Hasta hace seis meses, Esperanza Spalding lucía su siempre resplandeciente corte afro, con un look que recuerda una y otra vez a las actrices negras de las películas de bajo presupuesto de los años 70. Las llamadas blaxploitation. Fue aquella apariencia con la que el público masivo la conoció hace cinco años, cuando ganó el Grammy al Mejor Artista Nuevo y dejó al favorito Justin Bieber y sus fanáticas con las ganas en la boca. En 2013 y 2014 volvería a atrapar el Grammy en áreas más orientadas al jazz, pero aquel recuerdo de 2011 aún se ve desde lejos como el solitario triunfo de una contrabajista contra el joven rey pop.

A un lustro de esa experiencia, Esperanza Spalding (31) ha recorrido caminos que de alguna manera la acercan a la música más popular, pero sin jamás abandonar su raíz en el jazz. Se toma su tiempo en grabar y sólo ha publicado dos álbumes, Radio music society en 2012 y el reciente Emily's D+Evolution, que le hizo cambiar su aspecto y adoptar el nombre de Emily, suerte de alter ego artístico.

Es bajo la consigna de la promoción de este disco que viene a Chile el 16 de septiembre junto a su grupo. Es decir, viene con Emily bajo el brazo. Se trata de la segunda visita de Esperanza Spalding a nuestro país después de la presentación de junio de 2013.

Nacida en Portland y con ancestros africanos, latinos e irlandeses, Spalding se formó como una aplicada estudiante de contrabajo en la prestigiosa Berklee College of Music. Uno de sus mentores en este período fue el saxofonista Joe Lovano, con quien tocó en formaciones de trío y cuarteto. No pasó mucho tiempo hasta que empezó a cantar y en 2006 se publicó su primer disco. En 2008 vino el álbum Esperanza y en 2009 se presentó en la ceremonia en que el presidente Barack Obama recibía el Premio Nobel de la Paz. Es más, en la reciente lista de canciones del verano de Obama para Spotify se incluye el tema Espera, de su segundo disco.

¿Qué le parece estar en la lista de Obama junto a Miles Davis, Billie Holiday o Caetano Veloso?

Es demasiado espectacular. ¿Qué puedo decir? Te sorprendes de que alguien tan ocupado, con tantas cosas que hacer, tenga tiempo además de escuchar música, de escoger artistas nuevos y que entre ellos esté yo. Es un honor saber que a través de la música puedes dar inspiración, concentración, alegría, energía.

¿De qué manera la ha ayudado la imagen para llevar el jazz a más audiencias?

Todos los que tienen cierto atractivo físico están en el mismo bote y a medida que se hacen viejos, en su público sólo irán quedando los que fueron a verlos por su música. Al revés, quienes no poseen una gran imagen tienen que trabajar más duro para atraer audiencias, pero a largo plazo es más valioso: su público siempre los quiso por su arte. No estoy diciendo nada nuevo. Todos lo sabemos. Todos saben que una cara bonita abre puertas o te pone en ciertos lugares importantes al que otros no tendrían acceso. Ser atractiva, joven y mujer es ventajoso y puede ayudar a difundir el jazz, pero al final lo importante es lo que haces. Siempre lo más importante es tu creación. Siempre.

¿Tras el Grammy de 2011, el jazz puede haber ganado acceso a más público?

El jazz es como esa bebida gaseosa que tenemos en EE.UU., Doctor Pepper. A todo el mundo le gusta Coca-Cola y un segmento muy, muy reducido prefiere Dr. Pepper. El jazz es Dr. Pepper. Puede que a veces alguien venga a un concierto mío porque mi nombre le suena desde los Grammy. Y tal vez le guste y tal vez alguien le diga que eso es jazz y, por lo tanto, cuando salga de nuevo un viernes en la noche vaya a ver jazz. De alguna manera, la razón por la que hice el disco Radio music society tras el Grammy fue porque quería que otro público viniera a mis conciertos. Sin embargo, yo soy por naturaleza jazzista y no puedo traicionar mi naturaleza. Es mi pasión.

¿Quién es Emily, el personaje de su nuevo disco?

Emily es la personificación de un compromiso. Ahora entiendo de lo que ella vino a hablar, pero sólo tras dos años de trabajar en el material. Fue apareciendo como un espíritu en mi mente y yo he sido en cierta forma la escribana de ese fantasma. He tratado de descifrar qué es lo que quiere y he creado las canciones siempre pensando en la manera en que ella las cantaría o modularía. Primero me llegaron los nombres de los temas a la cabeza y luego comencé a entender qué significa ese título. Todo ha sido muy intuitivo. Emily es una persona que celebra todas las formas de relacionarse con el mundo de una manera desinhibida, creativa, sin barreras culturales, de cierta manera como un niño. Pero no es una niña. Es una adulta y está en evolución, haciendo un camino al futuro.

¿Pasará muchos años con Emily?

No. Ahora está en plena erupción, pero, como los volcanes, puede aparecer y desaparecer, ir y volver. Es parte de la naturaleza, también puede estar en otra persona, ser parte de todos.

¿Cómo es la relación entre Esperanza/Emily y el productor Tony Visconti, el hombre tras gran parte de los discos de David Bowie ?

Hace tiempo que quería trabajar con alguien fuera del mundo del jazz. Básicamente buscaba un sonido que siguiera siendo jazz, pero al mismo tiempo poderoso. Deseaba que se escucharan todos los instrumentos, con mucho atrevimiento en el sonido. Lo que hice fue grabar las canciones e ir donde Tony para que él luego les pusiera color. A través de la utilización de filtros y mezclas, él coloreó el disco e hizo un gran trabajo.

Sé que le gusta la música latinoamericana

Sí. Particularmente la argentina: Atahualpa Yupanqui, Cucho Leguizamón, el trío Aca Seca. De Brasil, siempre estoy escuchando algo de Milton Nascimento o de Djavan. En general siempre busco algo nuevo en la música latinoamericana.