Ricardo III (1483-1485), quien fuera uno de los reyes más polémicos y caricaturizados por la literatura británica, parece seguir sacudiendo la historia de su país incluso 529 años después de su muerte. Eso al ponerse en duda incluso la legitimidad real de los antepasados de Isabel II.
Cuando esta semana la revista Nature Communications, basándose en un estudio de la Universidad de Leicester, confirmó que el esqueleto exhumado dos años atrás bajo un estacionamiento en el centro de la ciudad de Leicester correspondía en un "99,999%" al de Rey Ricardo III, se dio por zanjada una investigación forense de más de 500 años, la más antigua de Reino Unido. Pero a la vez, desveló un nuevo misterio.
Los científicos de la Universidad de Leicester no hallaron coincidencias de ADN con los familiares vivientes de la rama paterna del rey, lo que podría implicar que en algún punto de la historia existió un adulterio del cual nació un hijo ilegítimo. Con lo que, en términos sanguíneos, se rompió la cadena de sucesión.
"Puede que hayamos resuelto un misterio histórico, pero al hacerlo, plateamos una nueva incógnita", aseguró a la cadena británica BBC Kevin Schürer, profesor especialista en Genealogía que participó en la investigación.
Con este hallazgo, la Reina Isabel II podría no ser descendiente de Eduardo III (1327-1377) y de su hijo John de Gante, el linaje al que los Tudor apelaron para reclamar el trono.
Sin embargo, los investigadores señalaron que no hay forma de saber qué podría significar esto para la monarquía reinante, ya que es casi imposible saber en cuál de los 19 eslabones de la cadena de sucesión investigada se produjo la infidelidad. Comprobar dónde se produjo la ruptura significaría exhumar al menos otro cadáver.
Sea como fuere, de haberse conocido este adulterio en su tiempo, habría acarreado graves consecuencias al destino de Inglaterra.
"Si Juan de Gante no fuera realmente el hijo de Eduardo III, Enrique IV no habría tenido derecho a reclamar el trono, y tampoco Enrique V, Enrique VI, ni indirectamente, los Tudor", aseguró Schürer al diario El País. Así, difícilmente Enrique VII podría haber reclutado a un ejército para la batalla de Bosworth de 1485, donde destronó al mismo Rey Ricardo III, quien luchó hasta la muerte.
En todo caso "estadísticamente es más probable que la ruptura se produjera en la parte más baja de la cadena", es decir, no en los primeros puestos de la línea de sucesión al trono.
Para los científicos, la infidelidad es la explicación más plausible para argumentar la incompatibilidad genética, debido a que todos los detalles confirmaban que los restos sí correspondían a los del rey. "Si pones toda la información junta, la evidencia confirma que es Ricardo III es abrumadora", explica la líder del proyecto, Turi King.
La investigación también arrojó otras conclusiones inesperadas, como que en realidad el retrato que hizo William Shakespeare de él, que era feo y desfigurado, no era más que una caricatura, y que en realidad, Ricardo III era más bien apuesto y simplemente padecía de escoliosis.