Señor director:
Haciendo alusión a la carta de Francisco Javier Astaburuaga, quiero contar mi propia experiencia de vida, esperando que pueda llegar a muchas mujeres que están pasando por un momento doloroso al tener que enfrentar un embarazo no deseado.
Tengo dos hijos adolescentes y soy separada. Hace aproximadamente un año tuve una relación que dejó de existir el día en que esa persona se enteró de que estaba embarazada. Jamás olvidaré el principio de esos días confusos, llenos de desconsuelo, desesperación y soledad. La maternidad había tocado a mi puerta sin yo quererla: ¿cómo enfrentaría esta nueva etapa de mi vida? Mi único pensamiento era buscar la forma de perder a mi bebé.
Pero creo en Dios y con seguridad él abrió una puerta de esperanza. Gracias a una amiga, tuve la oportunidad de tener en mis manos el número de teléfono de la Fundación Chile Unido. Recuerdo aquella voz al otro lado del teléfono, paciente, brindándome palabras de aliento y esperanzas y despertando mi conciencia. Fundación Chile Unido ha sido fundamental en mi vida.
Después de tanto dolor, llegó el día en que sentí alivio al contarles a mis hijos y al padre de ellos lo sucedido. No fue fácil. Desde ese momento sentí descanso, y lo que veía tan negro se estaba convirtiendo en luz. Recibí el apoyo de mis hijos sin reproches y el apoyo de su padre incondicionalmente. Mi bebé, aún en mi vientre, había traído la unión a mi hogar. Nunca pensé que con el nacimiento de mi hijo también yo volvería a nacer. Amo a mi hijo, y si tuviera que volver a vivir lo vivido por él, lo volvería a vivir.
Sandra Maureira