"Esto indignó a la gente, no sólo porque los tiempos son difíciles ahora, sino porque ellos (el gobierno de Yanukovich) robaron el futuro de nuestros hijos", señaló el cirujano Valerii Zalevsky, en medio de las protestas que sacudieron la capital de Ucrania en noviembre de 2013. Su testimonio forma parte de un documental de la plataforma Netflix, Winter on Fire, Ukraine's Fight for Freedom (Invierno en llamas, la lucha de Ucrania por la libertad).

Dos años han pasado desde lo que se conoció como la Revolución de la Dignidad o Euromaidan en la capital ucraniana de Kiev, en la que miles de personas pidieron que se pusiera fin a la corrupción y demandaron un mayor acercamiento hacia Europa y no tanto hacia Moscú. Sin embargo, actualmente Ucrania sigue dominada por los mismos oligarcas que imponían su ley bajo el depuesto Presidente prorruso Viktor Yanukovich (febrero 2010- febrero 2014) y la corrupción continúa arraigada.

El gobierno prooccidental del mandatario Petro Poroshenko -que fue elegido tras la revuelta- no ha podido cumplir su promesa de juzgar a los responsables de la muerte de un centenar de manifestantes en la Plaza Independencia en Kiev, como critica el informe del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

La situación ha alcanzado un nivel crítico, al punto que el ministro de Economía, Aivaras Abromavicius, presentó el miércoles su renuncia y denunció la omnipresencia de la corrupción como causa del bloqueo de las reestructuraciones necesarias para sacar al país de la recesión. En el índice de percepción de la corrupción publicado por la ONG Transparencia Internacional, Ucrania ocupa la posición 130 de un total de 167 países estudiados.

La confianza ciudadana en Poroshenko, destacado oligarca, ha caído hasta el 17% y se sitúa incluso 11 puntos por debajo de la de Yanukovich antes de su deposición, según el sondeo de Gallup de diciembre de 2015. Sólo el 8% de los ucranianos tiene confianza en el gobierno, tres veces menos que en 2014, y el nivel más bajo desde 2007. Además, el 88% critica que la corrupción es generalizada. El 73% estima que la corrupción no ha disminuido tras la revolución de Maidan y el 90% califica de ineficaz la legislación adoptada por el gobierno, según otro sondeo de la Cámara de Comercio Americana en Ucrania de noviembre.

Esta inestabilidad, también ha afectado a la economía del país, que ha decrecido 6,8% en 2014 y 9% en 2015. Además la inflación se ha disparado de 25% a fines de 2014, al 50% en 2015, según los datos del Fondo Monetario Internacional (FMI).

Guerra en el este

En medio de esta crisis que ha impedido la consolidación de la democracia, se encuentra el conflicto en lo que se conoce como el Donbass, es decir, las regiones del este del país, Donetsk y Luhansk.

Tras la caída de Yanukovich y la toma de Kiev por la oposición prooccidental, fuerzas prorrusas controlaron edificios gubernamentales en ciudades de las regiones del este del país. Esto derivó en un conflicto armado entre el Ejército ucraniano y los separatistas que, según Occidente, fueron apoyados por Rusia.

En marzo de 2014, Moscú anexó la península de Crimea, hecho que fue respaldado con la celebración de un cuestionado referendo que apoyó tal medida.

El conflicto armado entre fuerzas gubernamentales rebeldes separatistas en el corazón industrial de Ucrania ha causado más de 9.000 muertos desde abril de 2014. Los combates disminuyeron el año pasado luego del segundo alto el fuego que se alcanzó con el acuerdo Minsk II, firmado el 11 de febrero de 2015 por los gobiernos de Alemania, Francia, Rusia y Ucrania.

Sobre este tema, la coalición de gobierno está siendo criticada porque, a juicio de algunos analistas, estaría retrasando el prometido autogobierno a las regiones del este previsto en los Acuerdos de Minsk. El objetivo de Poroshenko sería mantener vivo el conflicto y recuperar el respaldo perdido de la población frente a la amenaza de un enemigo común. El Presidente anunció el 14 de enero pasado que la "soberanía ucraniana de los territorios ocupados de Donetsk y Luhansk debe ser restaurado". Incluso más: manifestó su intención de recuperar Crimea.

"Minsk se ha vuelto una mala palabra en Ucrania. La gente cada vez está más frustrada con la apuesta de Occidente de que se logre un cambio constitucional, al tiempo que cuestiones más básicas del proceso de paz -como que se cumpla totalmente el cese el fuego, un monitoreo internacional exhaustivo y un intercambio de prisioneros- no se ha logrado. Muchos ucranianos sienten que el destino de su país se define en el exterior", destacó una columna de la agencia Reuters.