Llega a casa y abre la tapa de su notebook. Desde su interior emergen cientos de imágenes y sonidos eróticos. Quejidos, palabras sugerentes y mujeres que le hablan al hombre que acaba de apretar el botón de encendido. A la mañana siguiente va a su oficina y le dicen que tuvieron que limpiar el disco duro de su computador.
"Tenía pura basura: penetración, sexo con una vaselina especial, pornografía de este tipo y del otro. ¡¿Qué diablos es eso?! Brandon, tendrás que tener más cuidado con los estudiantes en práctica en el futuro. Que no te ensucien tu computador con esas porquerías", le dice su jefe.
Nadie sospecha de la obsesión sexual de Brandon (Michael Fassbender). Por el contrario, es un caso ejemplar de ejecutivo que lo hace todo bien. O que aparenta hacerlo todo bien. Nadie tampoco sospecha que el buen vecino que llega todos los días a su lujoso apartamento de Manhattan sea un adicto al sexo, con menos control que un animal en celo. No ven lo que sólo el atormentado Brandon puede ver: alguien encarcelado en una compulsión y a la que sólo responden los computadores y las prostitutas.
Otro dato lamentable es que Brandon siente vergüenza de su condición. De ahí el título de la película en inglés Shame: vergüenza. La película por la que Michael Fassbender se llevó la Copa Volpi a Mejor Actor el año pasado, en el Festival de Venecia, se estrena la próxima semana en Chile. Pero será una exhibición de modestas ambiciones: apenas seis copias para un filme que ha tenido críticas positivas en todo el mundo.
La razón es que la cadena Cinemark se niega a exhibir el trabajo del director británico Steve McQueen. Y no sólo en Chile, sino que en todo el mundo. Desde los cuarteles generales de la compañía en Dallas (Texas), los directores de Cinemark objetaron el contenido sexual del largometraje. En esta decisión no hubo excepciones territoriales y en el Cono Sur, Cinemark de Chile y Argentina se suman a la negativa.
En la oficina chilena de Cinemark no dan una declaración oficial y se limitan a decir que sólo acatan las órdenes de Dallas. Y en Texas, aquel mandato fue el siguiente: "Cinemark exhibe una gran cantidad de películas para diversas audiencias y siempre lo hará. Pero tenemos una larga política de no mostrar filmes que sean de calificación NC-17 (la más dura en Estados Unidos, sólo para mayores de 17 años). Y como Shame es NC-17 no la exhibiremos en nuestras cadenas".
La acción del largometraje transcurre en pocos días. Mejor dicho, en pocas noches: su protagonista vive mejor entre medianoche y las 7 de la mañana. A esas horas lleva prostitutas caras a casa, navega en su laptop, recorre los clubes nocturnos más sórdidos de la ciudad, trota para vencer la angustia de la soledad y duerme de vez en cuando. Un día de aquellos arriba a casa Sissy (Carey Mulligan), su hermana. Ella es lo opuesto al callado Brandon: es expresiva, cree en las relaciones de amor y canta en un club. En lo que ambos se parecen es en una amargura vital que tal vez sea genética. Los dos chocan y hay problemas. Casi no se soportan.
Mientras tanto, a Brandon se lo ve pasear desnudo y vestido por su habitación. La cámara del director Steve McQueen lo sigue a todas partes: con pantalones o exhibiendo sus órganos genitales. En aquella opción no hay regocijo. Más bien se trata de mostrar a un hombre que a duras penas se sabe relacionar más allá del piel contra piel.
Borracho de sexo
Una escena en un restaurante lo dice todo. "¿Cuánto es lo que más has durado con alguien?", le pregunta una compañera de trabajo en quien Brandon tiene un evidente interés. "Cuatro meses. Eso es demasiado", responde. Y no hay mucho más que decir: este hombre que tiene llegada fácil con el sexo opuesto se complica revelando demasiado de sí mismo. No es su estilo. "¡Te sonrojaste! Eres tímido", le dice la mujer. Probablemente, en una mesa de restaurante sí, pero no en la cama. Ahí Brandon echa a andar su talento.
El director Steve McQueen ya había ganado en el 2008 la Cámara de Oro en Cannes por Hambre, donde Fassbender encarnaba a Bobby Sands, activista del IRA que murió tras una huelga de hambre. Si aquel personaje ya fue difícil, el del adicto fue un trabajo para profesionales. "Creo que Michael (Fassbender) se volvió un poco loco en esta película", comenta McQueen.
Acerca de la motivación para hacer un filme sobre este tipo de personajes, McQueen se explaya: "Fuimos a Estados Unidos, hablamos con un sicoanalista y, también, con verdaderos adictos al sexo. Mientras investigas, te cuestionas tu propia psiquis. Llegas a entender bien la conducta de este tipo de personas. Hacen 'sexcapadas' (escapadas sexuales), pasan todo el día en internet y, ya sea masturbándose, estando con prostitutas o haciendo cualquier cosa, toman riesgos sexuales extraordinarios. Después sienten una inmensa culpa. Uno de los sicoanalistas nos dijo que esta adicción tiene tanto que ver con el deseo de tener sexo, como el alcoholismo tiene que ver con estar sediento".