En sus 30 años como docente de educación física, Eduardo Sotomayor ha sido testigo de diversas modas juveniles, estilos de crianza y formas de entretención de sus alumnos. Pero también de un fenómeno que hoy preocupa a gobiernos y especialistas y que diversos estudios reflejan en toda su dimensión: las nuevas generaciones experimentan un alarmante decaimiento de su rendimiento físico en los últimos 10 años. "Hace más de una década, por ejemplo, en la evaluación de Cross, los niños trotaban cinco mil metros en promedio. Ahora se bajó a tres mil. Tuvimos que bajar ese parámetro, porque los niños no tienen las mismas condiciones", dice el jefe del Departamento de Educación Física del colegio SSCC, de Manquehue.
Su diagnóstico no es aislado. Ximena Zúñiga, jefa de deportes del Instituto Alemán de Puerto Montt, reconoce que las bajas habilidades físicas de los alumnos han obligado a los docentes a reducir las rutinas. "Hemos detectado en los controles deportivos de trepas, que hace 15 años el 85% de los alumnos subía la cuerda sin problema. Ahora, en enseñanza media sólo el 20% del curso lo logra. A los varones aún se les mide con tiempo, pero a las mujeres ya no podemos hacerlo, porque suben lo que pueden. Hay sólo tres alumnas que lo hacen y es porque son deportistas de alto rendimiento", dice.
Es la generación de los niños débiles. Aquellos que nacieron en plena era digital y que prefieren el computador y la TV a realizar actividades al aire libre. ¿El resultado? Niños con poca motricidad y flexibilidad, mal rendimiento físico y más riesgo de obesidad que sus pares de hace una década. No sólo eso. También son más enfermizos, se esguinzan y fracturan más fácilmente, tienen resistencia a la insulina y poseen menos capacidades de resolver conflictos, porque no juegan ni en los recreos ni en el barrio.
Las estudios sólo ratifican el fenómeno. El último Simce de Educación Física, realizado a niños de 8º básico de 335 colegios del país, reveló que sólo el 9,2 % de los estudiantes posee una condición física satisfactoria. Y una investigación de la UC del Maule, que analizó la condición física de 3.500 niños de esa región -en 1997 y 2007-, a través de cinco pruebas mostró resultados desalentadores: en dos los niños de 2007 sacaron peores resultados, mientras en los otros tres estaban igual. Un ejemplo: si en 1997 un niño de 11 años lograba extender su tronco y brazos hasta 25 centímetros -lo que era considerado regular-, en 2007 lo hacía sólo 21 centímetros, calificado como "muy malo" para esa edad. "En general, todos los niveles son de regular a malo. Es decir, que en lo que eran malos, siguen igual de malos y en algunos están peor", dice Patricio Gatica, autor del estudio y decano de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UC del Maule.
Encerrados en casa
No sólo los profesores de educación física ven el cambio. "Hace una década, en los recreos los niños jugaban con dinámicas de equipo como la pinta, el fútbol o la escondida. Hoy se dedican a jugar cartas, intercambiar stickers o hacer pulseras. Actividades que no implican un esfuerzo físico", dice Bárbara, profesora 29 años en el Andrée English School.
En las casas el panorama no es mejor: "En las plazas los niños ya no hacen deporte. Ahora sólo se sientan a conversar y fumar desde chicos", dice Luis, encargado de aseo del Parque Errázuriz. Lo mismo piensa Raúl, conserje desde hace años de un edificio en al zona oriente. "Los niños de ahora ya no salen del edificio a jugar. La rutina es del jardín o colegio al departamento. Antes por lo menos bajaban a la plaza a compartir con amigos".
Sus impresiones se ven reflejadas en un estudio de Unicef de 2007 que analizó el estilo de vida en 12 países, y que reveló que Chile es la nación donde los niños juegan menos al aire libre (23%). Tampoco es casual que en ese mismo estudio la actividad principal de los niños chilenos fuera ver televisión (75%) y hacer tareas o ir al colegio (70%). Participar en juegos de actividad física (28%) o explorar la naturaleza (26%) no están en sus prioridades. Por lo mismo no tienen problemas en reconocer que por navegar en internet están dispuestos a restar tiempo a la lectura de libros o revistas y el 15% deja de hacer deporte, según el estudio Generaciones Interactivas en Iberoamérica.
