre de sábado a lunes durante todo el año, en horario de corrido que varía entre las 09.00 a.m. y las 18.00 horas y aunque aquí no sólo hay artículos de valor, sino que como todo en París, también cohabitan algunos elegantes restaurantes y uno que otro café escondido en los jardines de algunas casas-museo que sobreviven desde la era prerrevolución, se sabe que aquí se viene más que todo a mirar y consumir.

Por lo mismo, hay que considerar un hecho fundamental: aquí estamos en París y no en el santiaguino Persa Bío Bío, en la orgullosa capital de Francia y no en un bazar de Bangkok o en el barrio Santelmo de Buenos Aires, y por lo mismo, si es que se ve interesado por algo en particular va a tener que jugar bajo las reglas de los galos.

¿De qué hablamos? En primer lugar, tratar de caer bien al vendedor, ya que éstos defienden de manera romántica cada uno de los artículos que venden; hacerle la pata, en buen chileno. Esto es cosa difícil sabiendo el carácter complicado de los parisinos, pero se hace algo más fácil si habla bien francés, o por lo menos si intenta, ya que este esfuerzo llenará de orgullo a cualquier parisino que se precie de tal. Segundo: trate de mostrar real interés por el artículo que quiere, hacer ver en definitiva una real pasión por éste y si es que conoce algo de su historia, no dude en compartirla con el dueño de la tienda.

Cambie opiniones y debata sobre porqué -por ejemplo- ese autito a fricción de los años 30 le parece una pieza única y encantadora que "vendría a completar una colección que su aventurero abuelo y ex marino mercante que siempre fue un apasionado por este tipo de juguetes hubiese dado la vida por tener y entonces, como homenaje a él le gustaría poder comprar". Y aunque sea una piadosa mentira, quizás logre conmover a su contraparte en el negocio y termine considerando justo que usted se lleve consigo tal preciado tesoro, sin importar realmente su precio.

Ahora, como dato aparte y sólo si puede, trate de visitar este mercado durante los domingos y lunes en la tarde, ya que al ser jornadas de cierre y dependiendo de las ventas del fin de semana, puede que encuentre más de alguna conveniente liquidación, sobre todo hoy por hoy que la crisis ha causado ciertos estragos en las ventas. Ojo que éstos son tips de locales, que según su experiencia, suelen ser infalibles.