Los sones de una tienda de discos cubanos se cuelan a la entrada, musicalizando el acceso a una mampara de baldosas donde toman el fresco los peonetas que arreglan calle San Diego. Todo podría ocurrir ocurrir en los años 50. Pero no. El Teatro Cariola permanece activo desde hace 70 años, viajando desde un pasado ostentoso hasta, a veces, días de estrechez.
Ahora, en una de las vitrinas de la entrada cuelga una pista sobre su futuro: un cartel que anuncia el show de los británicos Echo & The Bunnymen el 12 de noviembre. A su lado, otro afiche avisa que Devo tocará el 4 de diciembre (entradas vía Puntoticket). Ambos, figuras relevantes del rock global del último medio siglo y para recibirlos, el Cariola entró a una fase de restauración. El salto más ambicioso que ha experimentado desde que levantó el telón por primera vez, en 1954.
"Ibamos camino a convertirnos en una iglesia evangélica", reflexiona el presidente de la Sociedad de Autores Teatrales de Chile (Satch), José Luis Gómez (80).
Los dos conciertos internacionales son organizados por Transistor, la empresa que ha estado a cargo de eventos como el Festival Frontera. Entre el Teatro Cariola y esa productora media un acuerdo inédito: Transistor se hizo cargo de la restauración -murallas ahora blancas, detalles dorados, parquet nuevo, reparación de las butacas patrimoniales, sistema de sonido de estándar global- y a cambio, llevará durante 10 años sus conciertos a ese recinto, con un grado de exclusividad, según describe el vicepresidente de la Satch, Claudio Gómez.
Leonardo Valeria, director de Transistor, explica: "El teatro se está restaurando en su estructura original sin modificación alguna. El proceso durará hasta marzo de 2015. Estos primeros shows -de noviembre, diciembre y enero- tienen ya la nave central en perfecto estado, pero la restauración incluye zonas que seguirán en este proceso hasta finales del verano 2015".
Antes de eso, sin embargo, el Cariola ya venía olfateando rumbos. Hay nombres frecuentes en esa tarima: los pastores evangélicos, festivales de k-pop, charlas místicas de Juan Andrés Salfate. Esos shows siguen con espacio en la cartelera, así como una revista que prepara el presidente del lugar, Vodevil burlesque La dolce vita.
Pero entre esos compromisos fijos, la agenda del nuevo milenio probó con recitales punk, hip hop o metal. Hay un punto de quiebre en julio de 2013, cuando el grupo Dënver presentó su disco Fuera de campo. En diciembre pasado, El Bloque Depresivo (proyecto de Aldo "Macha" Asenjo de Chico Trujillo) repletó el lugar y ahora van por más: los días 26, 27 y 28 de diciembre están reservados para una pequeña temporada. La capacidad máxima que ahora tendrá el teatro (1.400 personas, con la cancha despejada; esa modalidad se ocupará para los recitales de Devo y Echo & The Bunnymen) lo convierte en una plaza atractiva para los músicos locales (ver recuadro).
"Nada mal", dice José Luis Gómez, mientras recorre la bóveda del teatro. "Esto ha pasado cuatro terremotos, pero mi intención siempre ha sido la misma: que sea un centro cultural. Para allá vamos".