Su peor pesadilla: que una mujer le proponga matrimonio. El abogado Egbert "Pinky" Fitzgerald es sólo un personaje secundario en La alegre divorciada (1934), un telón de fondo para la historia de romance y baile protagonizada por Ginger Rogers y Fred Astaire. Pero su presencia ligeramente afeminada es suficiente como para que esta película de principios del cine sonoro sea la encargada de abrir el ciclo Orgullo y prejuicio, en el que los canales de cable TCM e I.Sat recorren las distintas formas de retratar la homosexualidad en el cine.
Todos los lunes y martes de junio, a partir de las 22 horas, los canales presentarán dos filmes que burlaron la censura y presentaron temáticas y conflictos riesgosos para su época. Cada película estará acompañada por una introducción a cargo de los actores Humberto Busto (TCM) y Eusebio Poncela (I.Sat), en los que se analiza la relevancia de estos filmes en la historia del cine con temas gay.
El ciclo va más allá de los estereotipos y las etiquetas. Para el español Eusebio Poncela, protagonista de La ley del deseo, de Pedro Almodóvar, la serie puede ayudar a exponer y eliminar prejuicios: "¿Qué es una película gay? Eso no existe", insistió, en la presentación de este ciclo en Buenos Aires. "Hay mucha ignorancia. A ver si con esto podemos aclarar esa confusión".
Es por ello que en esta selección se buscaron filmes que no necesariamente son los más evidentes sobre la temática homosexual. "Cuando me invitaron, pensé que serían las películas que más le gustan al público gay", aclara el actor mexicano Humberto Busto (Amores perros): "Pero me sorprendió que no: son filmes que deben pasar por una interpretación, pues hay muchísimas formas de decir las cosas sin ser literal". Así, se trata de películas arriesgadas, pero no necesariamente marginales: participan en ellas grandes directores, actores famosos y ganadores del Oscar.
Las primeras décadas del cine de Hollywood gozan de una inesperada liberalidad. En La alegre divorciada, de Mark Sandrich, el algo esquemático personaje de "Pinky" Fitzgerald no tiene problemas en rechazar a sus pretendientes, mientras declara su afición por las muñecas y el color rosado. Más atrevida es La reina Christina (1933), de Rouben Mamoulian, donde Greta Garbo protagoniza la historia real de las tendencias bisexuales de la monarca sueca.
El Código Hays, establecido en 1934 y vigente hasta 1967, puso fin a este escenario. Se restringieron los besos, el vestuario y las historias que fuesen juzgadas inmorales. Los personajes y conflictos homosexuales fueron censurados, pero el cine se las ingenió para establecer subtextos. De esta etapa es la apasionada complicidad que une a Sal Mineo y James Dean en Rebelde sin causa, de Nicholas Ray, película que evitó la prohibición omitiendo cualquier alusión sexual entre sus personajes.
Más evidente fue De repente, el último verano (1959), de Joseph L. Mankiewicz: la película escrita por Tennessee Williams logró el permiso del Motion Picture Production Code Administration y de la Iglesia Católica, para mostrar a un hombre abiertamente homosexual. Fue protagonizada por Montgomery Clift, Katharine Hepburn y Elizabeth Taylor.
En los años 70, el panorama comenzó a retratar con más libertad el mundo homosexual. Aparecieron filmes de culto como The rocky horror picture show (Jim Sharman, 1975) o representaciones más crudas, como Cruising (William Friedkin, 1980), con Al Pacino. Son filmes claves para entender la actual diversidad del cine mundial. Una muestra de ello exhibe el canal I.Sat, con el estreno en el canal de la premiada Milk (2008), de Gus van Sant, sobre el político gay Harvey Milk, y la ganadora del Oscar, Secreto en la Montaña (2005), de Ang Lee. Fuera de Hollywood, están presentes las historias de transexuales con Morir como un hombre (2009), de Joao Pedro Rodrígues, y Beautiful boxer (2004), de Ekachai Uekrongtham; además de la comedia But I'm a cheerleader (1999), de Jaime Babbit, y el relato de distintos tipos de cariño en The edge of heaven (2007), de Fatih Akin.