Aunque desapareció hace ya casi 24 años, la historia del Muro de Berlín sigue cautivando a la gente y se ha convertido en una codiciada pieza de museo. Casi de la noche a la mañana, los restos de lo que fuera un grandioso monumento de la opresión se convirtieron en un símbolo de la libertad y la paz, pero también en la fuente de ingresos de un berlinés, que hace dos décadas tuvo una idea genial. Volker Pawlowski tenía 39 años y trabajaba en la construcción en Berlín Occidental cuando tuvo una visión que le permitió hacer realidad el legendario sueño de los alquimistas de la Edad Media, que soñaban con convertir los metales innobles en oro.
Hacía poco que había caído el famoso Muro y Pawlowski, después de observar con curiosidad cómo decenas de comerciantes callejeros vendían trozos de muro a los turistas, llegó a la conclusión de que se podía ganar mucho dinero con los restos de la barrera de acero y hormigón que dividió la ciudad hasta la noche del 9 de noviembre de 1989.
El obrero había leído que, en 1990, una firma de la antigua República Democrática Alemana (RDA), Limex, había subastado los bloques más emblemáticos en varias capitales europeas. Pawlowski conocía la dirección de los depósitos que albergaban los restos del muro y tuvo éxito en comprar, en 1991, cerca de 150 metros, divididos en bloques de 3,60 metros de alto, 1,20 metros de ancho, y casi tres toneladas de peso.
Casi la mitad de su tesoro aún está en una bodega ubicada en las afueras de Berlín. El resto fue convertido en trozos de diversos tamaños que se han transformado en una nueva atracción turística en las tiendas de souvenires y en una eterna fuente de ingresos para Pawlowski: el 90% de los trozos de muro que se vende en Berlín proviene de sus bodegas y todos vienen con un certificado de autenticidad.
"Tengo material para muchos años y espero que la demanda siga siendo alta", dijo Pawlowski. Además de abastecer a las tiendas, el berlinés también distribuye trozos a hoteles de lujo y tiene a la venta bloques completos. "Cada uno cuesta US$ 6.676 y se siguen vendiendo", confiesa. Y admite que aún conserva unos 40 bloques. "Son los últimos que existen", afirma. Pawlowski vende unos 100 mil trocitos de muro cada año sólo en Berlín. Los precios oscilan entre US$ 3.99 y US$ 6,7. Pero la demanda también le convenció para ampliar su oferta e incluyó en su catálogo camisetas, tarjetas postales y llaveros que lucen un minúsculo trocito de la famosa pared.
El ex obrero nunca ha querido revelar la cantidad de dinero que pagó por los restos del muro, pero no oculta que la inversión lo convirtió en un comerciante próspero. Es posible que Pawlowski no haya pagado más de 20 marcos (US$ 13,3) por tonelada, una suma que cancelaron los empresarios de la construcción cuando la barrera comenzó a ser levantada por las autoridades de la antigua RDA.
"No tengo idea de por qué la gente sigue comprando pedazos del muro. La venta se ha convertido en un negocio sin lógica", dice el comerciante. "Es posible que la gente siga comprándolos, porque es parte de la historia de Berlín y a la gente le gusta tener un poco de historia en sus hogares".