Puede que tengamos muchos amigos en Facebook. O miles de seguidores en Twitter. Pero pese a la influencia de las redes sociales en nuestras vidas, parece ser que hacer nuevos amigos sigue resultando todo un desafío. Y hay cifras que lo demuestran. En Chile, por ejemplo, estudios señalan que somos el país con menos amigos "per cápita" de la Región: un promedio de cuatro, comparado con cinco en países como Argentina y México, y hasta siete en Brasil. Y lejos de no interesarnos, cifras de Chilescopio señalan que el 68% de los chilenos señala como "muy importante contar con buenos amigos".
Pero no pierda la calma. El problema se vive en todas partes y es por eso que los sicólogos llevan años estudiando en qué radica la capacidad para entablar nuevas amistades. ¿Es posible hacer amigos rápido? ¿Se puede aprender? Los resultados apuntan en dos direcciones: primero no hablar demasiado (¿Recuerda lo que pensó la última vez que el pasajero sentado a su lado en el avión le contó de sus enfermedades, ex parejas y conflictos en el trabajo durante el vuelo?). Segundo, necesita ir entregando gradualmente información acerca de usted a la persona que está conociendo. En experimentos, esto ha probado reducir la ansiedad y facilita la empatía, lo que propicia la cercanía.
Basándose en estos resultados, especialistas de la U. de Stony Brook, EE.UU., desarrollaron un sistema denominado Fast Friend, que mediante un cuestionario de 36 preguntas ha demostrado ser una herramienta efectiva para que dos personas extrañas se conozcan e, incluso, lleguen a generar lazos duraderos. No es mágico ni mucho menos, la clave radica en ir avanzado de menos a más. A esto se suman estudios que han probado que otras tres estrategias son efectivas con estos mismos fines: saber decir que no, expresar gratitud cuando corresponde y fijarse bien en las cosas que molestan a la otra persona.
El fast friending
La historia de esta técnica se remonta a 1997, cuando el doctor Arthur Aron comenzó a realizar pruebas en el Laboratorio de Relaciones Interpersonales de la U. de Stony Brook, Nueva York. La idea, relata en un artículo publicado por revista Wired, era crear las condiciones científicas para que dos completos extraños pudieran establecer lazos rápidos y formar relaciones cercanas de amistad. Fue así que desarrollaron un cuestionario que se aplica a dos personas, como una especie de juego, partiendo con preguntas del tipo "si pudiera elegir a cualquier persona del mundo, ¿con cuál le gustaría ir a cenar? o ¿Le gustaría ser famoso? ¿De qué forma?
Todo muy frívolo al principio, pero luego las preguntas se van adentrando en lo más íntimo. ¿Si pudiera cambiar algo de la forma en que fue criado, ¿qué elegiría? Tómese cuatro minutos para resumir su vida a su compañero. Finalmente, llegan las preguntas más serias. ¿Qué valora usted en una amistad? ¿Cómo es la relación con sus padres? Al terminar las pruebas, el grupo que había hecho el cuestionario reportaba sentirse mucho más cercano a la pareja que le había tocado en el experimento, versus el grupo de control que sólo se había dedicado a conversar de generalidades. La mayoría de los que respondieron el cuestionario había intercambiado números de teléfono para contactarse.
La explicación de este resultado radica, precisamente, en la forma gradual de entregar información. Dicho de otra forma, cuando usted conoce a alguien no debe asaltarlo con información de su familia, sus ex parejas, ni tampoco "tirarle encima" su currículum vitae. Esto sólo genera el efecto contrario. Las pruebas con imágenes del cerebro revelaron que en esta "gradualidad" se reduce la ansiedad de los primeros encuentros, lo que se manifiesta por una disminución en la liberación de cortisol en el cerebro, la hormona del estrés.
Y es así que se genera la cercanía y la confianza en un período corto de tiempo. Obviamente usted no tendrá 45 minutos para sentarse y responder con otro invitado que no conoce el cuestionario, pero se recomienda partir comentando qué tipo de música le gusta, contar cómo es para usted un día perfecto o un par de cosas que le molestan, como la gente que habla mucho por teléfono o que se jacta mucho de sus logros. Para así, a medida que sigue la charla, ir avanzando a temas un poco más profundos, como qué le molesta de otras personas o algunas metas o sueños que tiene en la vida. "Si hay coincidencias, lo más probable es que la amistad se desarrolle", dice Aron.
La amistad duradera
Otros estudios también han ahondado en las claves de la amistad. Una investigación de la U. canadiense de Wilfred Laurier, por ejemplo, señala que una vez entablada la amistad, no es saber los gustos de nuestros amigos lo que nos ayuda a mantenerlos, ni tampoco compartir intereses y preferencias. En el estudio, grupos de estudiantes debían contestar cuestionarios que incluían actitudes con potencial para gatillar enojo, como la ingenuidad, la desconfianza o la timidez. También se les consultaba si creían que sus amigos eran extravertidos, tímidos o alegres.
La mayoría podía opinar acerca de estos tres últimos rasgos, pero no todos sabían qué cosas molestaban a sus amigos. Los resultados señalaban que los que conocían los gatillantes del malestar en sus amigos eran quienes tenían una amistad más duradera y estrecha. La explicación es que al saber lo que molesta a otra persona, llegamos a conocer a fondo su personalidad, por ende, empatizamos más con ella. Y el tema no es menor, considerando que una encuesta de la U. de Talca reveló el año pasado que el 25,1% de los chilenos asegura que "conoce poco, pero lo necesario a su amigo".
Otro estudio de la U. de Florida señala que expresar agradecimiento cuando una situación lo amerita fortalece la relación de amistad, ya que genera una visión positiva en el otro, lo que conduce a la otra persona a querer "invertir" en prolongar la relación. Susan Newman, sicóloga y autora del libro The Book of No, explica que para mantener una relación de amistad resulta también clave saber decir que no. Al decir siempre que sí, no se fijan los límites, lo que conduce inevitablemente a que una de las partes abuse de la confianza, generando quiebres en la relación.