Moisés Villarroel vuelve a ponerse esa camiseta roja. La del vistoso logro Reebok sobre el pecho, el número 15 y su apellido en letras que, por su exagerado tamaño, difícilmente podrían dejar de advertirse. Esta vez, no la recibe de manos del utilero Javier Riquelme. Y tampoco está en el vestuario del estadio Parc Lescure, en Burdeos. Se la entregan sus hijos Martín (11) y Cristóbal (5). El escenario es uno de los sectores de Reñaca, en Viña del Mar.
Mira la polera con nostalgia. "Era linda", juzga. Tiene la firma de todos sus compañeros, incluidos Iván Zamorano y Marcelo Salas. Le quedan dos casaquillas de las casi 20 que trajo del Mundial. La otra también está firmada por todo el plantel.
De fondo, aguas que rompían para matizar el recuerdo. Han pasado 14 años y un par de meses, pero el porteño retiene cada detalle. Luego del retiro de Mauricio Aros, es el último sobreviviente de la generación que Nelson Acosta guió hacia Francia '98. Pretende mantener esa condición. Ya acordó extender su relación con Santiago Wanderers y no puso límites. "Será hasta que deje de ser un aporte. Entreno al ritmo del resto. Mis compañeros me dicen 'viejo, para un poquito el ritmo'. No quiero dar lástima", sentencia.
En las Eliminatorias para la cita gala, su participación fue escasa. Sólo estuvo presente en la goleada por 6-0 sobre Venezuela, en el Monumental. La noche en que Zamorano le anotó cinco goles a Rafael Dudamel. El lugar en la nómina se lo ganó en otro partido histórico. El 11 de febrero de 1998, Chile cerraba una gira preparatoria, discreta hasta ahí, con un triunfo por 2-0 sobre Inglaterra, en Wembley. Los aplausos los concentró Salas, la otra estrella del equipo, quien marcó ambos goles. Pero el porteño también se consolidó. "Ese partido le marcó al 'profe' Acosta el convencimiento de que yo podía estar en el Mundial. Se dio todo lo que quería Nelson y lo que queríamos nosotros. Cambiamos la historia. Hicimos ver mal a Inglaterra, que siempre ha sido una potencia. Nos paramos en un reducto difícil, con mucha personalidad, y siempre pensando en preparar el Mundial. Era un buen parámetro", explica.
Villarroel repasa la primera fase de la cita global. Y destaca que, más allá de no conseguir un triunfo, la "Roja" respondió. "Contra Italia quedó demostrado que Chile estaba preparado para superar la primera ronda. Lo que recuerdo yo, es lo que no olvidan todos los hinchas. El arbitraje nos perjudicó. Esa mano sólo la vio (Lucien) Bochardeau. Ronald (Fuentes) la tuvo pegada al cuerpo y quiso sacarla. El balón lo golpea y el mismo gesto, quizás, lo lleva a sancionar. En ninguna parte del mundo lo cobrarían", recuerda. El siguiente paso también fue doloroso: "El empate ante Austria fue un momento de mucha rabia, porque, encima, poníamos la clasificación en riesgo. Era como que se nos venía encima la nube negra. Pero siempre estuvo la tranquilidad y la convicción de que si seguíamos jugando así, sería difícil quedarse en el camino. Hubo más rabia que cualquier otra cosa. Quedamos cabizbajos, de mal genio. Pero era muy difícil quedarnos afuera en la primera ronda".
La última imagen es feliz: "El gol del 'Coto' (Sierra) ante Camerún estará por años en la memoria de la gente. Y en la nuestra, como compañeros, también. Fue un gol muy lindo. La alegría ni la explico. Saber que pasábamos a segunda ronda de un Mundial, con un gol así, al ángulo, es un momento indescriptible".
La conclusión de Villarroel no admite interpretación. "Si Brasil no se nos hubiera cruzado en el camino, podríamos haber llegado más arriba. Tuvimos la mala suerte de encontrarnos con los mejores del mundo", especula.