Como los latidos del corazón dentro del agua se siente el sonido rítmico que el arquitecto Fernando Ramírez Escare arranca del udu en cada percusión. De origen africano, el instrumento hecho de arcilla -cuyo nombre significa paz- y con forma similar a la de un feto era tocado por mujeres nigerianas para fines ceremoniales y es usado hoy en sesiones de musicoterapia con mujeres embarazadas. La pieza es uno de los 600 instrumentos que este porteño ha logrado reunir en 40 años y que desde hace cuatro expone en el primer Museo Organológico de Valparaíso y del país.

Ocho años tenía cuando en la casa del compositor Raúl de Ramón descubrió su afición por la música y los instrumentos. Y fue desde los 17 que intrigado por su origen, formas, sonidos y cultura comenzó a coleccionarlos y aprender su organología, para mostrar algún día parte de la historia de Valparaíso y de la cultura del mundo unida por estas piezas y sus sonidos. "Esta es una historia distinta de Valparaíso, contada a través de los instrumentos musicales que vinieron en un tiempo a través de los marinos e inmigrantes a avecindarse a esta ciudad, algunos con casi 250 años, y otros más recientes, que la gente que viaja va trayendo como recuerdos. Esto muestra la cosmopolía de este puerto", dice el arquitecto.

Recorriendo ferias y tiendas locales, conversando con amigos y vecinos, de casa en casa, rescatando instrumentos que figuraban como adornos en algún rincón. Así Fernando ha descubierto este patrimonio invaluable que impresiona a escolares y turistas. Hasta 200 escolares por día y varias decenas de turistas recibe por día.

Las culturas india, árabe, marroquí, china, africana y otras se reúnen en este museo. Una ocarina alemana del siglo XIX, una flauta de ébano rosado de 1830 y otra del período de la Revolución Francesa, la guitarra Ibáñez España de 1910 y otra de la cárcel de Valparaíso de 1910, son parte de la exposición de este museo, donde además funciona un pequeño taller para mantener las piezas y una sala de músico-terapia.

El circuito parte con los membranófonos, tambores y timbales hechos de cuero y parches sobre maderas, calabaza o losas. Sobresalen el bombo del norte, fabricado con la caja en que se portaba los tiros de dinamita; los timbales de losa de Marruecos; un d'jembé senegalés usado para "encantar" a las mujeres, de 20 kilos de peso, símbolo de la virilidad, y el taiko japonés, creado hace 1.600 años. "Los taikos tienen doble remache de los parches a la madera, porque el mito es que dentro llevan un ser escondido que es el que produce el sonido. Si se rompe algo pasa", dice Ramírez.