Casi al unísono, el general Palacios decide que es el momento de concluir la refriega en la toma del Palacio. Un primer grupo de soldados es enviado a derribar la puerta de Morandé 80. No necesitan hacerlo: la hoja de madera está entreabierta.
El Presidente se reúne con todo el personal que queda en La Moneda en un pasillo del segundo piso. La balacera continúa, pero se organiza la salida.
Los doctores Soto y Bartulín, el "Negro" Jorquera, los GAP Pablo Zepeda y Juan José Montiglio y el detective Eduardo Ellis reposan en el rellano de la escala que da al primer piso, con las armas apoyadas en la pared.
Ellis se acerca con un delantal blanco hasta la puerta y se asoma. Mientras un soldado lo toma en el exterior, otra veintena irrumpe en el edificio, al mando de un oficial. Los otros cinco hombres son sacados hacia la calle y empujados al piso. El oficial levanta de un tirón al doctor Soto y le pregunta cuánta gente queda arriba. El médico da una respuesta confusa; el oficial le ordena regresar y advertir que hay 10 minutos para salir.
Soto salta los escalones. Va a Allende despidiéndose de sus acompañantes.
-¡Presidente! -grita- ¡El primer piso está tomado por militares! ¡Dicen que deben bajar y rendirse!
-¡Bajen todos! -replica el Presidente, taxativo- ¡Dejen las armas y bajen! Yo lo haré al último...
Y sigue saludando. En los hechos, va retrocediendo; pero la mayoría cree que ello simplemente se debe a su decisión de ir al final. Cuando se acerca al Salón Independencia, Enrique Huerta le oye -o cree oírlo- decir: "Allende no se rinde".
Desde el centro de la procesión se devuelve el doctor Guijón, que quiere llevar, como recuerdo para sus hijos, una máscara antigás. Ante el Salón Independencia oye un ruido seco. Con cierto automatismo, se asoma; alcanza a ver alguna contorsión del Presidente, que acaba de disparar el fusil-ametralladora desde el mentón hacia arriba. Con el instinto del médico, se acerca al cuerpo y toma el pulso. A su alrededor sólo hay rugidos: balazos, incendio, gritos.
El detective David Garrido ve la escena junto a Enrique Huerta, que no se contiene:
-¡El Presidente ha muerto! ¡Viva Chile, mierda, vida Allende! -y coge la metralleta que ha dejado de lado, dispuesto a seguir luchando.
Ricardo Pincheira se la quita. Delante suyo, Arsenio Poupin saca un revólver de su camisa y trata de ponerlo sobre su sien. Otros hombres se lo arrebatan.
Siguiendo la tradición de guerra del Ejército, Palacios estima que un general debe situarse en la vanguardia. En los alrededores no hay otro que él mismo. A saltos, cruza Morandé con una metralleta en ristre, y entra al Palacio cuando los prisioneros ya se agolpan en la vereda poniente.
Palacios busca un objetivo principal: el Presidente. Pregunta por él en el primer piso y trepa a toda velocidad las escalas hacia el segundo.
Entonces, alguien dispara una ráfaga; una bala rebota en un muro, pega en el casco del teniente Iván Herrera y rasga una mano del general Palacios. El teniente de Inteligencia Armando Fernández Larios, enviado a identificar a los defensores del Palacio, pasa su pañuelo al general para que lo use como venda.
El general avanza recorriendo las habitaciones y ordenando el rescate de muebles y objetos, hasta que un subalterno le avisa que dos soldados han hallado un cuerpo en el Salón Independencia. Cuando entra, ve al doctor Guijón junto al cadáver del Presidente, al que reconoce por su macizo reloj Jaeger-LeCoultre. Lo interroga brevemente, sin creerle mucho -llega a pensar que el propio doctor pudo dispararle- y constata que ya no hay nada que hacer. Llama al oficial de radio y entrega su breve reporte al general Nuño:
-Misión cumplida. Moneda tomada, Presidente muerto.
A las 14:38, Carvajal informa a Pinochet y a Leigh, con un mensaje sintético que pasa a la historia en inglés: "They said that Allende commited suicide".