Guillermo Muñoz Vera (55) pasa los días con las manos en los lienzos y la cabeza en los libros de historia. Hace dos años, el pintor realista debió poner fin a su proyecto más ambicioso. La Fundación Arte y Autores Contemporáneos (Arauco), un organismo sin fines de lucro creado por él en Chinchón, pueblo medieval de España, cerró sus puertas luego de 15 años de actividad. En ella funcionaba una academia de pintura con becas de perfeccionamiento y residencia para jóvenes artistas latinoamericanos.
El golpe fue duro y vino luego de que Muñoz Vera terminara su contrato con la galería que lo representaba en EE.UU. (Gary Nader Fine Art). "Me regalaron la libertad que no quería. Ese sueldo fijo que recibía era para mantener la fundación, entonces tuve que cerrarla. Es una pena ver el lugar abandonado, un desperdicio. Ojalá alguien se interesara en la fantasía de ponerlo en marcha otra vez, yo no he podido", dice el pintor, que hace más de 20 años fijó su residencia en España.
Autor de un retrato de los reyes de España y reconocido en el mercado internacional, Muñoz Vera -ahora recluido en su taller de Chinchón- sigue obsesionado con la pintura al óleo y su rol como educador, inquietudes que plasma en Terra Australis incógnita, una serie de 12 pinturas de gran formato que exhibirá, desde el jueves 27, en la galería Isabel Aninat. Se trata de su visión personal de la colonización europea en América, resultado de cuatro años de investigación.
"Estoy fascinado con las posibilidades que da internet de acceder a las grandes bibliotecas del mundo. La mayoría tiene todos sus documentos digitalizados y gracias a eso he podido estudiar la historia, yendo directo a los originales y desde una visión multicultural, como lo vivió España, EE.UU. e Inglaterra", cuenta Muñoz Vera.
La idea del pintor es crear su propio sitio web, donde subirá imágenes de sus pinturas y la investigación histórica que originó cada una de ellas. "Esto apela directamente al tema de la educación pública. Es una vergüenza que en Chile aún no hayamos hecho un trabajo de digitalización decente. Mi aporte es que a través de mi pintura se conozcan los temas importantes. Por lo mismo, también sigo obsesionado con pintar como los clásicos; a través de mis cuadros, se puede conocer la verdadera pintura", dice.
"En Chile no me quieren"
Carabelas navegando por los mares patagónicos, astrónomos medievales intentando descifrar intrincados mapas y mesones repletos de libros, globos terráqueos y telescopios antiguos , se mezclan en los nuevos lienzos de Muñoz Vera, que ya fueron exhibidos el año pasado en Forum, la nueva galería con la que trabaja el pintor, en Nueva York. "A veces pienso que no debería pagar impuestos en España, al final es EE.UU. el país que siempre me da trabajo", dice.
Reconoce, sin embargo, que aún no supera del todo la crisis económica. "Mis obras ya no se venden como antes. Hay una franja de inversores que compraban por 60 mil euros y que ya no se arriesgan. Los entiendo. Si el dinero no sobra, yo tampoco andaría preocupándome de decorar mis paredes. Ser artista en estos tiempos es un poco ridículo", señala.
En sus mejores años, vendía sus cuadros en cientos de miles de euros y podía acercarse a los valores de Claudio Bravo, el pintor chileno más cotizado en el extranjero, fallecido este año, y con quien siempre se le ha comparado, por perseguir los mismos cánones del realismo clásico. Muñoz Vera no niega el referente, pero aclara que nunca se sintió cercano a la personalidad de Bravo.
"Siempre me pareció habilidoso, pero muy superficial. Todos queríamos saber cómo pintaba, pero él nunca contaba. Una vez, en Madrid, logré hablar con él una hora y me ayudó harto. En realidad, es una pena que no haya dado clases, porque la idea es poder transferir los conocimientos al vecino. El prefería venderse a sí mismo, de la mañana a la noche", dice.
Compañero de generación de Bororo, Samy Benmayor y Jorge Tacla, Muñoz Vera mantiene una relación tensa con la escena de arte local. "En la U.de Chile no me dejaban en paz con esa cuestión del realismo, siempre me torturaron por mirar a Rembrandt y Caravaggio. En Chile no me quieren, ya me trataban mal de antes y con los murales en el Metro fue peor, me machacaron intelectualmente", dice, aludiendo a la serie de paisajes de Chile que, en 2005, pintó para la estación Metro La Moneda.
El año pasado volvió al país a visitar su Concepción natal, luego del terremoto de febrero de 2010. De regreso en España, organizó una venta de obras para donar lo recaudado a las víctimas, y con las fotos que tomó en la zona devastada se inspiró para crear nuevos cuadros. No pudo exhibirlas en ninguna galería. "Me dijeron que ya no era tiempo de pensar en tragedias y se negaron a exponer las obras", dice. Eso sí, en la actual muestra, junto a los cuadros sobre la expansión de Europa, mostrará un lienzo de la erupción del volcán Chaitén. "Sufro del síndrome de Estocolmo, por estar más de 20 años en España, pero cada vez que me miro al espejo me acuerdo que soy chileno. Al final, todo lo que veo y lo que estudio pasa por mi visión de sureño", concluye.