Le gusta considerarlo un experimento. En 2007, el director austriaco Michael Haneke aceptó realizar una nueva versión de su película Funny games para el mercado norteamericano. Naomi Watts y Tim Roth interpretaron al matrimonio que dos jóvenes sádicos torturan explícitamente durante una noche. No fue su mejor película, pero Haneke logró algo de lo que esperaba: muchos espectadores estadounidenses se retiraron a la mitad de la función. No la soportaban. "El filme funcionaba porque les arruinaba la diversión a los consumidores de violencia", aseguró.
La noche del domingo no sólo James Cameron consolidó el éxito de taquilla de Avatar al ganar el Globo de Oro a la Mejor Película, también Haneke recibió algo más que una estatuilla: terminó de instalarse como el cineasta europeo del momento, al ganar la categoría de Mejor Película Extranjera con The white ribbon. Ambientada en un pueblo alemán en los albores de la I Guerra Mundial y protagonizada por niños y adolescentes, indaga en las bases sociales que derivaron en el nazismo. La cinta ya le había dado a Haneke la Palma de Oro en el Festival de Cannes 2009, entre otra larga lista de premios.
Alegrías, pero nada que encandile a Haneke. "Mis películas no están dirigidas a la crítica ni a la audiencia. No formulo respuestas ni cierro finales felices. Son películas perturbadoras, no son comerciales ni las realizo para complacer a nadie más que a mí mismo", dijo.
El origen de la violencia
Nacido en 1942 en Alemania, pero criado en Austria, Haneke se mueve con elegancia y sin culpa por las zonas más sombrías y reprimidas de la sociedad contemporánea. Trató de ser músico, actor e incluso predicador; fue crítico de cine, director de teatro y, en los 70, se formó en la televisión, adaptando libros de Joseph Roth y Franz Kafka.
Debutó en el cine el año 1989, con la historia de un suicida (The seventh continent), deambuló por la violencia adolescente (Benny's video, 1992) y saltó a la fama mundial con La profesora de piano (2001). Basada en una novela de Elfriede Jelinek y galardonada en Cannes, narra la tragedia de una mujer atrapada entre la férrea disciplina del Conservatorio de Viena y su controladora madre. Haneke siguió su travesía moral con Caché (2005): la calma de una pareja parisina se desmorona cuando comienza a recibir mensajes anónimos con filmaciones de su casa. De nuevo, el director fue premiado en Cannes.
Luego Haneke retomó un viejo proyecto, The white ribbon. Convocó a Jean-Louis Carrière, guionista de Luis Buñuel, recurrió al blanco y negro, y se olvidó de una banda sonora. "El origen de la historia son unos niños educados en un ambiente protestante de gran rigidez, con valores absolutos. Quería hablar de la perversión que supone un ideal cuando es presentado así. Es un problema universal, no sólo alemán", dijo al diario El Mundo.
Corre 1913 y un pequeño pueblo alemán es perturbado por una serie de incidentes violentos. Haneke observa los hechos a través de un grupo de niños que viven bajo las estrictas reglas de sus padres. Ellos, décadas después, serán la generación que llevará al poder al nazismo. Según Haneke, también pudieron ser otros niños. "Esta es la generación nazi, pero no quiero que el filme sea reducido a ese ejemplo. Podría haber hecho una película ambientada en el Irán de hoy y hacer la misma pregunta: ¿Cómo comienza el fanatismo?", dijo el autor. "Ese es el meollo de la película. Donde la gente sufre, las ideologías son exitosas: buscan algo que los pueda sacar de la miseria".