¿Dónde estabas?, pregunta Mario, cuando llega Luisa a la casa. -Te dije que iba a celebrar con la Jose-. Silencio. A esa altura Mario no sabe si es bueno preguntar por el motivo de celebración entre su mujer y su amiga. Primero, porque ya escuchó un "te dije" y eso quiere decir que, seguramente, en algún momento ella le contó qué iban a celebrar. Más que la respuesta que está buscando, Luisa frunciría el entrecejo y respondería: "¡Pero si te dije que...!" Y acto seguido empezaría el sermón con frases del tipo "nunca me escuchas" o "siempre tengo que estar repitiendo las cosas".
¿Le suena conocido este escenario? Lo más probable es que sí. No es problema de comunicación. Es la llamada "estrategia de la audición selectiva", esa que todos, más de una vez, empleamos con nuestra pareja cuando nos cuenta algo que no nos interesa. Así lo comprueba una encuesta británica realizada por Boots, empresa internacional, especializada en salud y belleza: el 83% de los encuestados cree que su pareja escoge qué escuchar y qué no cuando le habla. Es más: 75% -tanto hombres como mujeres- afirma que su pareja oye sólo lo que quiere o le interesa oír.
Se trata de una estrategia utilizada por ambos géneros, indica la encuesta.
Lo cierto es que hombres y mujeres acuden a ella con matices bastante distintos. Ellas, por ejemplo, suelenevitan saber demasiado sobre asuntos como la burocracia de la oficina, los problemas con el auto, o las cosas que él tiene que hacer en la semana. Ellos prefieren no escuchar sobre amigas, tareas domésticas y las copuchas de mujeres.
Por ello, no es de extrañar, que tras enterarse que hizo caso omiso al "asunto del cumpleaños", Mario tome cerveza para ganar tiempo antes que Laura lo bombardee con preguntas para desenmascarar su falta de atención.
De hecho, la encuesta británica explica que son ellas quienes tienden a poner a prueba a los hombres para saber si realmente las están escuchando o no. El 70% de las mujeres pide a su pareja que repita lo que ella estaba diciendo. Por eso es que Mario se adelanta. En un veloz cambio de táctica, antes de que el silencio sea demasiado obvio -y ella empiece a ponerlo a prueba para ver si realmente sabe por qué se juntó con su amiga-, opta por preguntar: ¿Y cómo está la Jose? Bien, -responde ella-. "Se ha sentido un poco mareada, pero la guagua está bien". Bingo.-piensa Mario. Ya sabe el motivo.
Y mientras él está orgulloso de su estrategia, Luisa se queda con la duda de si su pareja recordaba, realmente, lo que le dijo. Pese a ello decide continuar, sigue hablando de su amiga, le cuenta para cuándo tiene fecha, que ya está pensando en pintar la segunda pieza y que la guagua ya tiene muchos regalos. A esa altura, Mario ya no la escucha. Ya tiene la información necesaria y es mucho más atractivo concentrarse en los goles que pasan por televisión que enterarse de cómo se alterará la vida de la amiga de su mujer en los próximos nueve meses. Algo que, realmente, no le interesa saber.
Nadie dice que sea malo poner un filtro y escuchar solamente lo que uno quiere, pero si la estrategia falla y la falta de atención queda al descubierto, los resultados pueden ser contraproducentes para la pareja. Según la misma encuesta británica, más de la mitad de los personas consultadas reconoció que no haber escuchado una petición de su pareja -como hacer alguna tarea doméstica- desencadenó, finalmente, una pelea.