Ni un tecnicismo de la industria ni la alusión a una química artística instantánea. Gloria Estefan (54) se auxilia en un concepto informal, intrínsecamente latino, para explicar la sociedad musical que fundamenta su nuevo álbum: "Fue de pura chiripa".

De esa forma, una de las figuras latinas más reconocidas en el mercado anglo define su alianza con el reputado productor Pharrell Williams, una suerte de alquimista de las consolas que ha puesto su mano en aventuras multiventas de Shakira, Britney Spears, Madonna y Nelly Furtado, entre muchas otras, y que ahora hace lo propio en Miss Little Havana, la última entrega de Estefan. Se trata de la producción que la trae de vuelta al idioma inglés luego de ocho años, que tiene al single Wepa sonando en radios y que llega a fin de mes a Chile.

"Yo no recluté a Pharrell, sino que coincidió que mi entrenador personal es el mismo que trabaja con él y una vez me dijo 'está muy interesado en hacer algo latino, quizás algo contigo'. Y justo coincidía con el perfil internacional que le quería dar a mi nuevo álbum, un poco como el reflejo de lo que es Miami ahora, que se ha vuelto muy globalizado. El nos puso en contacto, tardamos un año y medio en coincidir agendas, pero salió algo muy interesante. Mientras más trabajábamos en el estudio, más feliz me sentía", cuenta la cubano estadounidense a La Tercera al teléfono desde EE.UU.

¿Y qué salió como resultado? Un disco de largo aliento -con 16 canciones-, donde las raíces latinas del merengue, la salsa y la samba adquieren un tono sintético, cubierto de timbres dance y beats electrónicos. Estefan reformateada en versión 2.0. La artista sigue: "A mí me gustan los productores que saben lo que quieren, porque, en este caso, le aportó más personalidad al álbum. Yo le decía que me recordó mucho el estilo de trabajo de mis dos primeros álbumes con Miami Sound Machine, con ese sentir más urbano, callejero y de baile. Fue una suerte de retorno a esos años, pero con 25 años de experiencia. Porque tiene de ambos mundos. No es una forma de apropiarse de ritmos modernos que no me pertenecen, pero si es buscar algo fresco".

Los dos mundos a los que alude laten desde el nombre de la entrega: pese a ser una obra en inglés y de pulso actual, la ganadora de siete premios Grammy tributa a Little Havana, el área de Miami que agrupó al exilio cubano y que la vio alzarse como estrella continental en sus primeros años. Una suerte de guiño autobiográfico. "Las personas que no son latinas me ven como una latina, no como una cubana. Y Miss Little Havana habla de una muchacha de 17 años que va buscando sus sueños. Pharrell me decía: 'tú eres Miss Little Havana'. Eso sí, no me siento pionera de la música latina, porque en ese privilegio caben Santana o José Feliciano, pero sí creo que fuimos el primer grupo pop en inyectar mundialmente ese estilo", describe.

Volver a Viña

La dualidad de mundos también es más actual. Su lanzamiento coincide con una etapa en que ha optado por privilegiar su vida familiar y empresarial (junto a su esposo Emilio maneja hoteles y restaurantes) antes que las grandes giras. De hecho, ya en 2004 anunciaba su último tour mundial, pese a que cuatro años después volvió a salir a la ruta -en el recorrido que la trajo por última vez a Chile- bajo la misma amenaza. "Me demoré cuatro años en lanzar un disco, porque este último tiempo lo he consagrado a disfrutar de mi hija, a mirar cómo juega básquetbol y cómo avanza en su aprendizaje musical", explica Estefan, en referencia a Emily Marie (16), quien también es parte de su actual conjunto.

Luego continúa: "Desde 2004 decidí moderar mis giras y hacer todo en pedazos chiquitos, porque mi madre también tiene 82 años y no quiero dejarla sola. Ya no quiero hacer grandes tours, no me puedo ir por 16 meses por el mundo entero, como era antes. Cuando tu montas eso, ya no puedes parar, pero yo no lo quiero más, ahora prefiero tener mi vida".

Pese al dogma, la voz de Oye mi canto no se cierra a retornar a Latinoamérica, pero en presentaciones muy puntuales. "Me gustaría regresar, porque fui hace dos años, pero todo fue muy corto. No hice más que una noche en Argentina y Chile, y me gustaría estar allá de nuevo; sería lindo".

De rebote, tampoco da un portazo al Festival de Viña, el evento por donde pasó en 1983 con su Miami Sound Machine y que fue apuntado como el principal trampolín en el éxito regional de la banda. "Voy a contar algo que fue histórico", introduce, para luego rematar: "En Viña ese año fue la primera vez que mis rodillas chocaron. ¡Y de miedo! Cuando fui para allá sólo habían tocado el tema Un amor especial por un par de semanas, y no nos conocían, y aparecía el Monstruo y yo decía 'ay, Dios mío'. Desde mi sello me tranquilizaban y me comentaban: 'Sólo esperamos que no tiren nada', ja. En fin, me encantaría volver para cerrar el círculo, por lo que siempre es una opción".