Parecía el rugido de una manada de leones. Un bramido descomunal. Era el viento, que golpeaba entre las rocas, quebradas y picos de la cordillera. Un espectáculo "horrible y hermoso", recordaría Manuel Rojas. Era una noche de abril de 1912 y el escritor, entonces de 16 años, cruzaba los Andes a pie con un grupo de anarquistas. Entre la vestisca y la nieve avanzaban apenas. De pronto se acabó el camino: un rodado lo había tapado con hielo. Uno de los hombres sacó su cuchillo, lo enterró en la nieve endurecida y comenzó a cruzar. Abajo se abría el abismo. "Nunca, como en aquel momento, me he sentido más cerca de la muerte", anotaría Rojas.
El 29 de abril de 1912, después de cuatro largas jornadas a pie, el escritor llegó a Chile desde Mendoza. Aquí comenzaría una nueva vida.
Hijo de chilenos, Rojas había nacido en Buenos Aires en 1896, donde se crió "en un barrio proletario, un poco abandonado, como todo lo proletario", escribió en su autobiografía Imágenes de infancia y adolescencia. En ella también cuenta que a los cuatro años vino a Chile por primera vez.
En Santiago, en la esquina de las calles Coquimbo y Nataniel, sus padres instalaron un almacén. "Fue mi primer contacto con la gente de la clase más baja del pueblo chileno, hombres sin pasado y sin futuro", anotó décadas después quien sería acaso el mejor retratista del pueblo chileno. Tipos y personajes que ficcionó en novelas como Hijo de ladrón y Mejor que el vino, protagonizadas por Aniceto Hevia, su alter ego.
En 1903, con seis años, volvió con su madre a la capital argentina, tras la muerte del padre. Viven en el barrio de Boedo, en Buenos Aires. "Era uno de los niños más callejeros del barrio", donde también vio "por primera vez derramar sangre humana".
Rojas, adolescente, hace amistad con grupos anarcos. Trabaja de ayudante de carpintero y mecánico. Siempre buscando mejores oportunidades, con su madre se trasladan a Rosario y luego a Mendoza, donde "cambia su accionar de vida. El anarquismo y el trabajo de tipógrafo le muestran otra realidad", dice el arquitecto Jorge Guerra, presidente de la Fundación Manuel Rojas.
Guerra es el autor de Un joven en La Batalla, volumen que llega a fin de mes a librerías. Allí se reúnen los textos anarquistas de Rojas. Son sus primeras publicaciones, que hizo tras llegar a Chile desde Argentina.
A días de cumplirse 100 años de la travesía, Guerra destaca el valor de la fecha: "No es ni el nacimiento ni la muerte, sino el comienzo de un recorrido literario". Años después, Rojas volvería a Argentina, ya con el pasaporte de escritor.
El centenario se celebrará con pura literatura. Con sus crónicas anarquistas se publica, también por Lom, su poesía en Su voz viene en el viento. A su vez, Editorial Zig-Zag reedita una de las novelas de su tetralogía autobiográfica, Sombras contra el muro (1964). El mismo sello prepara una completa edición con las entrevistas de Rojas, desde 1928 a 1972, en medios como Ercilla, Vea, El Mercurio y Las Ultimas Noticias, así como en prensa de México y Cuba. El compilador es el académico Daniel Fuenzalida.
A fin de año, la editorial de la Universidad Alberto Hurtado publicará Cuentos completos. Y Ediciones UDP editará una selección de sus ensayos sobre literatura.
La peluquería de Brasil
La noche del 25 de abril de 1912, desde Mendoza, Rojas emprende una caminata con dos anarquistas chilenos: Laureano Carvajal y Luis Toledo. El joven de 16 años quería llegar al sector de Las Leñas: una estación del Ferrocarril Transandino, a unos 3.400 metros de altura en la cordillera.
Rojas conocía el sector. Un año antes había trabajado en las faenas de construcción de las estaciones del ferrocarril. "Era una cosa durísima. Teníamos que romper piedras con dinamita... Después poníamos unas vigas gruesas y techábamos con calamina", recordaría. El recorrido siguió a pie y a veces avanzaban escondidos en vagones de carga.
La tarde del 27 de abril logran llegar al sector de Las Cuevas, donde el grupo se encuentra con Laguna, un chileno a quien Rojas conoció en la construcción del ferrocarril. A Laguna le dedicaría un cuento.
Al llegar a Los Andes, Carvajal y Toledo se quedan en el pueblo. El joven chileno sigue con Laguna a Santiago. Aquí se separan.
Es 29 de abril de 1912 y Rojas camina por el barrio Brasil. Maneja un dato: una peluquería cerca de Mapocho. Los peluqueros anarquistas, Teodoro Brown y Víctor Manuel Garrido lo reciben.
Llega el 1 de mayo. Es el Día de los Trabajadores. El Presidente de Chile es Ramón Barros Luco. Rojas es invitado por Brown y Garrido a una marcha que parte en la Alameda y llegaría hasta Recoleta. El grupo se une a los anarquistas de la Sociedad de Resistencia. Llevan pancartas que apuntan al Ejército: "Sin Dios ni amo".
Cincuenta años más tarde diría: "Tengo una formación ideológica socialista, más bien dicho, una formación anarquista, formación que no he dejado nunca, por más que las circunstancias de la vida y de mi vida me hayan reducido al solitario trabajo de escritor".
Rojas vive días de efervescencia. Invitado a escribir en el periódico anarquista La Batalla, dirigido por un panadero catalán, publica su primer escrito en noviembre de 1912. Firma como Tremalk Naik y la crónica se llama Efraín Plaza Olmedo. Es la defensa de un carpintero anarquista de 26 años, que mató a dos jóvenes en el centro de Santiago. Rojas escribiría en La Batalla hasta 1915. Ya tenía 19 años. Su vida literaria ha comenzado. Es todo un hombre.