La foto de esta nota es de las pocas en la que los bailarines de La idea fija están con ropa. El desnudo es esencial para la obra, no solo porque lo tenga, sino porque de ahí nació la idea del argentino Pablo Rotemberg de desarrollar el tema de la sexualidad en un montaje de danza-teatro que se estrenó el 2010 en Buenos Aires y que no ha parado de presentarse desde entonces.
La idea fija es el sexo. Rotemberg lo muestra mecánico, violento, cargado de soledad. Lo lleva a escena a través de cinco bailarines que simulan distintas formas de relaciones sexuales por medio de movimientos estilizados, que no por eso dejan de ser claros. Y su música es tan variada como los vínculos que explora, yendo de Vivaldi a Raffaella Carrá.
La obra es un éxito del circuito independiente porteño. Lleva cinco temporadas seguidas, ha conseguido una serie de premios, entre los que está el Trinidad Guevara a mejor coreografía, y tiene el favor de la crítica argentina que le ha elogiado todo: energía, interpretación, dirección, discurso y coreografía. A Chile llega mañana, cuando se estrene en el GAM y se transforme en su primera obra para mayores de 18 años.
No hay sexo explícito, pero La idea fija tiene algo de XXX. "El desnudo nos llevó a preguntarnos sobre ese límite entre lo pornográfico y lo que no lo es. Lo que me interesó del porno es que el actor es un cuerpo sin alma, sin espíritu, una persona ausente en un acto mecánico", explica Rotemberg, coreógrafo y director de la pieza, pero aclara que para él no es el contenido sexual el que hace fuerte el montaje. "Para mí la obra es dura porque es violenta. Todos se maltratan".