CHARLIE Gordon, de 37 años, padece un retraso mental con un coeficiente intelectual de 68. Su vida, hasta ahora miserable y burlada, da un giro cuando se somete a un experimento científico para aumentar su inteligencia. Paralelamente se hace lo mismo con un ratón. Mientras las pruebas arrojan asombrosos resultados en sus habilidades comunicativas y cognitivas, se enamora de un robot y acaba por convencerse de que sus compañeros de trabajo, quienes solían sentir lástima por él, ahora lo ignoran y desprecian. Pero a Charlie no le importa: esos viejos amigos no eran más que una manga de idiotas.
A la mitad del relato de 1959, escrito por el estadounidense Daniel Keyes y publicado en 1966 en The Magazine of Fantasy & Science Fiction con el título Flores para Algernon, se adivina el final de Charlie: el ratón tiene una sorpresiva muerte, pues sufre una regresión fatal. Entonces, lo que parecía ser una hazaña para la neurociencia de mediados del siglo XX, se convierte de pronto en una cuenta regresiva tenebrosa y angustiante para Charlie.
Estrenada el año pasado en el Teatro U. Mayor, dirigida por Nicolás Fernandois y protagonizada por Moisés Angulo, Algernon -basada en el libro ganador del Premio Nébula a la Mejor Novela de Ciencia Ficción pocos años después de la primera aparición del texto, y llevado al cine por Ralph Nelson en 1968- es la primera obra de este género en Chile en ganar el primer lugar del Festival de Teatro Joven de Las Condes. Tras el debut y las funciones en Santiago, giró por Cádiz, España, y luego en Antofagasta y Valdivia. Este 11 de marzo llegará al GAM.
"Parecía raro que una obra de ciencia ficción se quedara con un premio para representar a Chile afuera del país, sobre todo cuando aquí no se ha explotado el género y de que se trata de un festival español político y de izquierda", dice Fernandois. Sin embargo, "los españoles quedaron asombrados con la puesta en escena, donde estoy solo yo sobre una tarima, acompañado del ratón y de un tercer personaje -protagonizado por el estadounidense Tim Marzullo-, un neurocientífico que conecta electrodos en mis músculos para que, al contraerse, enciendan un foco que apoye mi interpretación", cuenta Angulo.
Mientras la dupla alista el reestreno, junto al colectivo Arte Matamala trabajan en su siguiente montaje, que debutará en agosto próximo en el mismo Teatro U. Mayor, financiado por el Fondart Regional con poco más de $ 17 millones. Angulo dará vida a Gregorio Samsa en La metamorfosis, la célebre novela de Franz Kafka que este año cumple un siglo, y cuyo inicio -"Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto"- está entre los más escalofriantes de la literatura universal. "Es un relato terrorífico y que plantea muchas lecturas actuales sobre la humanidad y sus miedos y perversiones", opina el actor. "Además, entrega más posibilidades escénicas por ser un autor conocido por muchos, y a quien también pondremos sobre el escenario", adelanta Fernandois, quien nuevamente asumirá la dirección. El montaje aún está en proceso de adaptación del texto y búsqueda del elenco. "Los 100 años son un enganche, sí, y probablemente presentemos también en colegios y regiones, pero lo importante aquí es poner en tablas un género menospreciado por muchos, y que en el cine y la literatura encontró un lugar que recién se amplía también al teatro", agregan.
No se equivocan. En un año marcado por los homenajes y obras de Shakespeare, Cervantes y Brecht, también verán la luz otros montajes de terror y ciencia ficción. En la Estación Mapocho volverá a presentarse en marzo El Pelícano, de Strindberg, dirigida por Javier Ibarra y protagonizada por Francisca Gavilán, quien encarna a una madre desquiciada y quien esconde el odio por sus hijos. El Teatro del Puente, en tanto, estrenará en agosto Manual de Carroña, dirigida por Ariel Hermosilla, un cuestionamiento al Manual de Carreño y las buenas costumbres, y que aparecerá en escena como un gran banquete con 11 animales de campo hambrientos, sentados a la mesa. "Teníamos esa imagen hace tiempo, y con mi compañía decidimos desarrollarla en tono grotesco y horroroso", cuenta su director. Los comensales son atendidos por humanos, y al no hallar algo que les apetezca, pensarán en deleitarse con la servidumbre. "Es la obra más sangrienta que hemos hecho, y esa propuesta y advertencia estética sitúa al espectador en otro lugar: si ir o no a ver la obra, si entrar o no, y si taparse los ojos o ver este sacrificio humano", agrega.
Luego, en octubre, Constanza Thumler, quien en 2014 puso en escena textos de Edgar Allan Poe en Sonata para un cuervo, volverá al mismo escenario del Parque Forestal con El hombre de Arena, el relato del alemán E.T.A Hoffmann de 1817 que fue incluido en sus Cuentos nocturnos. Protagonizado por Alejandra Oviedo, Pablo Schwarz y Moisés Angulo, presenta a Nathanaël, un estudiante traumatizado por la muerte de su padre durante su infancia, y quien a pesar de estar comprometido, se enamora de una autómata que lo lleva a la locura y muerte. "En esta exploración del terror constatamos la importancia de difundir a escritores relevantes como Poe y Hoffmann", dice Thumler. "Su maestría narrativa, el nivel de detalle, el manejo del suspenso y la intensidad de sus personajes, contribuyen a la identificación de un público seducido por sus relatos, y potenciando la puesta en escena", agrega.
Dieciséis puertas convertirán al escenario de Matucana 100 en un viejo albergue perdido en un sector rural de Francia, desde el 12 de mayo. En El malentendido, la obra de Albert Camus estrenada en 1944 y que ahora llega a tablas locales dirigida por Manuel Morgado, su autor narra una historia similar a la de Psicosis, de Hitchcock: una madre y su hija (Anita Reeves y Paulina Eguiluz) reciben en su hostal a Jan (Angulo) y María (Renata Casale), quienes buscan alojamiento. "Parece una historia medio anticuada y lenta al inicio, pero guarda un secreto oscuro", cuenta el director. Jan no se ha dejado caer allí por azar: sabe que esa mujer, la dueña del albergue, es su madre, pero ella parece no reconocerlo después de tantos años.
Mientras Jan busca el momento oportuno para decirles quién es, se percata de que ambas mujeres asesinan a todos sus huéspedes, arrastrando sus cuerpos al río y robando su dinero. "Hay algo placentero en el terror que está aún muy dentro de nosotros, en nuestras perversiones. Y aunque creo que el final de esta historia se sabe de anticipo, es durante la tensa espera del desenlace cuando nos invade la adrenalina del miedo", dice Morgado. Antes de que la verdad se revele, Jan terminará como una víctima más de la crueldad de su madre, sin que el espectador sepa si ella estaba al tanto de que el hombre que acaba de asesinar no es sino el hijo que alguna vez huyó de su rebaño.