SUELEN ser significativos los retornos, más aún cuando se trata del lugar de donde venimos. Un antiguo proverbio del poeta estadounidense Oliver Wendell Holmes viene de perilla: "El lugar que amamos, ése es nuestro hogar; un hogar que nuestros pies pueden abandonar, pero no nuestros corazones". Sus palabras, pronunciadas en el siglo XIX, hoy resuenan por los corredores del Teatro Antonio Varas y más allá, por la misma calle Morandé, en la Escuela de Teatro de la U. Chile, donde acaba de encenderse una luz en medio de la oscuridad.

Cuando el 14 de marzo Raúl Osorio dejó la dirección del Teatro Nacional Chileno (TNCh) tras 15 años, se develó una profunda crisis al interior del ex Teatro Experimental. Se habló de su pérdida de protagonismo, de la falta de recursos y la baja asistencia de público. El destape pudo aguar los festejos por los 75 años de la compañía agrupada en 1941, mientras se anunciaba parte de su programación del año y una gira por varias regiones del país. Sin embargo, a días de conocerse la renuncia de Osorio, en enero pasado, Clara Luz Cárdenas, decana de la Facultad de Artes de la misma casa de estudios y de la que depende el TNCh, encabezó la conformación de un directorio interino presidido por Igor Pacheco, jefe del Departamento de Teatro (Detuch), e integrado por los docentes Ana Campusano, Marco Espinoza, Mauricio Barría y Horacio Pérez. Luego se sumó a Annie Murath y Francisco Melo, además del diseñador histórico del teatro, Guillermo Gangas, en representación de sus funcionarios.

El directorio se reunió semana tras semana desde entonces, pero su silencio reavivó la curiosidad. ¿Quién sucedería a Osorio y qué ocurriría con la programación que ya había sido anunciada? Esta última duda se despejó pronto. Del legado de Osorio solo alcanzaron a ver la luz Viejos del terror, el montaje codirigido y protagonizado por Miguel Angel Bravo y Carolina Spencer, inspirado en Dos viejos pánicos, de Virgilio Piñera. También la reescritura de El avaro de Molière a cargo de Benjamín Galemiri, dirigida por Andrés Céspedes. Y, por último, la versión de Nelson Brodt de Animas de día claro, de Alejandro Sieveking, que llegó a regiones por los 75 años.

"Hubo un acuerdo con los directores y elencos que ya estaban ensayando de no bajar ciertas obras. De todos modos el teatro debía seguir funcionando. No era llegar y cerrar las puertas al público ni a los artistas", explica Pacheco en su oficina, donde anuncia novedades: "En octubre se abrirá el concurso público para elegir al nuevo director artístico, quien debería asumir a mediados de noviembre para hacerse cargo de la programación 2017", cuenta. El perfil, en sus palabras, define al sucesor como un "profesional del teatro en cualquiera de sus disciplinas, la actuación, dirección, dramaturgia o incluso el diseño, por qué no", agrega. Meses atrás, Cárdenas ya había dado luces al respecto: "Apostaremos por alguien más joven y conectado con el ambiente", declaró a La Tercera.

También habrá lugar para retornos. Desde el 24 de agosto, el Ciclo Teatro Abierto Jóvenes Directores surgidos en Democracia repondrá cuatro obras encabezadas por conductores egresados de la U. de Chile. "Es un gesto de renovación por parte del TNCh, que hoy vuelve a acoger a los nuestros", dice Pacheco. Ese día subirá a escena Demonios, la obra del sueco Lars Norén que el año pasado debutó en La Memoria, protagonizada por Néstor Cantillana y dirigida por Marcos Guzmán (Trabajo sucio). El director ya había pisado el Antonio Varas en 1998, recuerda, cuando repuso Los niños terribles de Jean Cocteau. "Me parece súper potente este gesto como indicio de una nueva época para que el TNCh recupere su lugar como contenedor de los distintos imaginarios que circulan en nuestra escena y un generador de propuestas escénicas innovadoras y transgresoras. Creo que para nadie es un misterio que el TNCh hace años que perdió por lo menos parte de su visibilidad, imagino que por múltiples factores: dirección, curatoría, presupuesto. De alguna manera se aisló. Es inexplicable el poco vínculo que tuvo en estos años con la Escuela de Teatro", dice.

Según datos del TNCh, el presupuesto destinado en 2016 desde la Facultad de Artes fue de $234 millones de pesos ($50 millones menos que en 2015), "muy por debajo de lo necesario para sostener un teatro", explica Pacheco, "sobre todo si incluye el arriendo de la sala al Banco Estado ($46 millones al año), los gastos operacionales y sueldos", añade. "Más allá de las críticas a una dirección, que la mayoría de los teatristas compartimos, hay un tema de financiamiento y funcionamiento burocrático en relación a la Facultad, que hace las cosas el doble de difíciles para cualquier administración. Urge una reestructuración más profunda", opina Juan Andrés Rivera de Los Contadores Auditores, la dupla egresada de Diseño Teatral (junto a Felipe OIivares) que el 29 y 30 de octubre repondrá La tía Carola, de 2011.

"He tenido la suerte de estar dos veces ahí como diseñador, pero esta es la primera con una de nuestras obras, y me parece necesario como primer paso de 'recuperación'. Creo que será lindo ver obras distintas en el teatro, que es nuestra casa y no la sentimos como tal", declara.

"El nombre Teatro Nacional Chileno merece una revisión a mi juicio", dice Luis Ureta, quien entre el 13 y 22 de octubre volverá al Antonio Varas tras varios años con En algún lugar del desierto de Atacama, de Marco Antonio de la Parra, estrenada en 2015. "Es una de nuestras propuestas -afirma Pacheco-, cambiarle el nombre al teatro, pues no es más que una herencia de la dictadura. Además, para ser el TNCh como tal, faltaría volver a conformar un elenco estable y ser un espacio retroalimentador para la escena. Por ahora es un poncho que nos queda grande", reconoce.

"Los teatros universitarios comenzaron a frenarse y, en el caso del TNCh, con una pésima administración de la U. de Chile, a desaparecer y borrar su propia historia", cree Alexis Moreno, quien junto a su compañía La María llegará para cerrar el ciclo entre el 27 y 29 de octubre con Los millonarios, de 2014. Añade: "Me parece que es un buen indicio el ciclo, pero lo realmente importante es cómo recuperar ese nicho histórico más que promoverlo como una sala más. Se requiere un director de primera línea pronto para desarrollar un proyecto que, si esta vez no cuenta con el respaldo de la Facultad de Artes ni un presupuesto digno de estos tiempos, acabará en una nueva crisis".