Pero el uso y abuso de la tecnología no es la única causa. El estilo de crianza también es parte del fenómeno. En el estudio de Unicef, el 66% de las madres cree que sus hijos prefieren jugar afuera que adentro, pero al mismo tiempo, el 82% reconoce que, por sus propias preocupaciones, sus hijos permanecen dentro de la casa. "En estos tiempos te arriesgas a que los niños vengan al colegio en bicicleta y lleguen a la casa sin ellas; quizás por esas preocupaciones nuestras como padres, los hijos se han puesto más flojos", dice Andrés, apoderado de un colegio de Santiago. "Yo que vengo a dejar y buscar a mis hijos al colegio, lo hago primero por comodidad, y segundo, para tener más control sobre ellos y saber que están seguros", dice Ximena, otra apoderada. Los padres se dan cuenta de que su actitud refuerza la falta de actividad física de sus hijos, pero no cambian la rutina. Eso no sólo significa niños más débiles físicamente, sino también menos independientes. "Yo a los 16 años andaba en micro y caminaba harto. Ahora a mis hijos que van a cumplir 18 todavía los traigo en auto al colegio", reconoce Alejandra. "No andan en bicicleta, no caminan, no hacen nada. A niños de 12 y 15 años todavía los mandan en furgón escolar. Los papás impulsan el sedentarismo", dice Luis, un transportista.
Los profesores han notado que los padres están más aprensivos. En los últimos cinco años, dicen que en días de alerta o preemergencia mandan comunicados a los profesores pidiendo que sus hijos no hagan ningún tipo de actividad física.
Es que con familias cada vez menos numerosas los padres se vuelven más sobreprotectores. "Los niños antes se entretenían solos, pero ahora les facilitan muchas cosas y cuidan de no exponerlos a peligros. Eso los limita en la actividad física, pero también para resolver los conflictos, algo esencial que aprendían jugando y en interacción con otros", dice Francisco Moraga, presidente de la asociación de Pediatras de Chile.
De hecho, algunos colegios comentan sobre el número creciente de licencias médicas por diversos motivos para no hacer educación física. Una práctica avalada por los padres. "En las carpetas tenemos muchas licencias médicas o certificados para evitar la clase de educación física. Yo creo que es porque les cuesta, porque sufren y porque no van a obtener las notas que quieren", dice el jefe del departamento de Educación Física del colegio SS.CC., de Manquehue.
El fin de la vida de barrio también ha hecho que cada vez salgan menos a jugar a la calle. "La sociedad ha cambiado mucho. Hoy los niños viven en condominios o parcelas donde no tienen idea quién vive al lado, por lo mismo es que no salen a los parques o plazas. El amigo de barrio ya no existe", dice Jorge de la Cerda, profesor de educación física y entrenador de vóleibol.
Efectos secundarios
José Herrera, actual director de la carrera de entrenador de deporte y actividad física del Instituto Nacional del Fútbol (Inaf), también lleva 30 años realizando clases de educación física. Según él, hay evaluaciones que ya no se pueden tomar en los colegios, como el test de Cooper. "Antes se podían hacer ejercicios con mayor actividad, con mayores exigencias que las que se hacen hoy, pero ahora los profesores están más reacios a hacer ejercicios de exigencia, porque los niveles de rendimiento han bajado. Hace 20 años se tomaba el test de Cooper sin mayores problemas, pero ya no se emplea. Incluso ahora los profesores tienen que ser más creativos, porque a los niños les da lata hacer educación física", dice.
El sedentarismo y la falta de actividad física les está pasando la cuenta a los niños. El colegio Manquehue, a través de una evaluación médica que realiza cada cierto tiempo, notó que los niños de pre kínder y kínder tenían los mayores riesgos de obesidad del colegio. En 2007, por ejemplo, los de kínder tenían 23% de riesgo de obesidad, mientras que en los de cuarto medio llegaba al 3,1%. Tras eso, aumentaron las clases de gimnasia en los preescolares. La obesidad no es el único daño. Una mala capacidad física también expone a los niños a más enfermedades, esguinces o fracturas y es sinónimo de males cardíacos en la adultez.
Pero también tiene un efecto colateral no menor. "Como no juegan, les cuesta resolver conflictos. Además, los padres interfieren en las soluciones de sus problemas, por lo que son niños que no toleran la frustración. Y eso lleva a otro problema al interactuar con un igual, el bullying", dice Moraga.