Alejandro Sieveking empezó en teatro de actor, aprovechando su histrionismo como lo hace hasta hoy. En la universidad, avivó los cuchicheos cuando se ennovió con su profesora de Historia del Teatro, la actriz Bélgica Castro, con quien vive. Los primeros pasos de dramaturgo los dio con Mi hermano Cristián (1957), integrándose a la ola de renovación del teatro chileno. Por esos años, Víctor Jara dirigía sus obras, hasta que en 1971 el cantante se fue de gira por Centroamérica y le tocó al autor dirigir por primera vez una pieza suya, La mantis religiosa.

El nombre de Sieveking pesa en la historia del teatro, sobre las tablas y fuera de ellas, siempre en contacto con las nuevas generaciones. Hoy está tapado de trabajo. Actuó para dos películas de la generación joven del cine, Gatos viejos, de Sebastián Silva, y La pasión de Michelangelo, de Esteban Larraín. Además, hasta el domingo se lo podrá ver en La celebración, junto a Benjamín Vicuña (que adquirió los derechos de la obra), Tomás Vidiella, Maricarmen Arrigorriaga, Claudia Celedón, Francisco Pérez-Bannen, Manuela Oyarzún, por nombrar algunos. El personaje de Sieveking es el único creado para este montaje por Mauricio Pesutic, director y adaptador. Sieveking es, al mismo tiempo, el abuelo y el amigo de la familia. "Poul es un metedor de patas congénito, siempre haciendo burradas", dice. "Pesutic mezcló tan bien a los dos viejos que quedó bipolar, muy divertido de hacer". Con ese payaso amargo Sieveking se roba los aplausos.

¿Le cuesta ponerse en manos de un director?

Uno se pone receloso cuando los directores tienen tendencias que no van con la esencia de uno. A mí el teatro físico no me gusta, me gustan las obras inmóviles donde las cosas terribles pasan dentro de la gente. Con Víctor Jara hacía lo que él me dijera, con Pesutic también. Necesitas una absoluta confianza y fe en el director, si no, nada funciona.

Hace poco, Radrigán mostró su molestia por la versión de Alejandro Goic de El toro por las astas. ¿Qué piensa de ese desencuentro?

Quiero mucho a Goic, espero que no se ofenda, pero es un disparate lo que hizo. Una obra pertenece a un momento y tienes que respetarlo, no puedes modernizarla agregando texto. En el momento que permites agregar una sílaba, le meten garabatos para aligerar la obra. Es una ignorancia de los directores. El agiornamiento tiene que ser ideológico, no agregarle zandunga. Por eso nunca vi la película de La remolienda.

¿No?

Cuando me pasaron el guión vi tantas groserías que me desentendí. No lo rechacé porque ellos ya tenían sus locaciones y yo necesitaba la plata, pero si la película no tiene el espíritu de la obra, ¿para qué la hacen? La remolienda es una mezcla de ingenuidad y picardía, si eso no está... En esta estoy con Radrigán. El público chileno está arruinado por la televisión, la farándula los ha estupidizado, y llenar la obra de garabatos sólo empobrece más al espectador.

En junio se remontará La mantis religiosa en el teatro La Palomera, con la dirección de la actriz Pali García. En la obra Sieveking explora la doble moral de la clase media, tema suficientemente universal como para convertirla en la obra suya que más se ha montado fuera de Chile.

La mantis religiosa se ha hecho decenas de veces en Estados Unidos.

Aunque en Chile casi no se ha hecho, en EEUU gusta. En 1982 un americano la tradujo y la publicó en una revista de teatro. Gracias a él se ha hecho en todo el país, claro que aún no he llegado a Broadway, una maldad.

¿Cómo es el nuevo montaje?

Las hermanas serán interpretadas por hombres y yo seré el padre. La estética es la del grotesco, una parodia de la feminidad cercana al exceso.

¿Quién o qué es "la mantis"?

Para las hermanas es un monstruo. Para el padre, una santa. Para Juan... bueno, eso no lo puedo contar, lo que importa es quién tiene razón. ¿Será que la monstruosidad está en los que juzgan? Las hermanas se sienten desplazadas por ella, la actitud de Juan les parece incomprensible, como a las clases medias que no entienden que uno vea belleza en algo que a ellos les parece horrible. Al final, Juan pagará por no comportarse como debía.

Alguna vez dijo que en los 70 había presión para hacer teatro político.

Había presión, pero no en mi caso. Nunca me ha gustado el panfleto, porque sólo convence a los convencidos, y Víctor Jara, que era del Partido Comunista, jamás intentó meter nada en las obras que hicimos juntos. Las deducciones las debe hacer el público, si no es un público flojo.

¿Cuál es entonces el contenido político de esta y otras obras suyas?

Me interesa la corrupción mental de la clase media, porque pertenezco a ella. La desesperación por sobrevivir de la clase media. Soy muy caótico, derrochador. Si tengo plata, me voy a Nueva York. No ahorro para la vejez. A mi edad sigo trabajando para vivir y pasarlo bien. Uno se muere en el minuto en que deja de trabajar.