Cajas de madera que se mueven. Ocho, 12 cajas de madera que, mientras avanzan sobre los rieles, pareciera que están a punto de desarmarse. Cargan un olor centenario y los ilumina por dentro una luz amarilla. Esa luz la proyectan las tulipas de vidrio que penden del techo, que también oscilan y cada tanto se apagan. Si los carros van livianos, el temblor se siente en el cuerpo. Pero a las horas punta esos detalles no se distinguen. Sí el ruido, la madera cruje. Son piezas de museo: los carros, los asientos -también de madera-, las lámparas, los carteles de señalización, los pasamanos, las estaciones. Por algo son los vagones de metro en funcionamiento más antiguos del mundo.

Es la línea A del Subte de Buenos Aires, la primera red de ese tipo en Latinoamérica, que a partir de mañana dejará de funcionar porque cambiarán esos carros belgas de 1913 por otros más modernos. La paralización del servicio por 56 días disparó quejas de todos los sectores. En principio, de los más de 250 mil usuarios que viajan a diario y que deberán buscar otra forma de moverse en un sistema de transporte que ya está colapsado. Luego, de los trabajadores que opinan que el recambio puede hacerse sin afectar el servicio y que la renovación irá en desmedro del funcionamiento de la línea. Y, por último, de los comerciantes -dueños de quioscos y puestos de diarios y revistas-, que no podrán trabajar hasta el 8 de marzo. El gobierno de Mauricio Macri, que va por su segundo mandato, anticipó que subirá el boleto. Aún no definieron cuánto, pero al menos duplicará su valor actual de medio dólar.

Aun con los carros nuevos, subirse a la línea A seguirá siendo un viaje en el tiempo. El metro se extiende a lo largo de 10,7 kilómetros desde Plaza de Mayo hasta Carabobo, en Floresta, una barriada de Capital Federal. Mantuvo los 95 coches antiguos La Brugeoise desde que fue inaugurada, el 1 de diciembre de 1913. Argumentan que ya no se consiguen los repuestos y que significa un peligro para los pasajeros. Cada carro es una reliquia, un símbolo de Buenos Aires. Lo mismo sucede con 14 de las 16 estaciones, que fueron declaradas Monumento Histórico Nacional por su valor testimonial. Están revestidas con azulejos blancos, conservan las rejas de época y afiches publicitarios de los años 40. Cada carro de esta línea tiene encanto y misterio. Hoy, por última vez se asomarán los ojos amarillos de las locomotoras. Vendrá, histórica, vestida de azul y gris tambaleando sobre las vías.

La nueva flota -45 carros de origen chino- ofrece aire acondicionado, cámaras de seguridad, apertura automática de puertas, dispositivos auditivos que anticipan el arribo a las estaciones. Son rectángulos de plástico decorados de blanco y amarillo, con 36 asientos y una luz lechosa que molesta los ojos. Para los 133 pasajeros que pueden ir parados, hay pasamanos. Han de ser silenciosos, han de correr ágiles. Es tecnología de alta gama que no consolará a los nostálgicos y defensores del patrimonio histórico. Es una renovación que a los pasajeros nos les da confianza. Saben que, además de encarecer el viaje, no soluciona el problema del transporte. Hoy será, para muchos, el último viaje en esas centenarias cajas de madera.