"¿Quiere porotos solos, con chuleta, longaniza o Pancho Villa?", pregunta una amable joven apenas se cruza la puerta del Palacio del Poroto con Rienda. En un espacio que alberga 16 mesas, la gente se agolpa como si compartiera un secreto. No cabe ni un alfiler; a mediodía siempre se llena. "Servimos cerca de 300 platos diariamente", cuenta su dueño, Miguel Hormazábal.
Sus padres supieron construir un imperio en los 50 años que existe el negocio en la calle Amengual, casi al llegar a Av. 5 de Abril, en la comuna de Estación Central.
Comenzó llamándose Entreamigos, y ofrecía almuerzos caseros. Pero al poco andar la dueña, María, notó que había un plato que se repetía en los pedidos: el de porotos con riendas. Con su marido, Luis Hormazábal, decidieron entonces potenciar la receta.
Hoy, a 12 años de la muerte de la señora María, su hijo Miguel los replica a la perfección. Pareciera que tuvieran curry, pero no. Tampoco, nuez moscada. Es más fácil adivinar la fecha del próximo terremoto que los ingredientes del plato sobre la mesa. Miguel no suelta por nada del mundo la receta que le vale elogios todos los días.
Tal fue el éxito de la especialidad, que hace tres años decidió cambiarle el nombre al local por el de Palacio del Poroto con Rienda. Y no se equivocaron. "Ahora viene mucha más gente que al comienzo. Incluso, nos queremos ampliar", cuenta Miguel desde la casona de 400 m2.
Son 70 kilos de porotos los que se cocinan diariamente, sábado incluido. "Esa cantidad se deja remojando el día anterior. La gracia está en que no tengan muchas cosas… y en el zapallo", revela, aunque en el plato éste ni se ve.
Mónica Acuña, esposa de Miguel, cuenta que hasta su local llega gente de todos los barrios de Santiago. "Vienen dateados por el boca a boca", dice.
Lleve de lo bueno
En el Palacio del Poroto con Rienda los platos se sirven hasta el tope y los precios responden a la categoría de picada. Los que vienen solos cuestan $ 1.200; con longaniza, $ 1.700; con chuleta, $ 1.800, y un Pancho Villa (más huevo frito, chuleta o longaniza), $ 2.200.
Ahora están pensando en innovaciones. "Vamos a tener el Manuel Rodríguez, que tendrá plateada o sobrecostilla. También agregaremos a la carta el Manolete, que llevará guatitas", cuenta Miguel frotándose las manos.
En este palacio los comensales, además, pueden tomar bebidas de un litro y hasta sentirse a gusto en la compañía de una maniquí.
Hasta poesía hay en el lugar, porque hace dos años su dueño escribió los versos que adornan la entrada del restaurante: "Oh, legumbres que nos dan la energía como el sol a la tierra…", comienza la oda.
El grano popular lo inspira, porque, según cuenta, le tiene hasta cariño.