El subalférez Diego González Fornazzari (21 años y quien por segundo año consecutivo será tambor principal de la Parada Militar) recuerda un solo accidente con la guaripola. Ocurrió en 2010, días antes de la Parada del Bicentenario, iba entrando al Parque O'Higgins como parte de su preparación y se cruzó con un vendedor de helados: "No me acuerdo en qué estaba pensando, pero pasó por el lado mío y le di con el bastón en la cabeza". El comerciante cayó al piso desorientado y lo tuvieron que auxiliar. Parecía un mal presagio. El 18 de septiembre -día previo al desfile oficial-, el subalférez pensó que tendría problemas para conciliar el sueño, pero hizo elongaciones antes de acostarse y cuenta que "desperté despejado". De todas formas, antes de hacer su debut le dolía un poco el estómago y se sentía algo "raro".
"El momento más tenso es cuando uno está rindiendo honor a las autoridades para empezar el desfile. Ahí me encontraba muy nervioso en realidad. Uno se da cuenta de que está en televisión abierta, en cadena, más todas las autoridades del país", dice.
Pero el subalférez desfiló y no hubo ningún percance. El lo resume así: "El momento de relajo fue cuando ya habíamos pasado a las autoridades. Ahí agradecí a Dios el que hubiera salido todo bien".
González -quien es ahijado del actual subsecretario de Defensa y ex comandante en jefe del Ejército Oscar Izurieta (quien también fue guaripola), y tercera generación de militares- se graduará a fin de año de la escuela y esta será su segunda y última Parada con esta responsabilidad.
Este lunes comenzó a levantarse a las 5.30 -en vez de las 6.00, como sus demás compañeros-, de manera de tener tiempo de elongar las piernas en la piscina (bajo la supervisión de un instructor) y elongar los brazos en el gimnasio, además de hacer ejercicios aeróbicos. El motivo es que ayer tuvo una formación, que a él le sirve como preparación para el gran evento del 19 de septiembre.
González está consciente de que el tambor mayor es uno de los personajes más observados del evento y por eso cuenta que procura prepararse a conciencia: al trabajo físico suma ejercicios técnicos que desarrolla por las tardes. También come diariamente más que sus compañeros: batidos de proteínas y barras especiales.
Dos semanas antes de la Parada, aumentará sus horas de ejercicios y tendrá "dedicación exclusiva" a su rol de tambor mayor.
La mantención de sus habilidades como tambor mayor dependen de él, ya que el guaripola anterior lo preparó durante un año y medio en las técnicas de girar el bastón al son de los golpes de tambor, manteniendo al mismo tiempo la marcha.
Lanzar la guaripola al aire es decisión personal y González explica que ha optado por no hacerlo: "No me voy a arriesgar a que se caiga por cosas ínfimas", dice.
Cuenta que en los entrenamientos sí se aceptan los errores y que por eso tiene "tres bastones de preparación.
Esos están autorizados a caerse, a abollarse, a quebrarse, da lo mismo. Una vez que estoy en la formación (para lo que tiene otros dos bastones), el error no es aceptado".
El subalférez describe que "en las formaciones, con el bastón, siempre estoy pensando en lo que tengo que hacer más adelante".
Pero en los entrenamientos, reconoce, se da el espacio para elucubrar un poco más. Aunque no tiene planes próximos de matrimonio, dice que ha pensado que si tiene un hijo le gustaría que también fuera guaripola.
Dice también que siendo niño nunca imaginó que tendría esta labor, pero que ya en la escuela entendió que era una buena oportunidad. Explica que buscaban cadetes con un buen "rendimiento académico, físico y conductual", y que a él lo eligieron porque tiene promedio sobre seis, no se metía en problemas y practicaba equitación y atletismo. También influyó que fuera más alto que los demás: un metro 94 centímetros.
González dice que ya decidió que su arma como oficial será la infantería. Y que su aspiración tras egresar es volverse comando.