De haber sido una especie abundante en los valles del desierto nortino, el picaflor de Arica ostenta hoy una población menor a 500 ejemplares. Desde los años 70, la población de esta especie endémica -el ave más pequeña del país y una de las más diminutas del mundo-, es afectada por la destrucción de su hábitat, producto de la agricultura; los pesticidas y su competencia con el picaflor de Cora, que llegó desde Perú.

"Las últimas evaluaciones indican que la población mundial del picaflor de Arica (Eudilia yarrellii) no superaría los 400 individuos, además de manifestar una tendencia acelerada a la disminución. Esta crítica situación permite suponer que tiene altísimas probabilidades de extinguirse dentro de los próximos cinco años, si no se toman medidas urgentes para su recuperación", dice Alejandro Donoso, jefe de la división de Protección de Recursos Naturales Renovables del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG).

Esas medidas urgentes están contenidas en un plan de conservación, coordinado por el Ministerio de Medio Ambiente y en el que participan, entre otras instituciones, la U. de Chile, el SAG, Conaf y la Unión de Ornitólogos de Chile (Unorch). Su borrador se prepara hace más de un año, cuando la secretaría general de la Presidencia declaró al animal en peligro de extinción. Y aunque aún no ha sido aprobado, el tiempo apremia, por lo que han tenido que comenzar implementando lo que, hasta el momento, les permite el financiamiento.

Cristián Estades, investigador y académico de la U. de Chile, ha liderado el muestreo de la especie, que se realiza desde 2003, cuando la declinación se hizo notoria. "Se ha reducido a un tercio de la población en ocho años, lo que la convierte en la ave más amenazada de Chile".

El plan de conservación, explica Estades, considera la creación de una red de microrreservas, pequeños parques nacionales de no más de 20 hectáreas, donde se puede hacer manejo de vegetación y recrear un hábitat protegido para el picaflor. "Se requiere restringir el uso de pesticidas, plantar especies útiles y eventualmente controlar a su competencia (picaflor de Cora)", dice.

Otra parte se enfoca en la incorporación de buenas prácticas agrícolas, que son voluntarias, e incluyen el control de pesticidas y de mascotas, como gatos que cazan al picaflor. Además del cuidado y mejoramiento del chañar, planta desde donde el picaflor obtiene gran parte de su alimento y que, de paso, podría beneficiar a la industria apícola, que en esta zona no está contaminada por transgénicos ni fertilizantes, explica Gustavo Cruz, investigador de la U. de Chile. "Aumentar la oferta de chañar para la especie es uno de los puntos críticos para su conservación. No se trata sólo de aumentar la cantidad de flores y néctar, sino de extender la floración, que en el área dura como 40 días", indica.

Se estima que el costo del plan bordea los dos millones de dólares, dinero que aún no se consigue del todo. "El Estado tiene que ponerse de acuerdo de cuánta plata y de dónde sacarla. No está el mandato legal para proteger una especie al borde de la extinción en Chile. No hay una estrategia formal, falta esa herramienta y partidas presupuestarias que lo considere", dice Estades.

Por eso, postularán el plan al fondo Global Environment Facility durante el primer semestre de 2013, confirma Charif Tala, jefe del departamento de Recursos Naturales del Ministerio del Medio Ambiente, quien aclara que el no tener el proyecto aprobado "no nos impide hacer algunas acciones".

Para recuperar la especie se requiere al menos estabilizar la actual población o que aumente sobre los dos mil individuos, algo más de lo que había hace ocho años.

"Pero no es sólo un problema de tamaño poblacional. La definición del riesgo de extinción de una especie depende de la cantidad de individuos que quedan, pero también de cómo están distribuidos espacialmente y de la tendencia poblacional.

Aun así, eso no implica que la especie quede fuera de peligro de extinción, sino que sólo pasa a la categoría Vulnerable.