Vaya a saber uno por qué, pero la historia ha demostrado que a la gente le gusta vivir en lugares extraños. Ya sea a los pies de un volcán o en un monasterio en la punta de una inhóspita montaña, siempre hay quienes encuentran su morada en lugares virtualmente imposibles. Y ese es el caso de Setenil de las Bodegas, un extraño pueblito de 3.000 habitantes del sur de España. Extraño porque, como ningún otro, su alocada descripción es estrictamente literal: Setenil de las Bodegas es un pueblo que vive debajo de una gran roca. Así, tal cual. Calles, casas, tiendas, bares... todo se encuentra bajo el alero de una piedra gigante dejada por la erosión del río Guadalporcún, que atraviesa la ciudad.

Está ubicado en el borde nordeste de la provincia de Cádiz y a 93 km de la ciudad de Málaga por carretera. Forma parte de la Ruta de los pueblos blancos, un trazado turístico que comprende algunas localidades de Cádiz y Málaga, merecen una visita gracias a sus paisajes y bellas fachadas, todas pintadas con cal para evitar el calor. Aun así, siendo claramente Setenil el más llamativo de todos ellos, es un pueblo poco conocido y turísticamente no se le ha sacado todo el provecho posible, lo cual, a fin de cuentas, es una ventaja: aquí se puede observar a los setenileños (sí, es un poco enrerado de pronunciar, pero así es el gentilicio) apaciblemente haciendo su vida cotidiana en estas calles donde el cielo es de piedra.

Pero ¿por qué poner una ciudad aquí? Los orígenes de Setenil de las Bodegas son poco claros, aunque algunas cavernas en la rocas dan cuenta de que el lugar está habitado por el hombre desde épocas prehistóricas. El primer asentamiento urbano como tal nace en la Edad Media, en el mismo lugar donde está ahora. Desde entonces, su emplazamiento ha aprovechado el tajo generado en la piedra por el río para construir allí las casas con un tipo de vivienda llamado "abrigo bajo las rocas", en el que no se escarba la pierdra como ocurre en otros casos, sino que se limita a cerrar con paredes las formas naturales preexistentes. El castillo y las principales construcciones de atractivo histórico (la Iglesia Mayor, la antigua Casa Consistorial y algunos restos de asentamientos romanos) se encuentran en la parte más elevada del pueblo, que luego comienza a incrustarse en la piedra a medida que se desciende por la pendiente.

Soles y cuevas

Lo de su nombre -Setenil- también es un misterio. La teoría más aceptada es que proviene del término en latín septen-nihil que significa "siete veces nada", nombre que habría sido puesto durante la época musulmana. Debido a su ubicación estratégica, la toma del pueblo era fundamental para el avance de la Corona hasta Granada, sin embargo, fueron siete los intentos de conquista, haciéndose efectiva la ocupación recién en esta última oportunidad, el 21 de septiembre de 1484. Esta famosa batalla fue inmortalizada en la catedral de Toledo y es una de las pocas imágenes que se tienen de Setenil.

¿Qué ver en esta localidad? Según sus lugareños, no hay mejor manera de recorrerlo que como lo hacen ellos mismos: yendo "de tapas" de bar en bar y así descubrir cada uno de sus rincones. Uno de los más representativos es el Bar Fresquito, ubicado en plena calle Cuevas del Sol, que es la que muestra de manera más evidente el estilo de vivienda al "abrigo bajo las rocas". Además de tomarse una cerveza que le haga honor al nombre del local, no viene mal probar un poco de la gastronomía setenileña, como la carne "mechá", filetitos de cerdo, pinchos de carne y asadura, hamburguesa de Setenil (la que tiene chorizo), huevos de codorniz y tortillas y sopas de espárragos (los de aquí son muy ricos).

Un lugar digno de visita es la Fortaleza Nazarí, edificada en el siglo XIII, que es una impresionante muestra del pasado árabe del pueblo. Conserva todo su entramado urbano medieval, cerca de 40 torres y sus 530 metros de muralla. También son atractivas las ermitas de Setenil (Nuestra Señora del Carmen y San Benito) y las Cuevas de San Román, que datan del siglo XVI.

¿Y cuándo ir? Los locales recomiendan aparecerse por acá en Semana Santa, cuando se realiza una curiosa disputa entre las hermandades blanca y negra llamada "la guerra de las bandas", en donde luchan por hacer la procesión más espectacular.