Más de 2.000 controles anti-doping se realizarán en los Juegos Olímpicos de Invierno que se desarrollan en Vancouver, Canadá, para detectar si los deportistas han consumido sustancias prohibidas como hormonas de crecimiento o anabólicos para mejorar su rendimiento. Pero la nueva amenaza para el deporte limpio es como un ninja, pues es prácticamente invisible para estas fiscalizaciones: el dopaje genético.
La terapia génica, cuyo desarrollo ha sido guiado por la búsqueda de tratamientos para enfermedades, es la última tentación para deportistas y entrenadores de elite que buscan lograr registros que un organismo normal sería incapaz de alcanzar sin una "ayuda extra".
"El dopaje genético no es inminente y probablemente no ocurra en Vancouver, pero está en el horizonte", afirma a La Tercera Mark Frankel, director del programa de libertad científica, responsabilidad y legislación de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS). Frankel, junto a expertos de la Agencia Mundial Anti-Doping lanzaron una alerta en la última edición de la revista Science sobre estas prácticas, difíciles de detectar y potencialmente peligrosas para la salud de los deportistas.
Una nueva generación
Un candidato para dopaje genético es el factor de crecimiento insuliníco tipo I o IGF-I. Se trata de una proteína -activada por un gen- que estimula el crecimiento y la división de las células y controla el consumo de insulina. Si bien ayuda a tratar la diabetes y distrofias musculares, también promueve el crecimiento y el mejor funcionamiento de los músculos.
Otro tanto ocurre con el gen EPO que regula la producción de eritropoyetina, una hormona que incrementa la producción de glóbulos rojos, encargados de transportar el oxígeno a los músculos, lo que mejoraría la resistencia física, condición fundamental para el éxito de los atletas. En 2005, investigadores norteamericanos incrementaron la producción de eritropoyetina en primates, tras insertar en su ADN una copia de este gen.
Otra molécula que está en la mira es la PPAR-D, que regula el funcionamiento de los genes involucrados en el metabolismo de los lípidos y el uso eficiente de la energía. Estudios en ratones sometidos a terapia génica mostraron que la sobreabundancia de esta sustancia mejora la resistencia del organismo durante el ejercicio físico. "Sospechamos que quienes potencialmente utilizarían el dopaje génico se están manteniendo al tanto de la tecnología genética, aprendiendo y preparándose para usar técnicas similares en los deportes", alerta Theodore Friedmann, genetista de la Universidad de California en San Diego.
Un ejemplo es el escándalo ocurrido en 2006, cuando el entrenador alemán Thomas Springstein fue sorprendido intentando conseguir Repoxygen, una sustancia que inserta una copia del gen EPO, para utilizarla en dopaje genético. Otro capítulo lo escribió un laboratorio chino que ofreció terapias génicas justo antes de los Juegos de Beijing, en 2008.
Un juego peligroso
Pese a las mejoras en los músculos, la resistencia y el uso de la energía que han mostrado estas terapias génicas, su uso reviste serios riesgos para los atletas sanos. Estos tratamientos se encuentran aún en pañales y faltan pruebas que confirmen que su uso es seguro para el hombre.
Ejemplo de esto es la terapia génica utilizada en 2003 en Francia para curar a niños que padecían una inusual enfermedad inmunológica. Si bien el tratamiento logró corregir este defecto, les provocó leucemia. "El dopaje genético puede ser muy peligroso para quienes lo intenten. Aún hay cosas que no se saben sobre lo que ocurre cuando se modifican los genes", dice Frankel.