El cine es una buena forma de acordarse de los viejos tiempos para el escultor chileno Hugo Marín: mientras revisa sus líneas en el rodaje de la película Bonsái piensa en Enrique Lihn. En la cinta, que se filma entre Santiago y Valdivia, el artista tiene un rol breve, como el crítico que presenta la nueva novela de un escritor inspirado en Germán Marín. "Pero más que a Marín, lo que me interesa es rememorar a Enrique Lihn, de quien fui amigo y compañero de generación. Es una forma de traerlo al presente", explica el también pintor.
Basado en la novela homónima de Alejandro Zambra, el segundo largometraje de Cristián Jiménez está cruzado de referencias culturales, como la presencia de Hugo Marín, pero además, incorpora el rock chileno reciente. "La novela de Zambra tiene muchas citas de libros, pero en mi película hay pocas. Sí, en cambio, hay mucha música", explica Jiménez, que este martes en la madrugada registró una serie de tomas con los grupos Pánico, Tío Lucho y Fernando Milagros en el Centro Cultural Alameda.
Bonsái tiene un presupuesto de 500 mil dólares y, según Jiménez, el plan es estrenar el próximo año en un festival internacional de relevancia, para luego acceder a las salas chilenas. El realizador de 35 años logró muy buenas críticas el año pasado con Ilusiones ópticas, una comedia de humor afilado, que transcurre en Valdivia y ahora, tras lograr 125 millones de pesos del Fondo Audiovisual, lleva la historia de Zambra a su propio terreno. "Le dije que no quería hacer su novela, sino mi película", cuenta Jiménez ya en los últimos días de filmación en Santiago y a punto de trasladarse a rodar a Valdivia.
"Al principio, él me dijo que por ningún motivo me iba a ceder los derechos, pero con el tiempo y tras ver algo de Ilusiones ópticas fue cediendo. Y ahora, incluso, tiene reservado un cameo cantando en la universidad", agrega Jiménez sobre el proceso de adaptar la obra publicada en el 2005, en lo que fue el debut de Zambra en la narrativa. "La trama transcurre entre Valdivia y Santiago y no entre Santiago y Madrid, como en el libro. Hago muchos contrastes entre los espacios abiertos y verdes de Valdivia y los cerrados y grises de Santiago, por ejemplo", dice el cineasta, que ayer rodaba en la Biblioteca Nacional. "Los personajes principales estudian en Valdivia y para eso haremos tomas en la Universidad Austral y luego, ya más adultos, están en Santiago, con escenas en el Parque Forestal, Lastarria y Recoleta", explica Jiménez, natural de Valdivia.
En la historia, Julio (Diego Noguera) es un aspirante a escritor que se relaciona con Emilia (Trinidad González), una muchacha en apariencia más desinhibida que este taciturno muchacho. Con menos de 90 páginas, Bonsái luce en principio como un buen esqueleto, que necesita ser rellenado de urgencia para alcanzar las dimensiones de película. "La novela me gustó desde que la leí en el 2005, pero no la vi al principio como largometraje. Fue cuando tuve que ordenar los libros de la casa que me la topé otra vez, la releí y llamé a Zambra. No es una narración que a priori sea adaptable al cine, sino todo lo contrario", dice Jiménez.
¿Qué inquietudes comparte con Alejandro Zambra?
Es curioso, los dos nacimos el mismo año (1975), tenemos un círculo similar de conocidos y hasta estuvimos en el mismo taller de la Biblioteca Nacional (yo en narrativa y el en poesía), pero hasta ahora no nos habíamos conocido. Ahora ya somos como amigos y tenemos muchas cosas en común. Por ejemplo, tanto a él como a mí nos interesa la dimensión formal y de artefacto que puede tener una obra. Más allá de su historia de fondo, Bonsái tiene esa inquietud y mi película también la tendrá.