Señor director:
Lamento comunicarle que nuestro país ya se fregó, con muchos derechos humanos y pocos deberes humanos.
Un ejemplo de esto lo viví el jueves mientras almorzaba con dos importantes empresarios de España en el Hotel W, en la avenida Isidora Goyenechea. Repentinamente escuchamos un ruido y nos dijeron que todos debíamos escondernos y acostarnos en el suelo, ya que había un inminente peligro de que personas armadas nos asaltaran, con armas de grueso calibre.
No lo podía creer e inmediatamente llamé a Carabineros (al 133). Mientras ocurría el asalto, o más bien el evento de terrorismo (ya que no se le puede llamar de otra manera) no respondían; había una grabación que no dejaba de sonar. Cuando al final me contestaron me empezaron a interrogar, casi como si yo fuese el sospechoso, hasta que luego de cinco minutos me dijeron: “Ok, enviaremos a las patrullas”. En suma, se perdieron diez minutos preciosos.
Mientras los delincuentes asaltaban cómodamente el local de Mercedes Benz para robar un auto nuevo, y una joyería para hacerse con todos los relojes de lujo, las cien personas que estábamos en el restaurante no sabíamos qué hacer, a qué atenernos. Pensé que acto seguido nos asaltarían a todos. Es difícil imaginar la impotencia, la incertidumbre, el susto.
Un minuto después de que se fueron los asaltantes salí a la calle a constatar el magnífico despliegue policial que habría... sólo un mini auto de policía. ¿Alguien imagina cómo habría sido la reacción en un país como Estados Unidos? Lo penoso es que no es un tema de recursos (ni humanos ni de activos), sino de organización, de muy mala organización, y de malos sistemas.
Como me dijeron los empresarios españoles: “O ustedes le ponen mano muy dura a esto o las consecuencias van a ser desastrosas”.
Juan Walker Prieto