"Nunca le des la espalda a un águila", aconseja Jurgen Rottmann desde dentro de una enorme jaula en la que hay varios ejemplares de esta ave. Algunas caminan, otras descansan sobre una rama, pero es imposible ignorarlas. El es el primero en poner en práctica su advertencia y procura mirarlas siempre de frente.

"En realidad hay dos aves a las que hay que respetar: las águilas y los peucos. Tienen tanta fuerza en sus patas, que si te agarran no te sueltan", cuenta fuera de la jaula.

Los consejos de Rottmann son ley. Este veterinario y ornitólogo es uno de los hombres que más sabe de aves en Santiago. Desde pequeño tuvo gallinas, patos y gansos en su casa de Las Condes y hoy es el director del Centro de Rehabilitación de Aves Rapaces, una especie de hospital para pájaros que está ubicado en una parcela de Talagante, a 40 kilómetros de la ciudad.

Rottmann será el anfitrión de la principal actividad que tendrá en la capital el Festival de las Aves, un evento mundial que se realiza todos los años y que es organizado por Bird Life, una ONG internacional que reúne a los amantes de estos animales. La actividad consiste en un tour por este centro de rehabilitación (Camino Carampangue 0160), que hoy se abre al público general por primera vez para hacer lo que más fascina a los ornitólogos: ver y hablar sobre aves.

En la visita (que parte puntual a las 10.00 y dura dos horas)- se podrán apreciar de cerca aves rapaces (que son aquellas que comen carne) que rara vez se pueden avistar, como cóndores, águilas, halcones, búhos y chunchos, además de otras especies que hay en el Parque Rucapangue y que están sanas, como pavos reales, faisanes, bandurrias y patos silvestres. Rottmann será el guía durante todo el recorrido.

Su afición por los pájaros la cultiva desde niño. En la casa que su familia (su padre es alemán) tenía en San Damián, en Las Condes, criaba patos, gallinas, gansos, conejos y tortugas. En esos años, hace seis décadas, ese sector era muy diferente. Hoy es uno de los barrios más exclusivos de Santiago (ahí vive Sebastián Piñera), pero entonces era una zona rural.

"Mi papá compró un terreno en San Damián cuando este sector no tenía corriente eléctrica ni agua potable ni locomoción colectiva. Recuerdo que toda La Dehesa era el gran productor de verduras de Santiago", cuenta.

Sin embargo, en 1970, cuando el sector comenzaba a urbanizarse y Jurgen ya se había titulado de veterinario en la Universidad de Chile, un inspector de la Municipalidad de Las Condes le dijo que ya no podía tener gallinas ni patos ni gansos. ¿La razón? La zona ya era considerada urbana.

Buscando un lugar para instalarse con sus animales y aves, dio con una parcela de 18 hectáreas en Talagante, a la que llamó Parque Rucapangue. Hace 20 años los socios de la Unión de Ornitólogos (de la cual también es miembro) se le acercaron con la idea de hacer un centro para rehabilitar aves rapaces en sus terrenos y aceptó.

Desde entonces, por este lugar han pasado más de mil ejemplares. "Aquí llegan aves que están con heridas o enfermedades, envenenadas, que han sufrido accidentes o las trae gente que las ha criado en su casa, pero que ya no las quiere tener. La idea es sanarlas y soltarlas", explica el director del centro.

Sin embargo, hay aves que por razones físicas o sicológicas no pueden ser devueltas a la naturaleza, ya sea porque no están acostumbradas a cazar o porque tienen las alas dañadas y ya no pueden volar. En este caso, se quedan en el centro de rehabilitación y son exhibidas con fines educativos.

"Hay tres halcones peregrinos que tienen perdigones en el cuerpo. Perdieron gran parte de su musculatura y no son capaces de cazar para alimentarse", cuenta Rottmann. En el centro también hay varios cóndores y la mayoría son llevados porque han sido encontrados hambrientos deambulando en lugares como el camino a Farellones o la cuesta Chacabuco. "Eso pasa casi siempre en invierno, cuando la cordillera tiene nieve y no hay comida. Entonces, se debilitan y no pueden volar", asegura.

Aunque Rottmann realiza también otras actividades (como el cultivo de peces exóticos), dedica gran parte de su tiempo al centro de rehabilitación. El se preocupa, por ejemplo, de conseguir cada uno de los 200 kilos que se necesitan cada semana para alimentar a los pájaros, dieta que incluye ratones, conejos, codornices, palomas y cabezas y patas de pollo. "Siempre tuve este amor por las aves. Tienen un plumaje muy llamativo", asegura. "Puedo distinguir a cada una por su canto. Pero de repente las escucho y no sé lo que es", remata.