A través de los ventanales se ve un Ferrari, un Porsche y un Corvette. Brillan, impecables. Estacionados uno al lado del otro, parecen piezas de coleccionista. Hace cuatro décadas que la familia Argomedo cumplió el sueño de instalar un taller en plena Recoleta que se especializara sólo en estas marcas de autos de lujo.

Mientras se despide de un médico que dejó su Mercedes Benz último modelo para un afinamiento, Carlos Argomedo explica que la escasez de repuestos en los años 70 hizo crecer el negocio. "Mi papá inventó una pieza que era vital para las cajas de cambios de los modelos de entonces. Por eso empezó a llegar gente adinerada", relata. Después, en los 80, compraron las casas vecinas al taller para convertir el apretado espacio en uno amplio y luminoso, de 1.800 m2.

"Aunque estamos en Recoleta, quedamos a 10 minutos de Lo Barnechea", dice Carlos. Se refiere a lo fácil que es llegar para sus clientes de Las Condes, Lo Curro y La Dehesa si bajan por La Pirámide y entran a Recoleta por Av. El Salto. "Varios clientes insisten en que me cambie de comuna, pero la verdad es que no se me ha pasado por la cabeza. Me han ofrecido hasta construir un taller gigante en el Barrio Alto. Pero no quiero", asegura el dueño de este negocio, al que llegan personalidades como Leonardo Farkas.

Rugen los motores

El taller de los autos lujosos también es conocido entre los vecinos. Incluso, hay varios que llegan hasta el local a sacarse fotos con los autos del showroom.

Son vehículos avaluados hasta en US$ 2,4 millones. No por nada hay clientes que incluso se los mandan sólo para que los laven. "Hay un Aston Martin 177, que es el más caro que ha pasado por acá, que sólo lo lavamos nosotros, porque el dueño no lo quiere dejar en ninguna otra parte", señala Carlos.

Los mecánicos del taller dicen que trabajar ahí es como "el sueño del pibe". Eliecer Herrera es uno de ellos y partió con los Argomedo cuando tenía 11 años ordenando herramientas, y hoy sabe tanto que cada Aston Martin que llega cae en sus manos. "Estos autos están hechos de puros detalles. Por eso, en ponerle una patente puedo demorarme una hora, porque tiene que quedar perfecta", dice.

Cada mes reciben 80 vehículos. Pero el fuerte está en encontrarles la falla a los ejemplares a punta de precisión. "Con sólo escuchar el sonido del motor se descubren ciertas pistas. Ya de ahí lo que viene es sólo experiencia", remata Carlos.