Señor director:
Cuando se acaban de cumplir siete meses del terremoto, cuando la emergencia y el invierno parecen felizmente sorteados y el desastre ocupa cada vez menos espacio en los diarios y la TV, surge una pregunta que, más allá de la reconstrucción, apunta a la esencia del país: ¿dónde quedó la preocupación por el paisaje? ¿Cuánto se ha avanzado en su reconocimiento tras las transformaciones que, según informes, cada uno de estos episodios conlleva en el territorio, implicando de paso un nuevo levantamiento cartográfico para dar con la nueva realidad?
Condición sine qua non para esto, así como para muchas decisiones a nivel nacional -lo demostró Barrancones-, es entender el paisaje como soporte de todas nuestras actividades y formas de vida. Pero ¡qué poco lo conocemos! Lo comprobamos tras el sismo de febrero y, ahora, fenómenos como las repetidas y recientes marejadas ocurridas en distintas zonas del país no hacen más que recordarnos que no hace falta un maremoto para, por ejemplo, preocuparnos de la habitabilidad del borde costero.
Según Nicanor Parra, "creemos ser país y la verdad es que somos apenas paisaje". Ahora, si ni siquiera sabemos cómo es éste, ¿sobre qué fundamentamos nuestro accionar, ciudades, cultura y, en última instancia, nuestra identidad?
Claudio Magrini
Subdirector magíster
Escuela de Arquitectura UDP
El olvido del paisaje
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