No es un secreto hoy -ni lo fue en su momento- que el director Gustavo Meza, junto a los actores Tennyson Ferrada y Jael Unger, fundó en 1974 el Teatro Imagen como respuesta a la violencia política y al "apagón cultural" que afectaban al país. Tras ser exonerado del Teatro de la Universidad de Chile, se lanzó a la lucha de recuperar y atraer espectadores, privilegiando obras que reflejaran la realidad social de la época. Así, la compañía tuvo la virtud de estrenar textos de autores nacionales hasta ese momento desconocidos como Te llamabas Rosicler, de Luis Rivano (1976); Lo crudo, lo cocido y lo podrido, de Marco Antonio de la Parra (1978); y Cuestión de ubicación, de Juan Radrigán.

"A excepción del Ictus, había muy poco teatro en Chile, porque la mayoría de los actores, dramaturgos y directores estaban exiliados", recuerda Meza, Premio Nacional de Arte 2007. "Cuando nos enteramos que en los campos de concentración se estaba haciendo teatro, dijimos: sería una mariconada muy grande irse, y decidimos quedarnos. Queríamos que la gente perdiera el miedo a pensar y que se diera cuenta de que algunos miembros del mundo de la cultura se habían quedado para enfrentar la dictadura", agrega.

Para celebrar los 40 años de la agrupación, desde el 6 de junio se reestrenarán seis obras, entre ellas La reina Isabel cantaba rancheras (1997); Hamlet (2012), con Jorge Becker y Elsa Poblete y traducción de Raúl Zurita, en el Teatro Mori Parque Arauco; y Cartas a Jenny (1989), que marca el regreso a las tablas de Jael Unger tras 16 años, en Mori Bellavista (ver recuadro).

Desde su origen los miembros de Teatro Imagen apostaron por sus convicciones. Por supuesto, fueron censurados. En 1978, las autoridades de la Universidad Católica prohibieron -horas antes de su estreno en el Teuc- Lo crudo, lo cocido y lo podrido, al considerarla una pieza obscena y procaz. La historia trataba sobre unos garzones encerrados en un restaurante clausurado por un dictatorial maitre. Uno se resignaba ante la falta de libertad y, el otro, luchaba por salir de la reclusión. "Al final, cuando se abría el local, se descubre que estaba lleno de cadáveres", cuenta Meza. La obra fue estrenada finalmente en una sala en calle Bulnes con gran éxito. Sólo en 2010, el montaje se presentó en el Teuc como una reparación histórica.

El librero Radrigán

En 1980, Tennyson Ferrada le contó a Gustavo Meza que en la feria de libros usados de San Diego había conocido a un vendedor que escribía teatro y poesía: Juan Radrigán. Ante la falta de dramaturgos, el director le pidió al desconocido autor que le mandara una de sus creaciones. "Nos llegó una obra que era como las pelotas. Era un texto contra el escritor Carlos Droguett, el autor de Patas de perro, pero no tenía conflicto y tampoco se nombraba a Droguett. Nos reunimos con él, le explicamos lo que queríamos y al día siguiente volvió con una obra increíble, genial: Cuestión de ubicación", dice Meza. La trama era sobre una familia marginal que vivía en un hoyo abandonado en el centro de Santiago en el que se construiría un edificio. Ellos se alimentaban de lo que la gente botaba, metáfora de la teoría económica de ese momento: el chorreo. En un acto absurdo, el padre y la madre compran un televisor en colores en cuotas, a pesar de que no había donde ponerlo. Mientras resolvían la ubicación del televisor, la hija muere, literalmente, de hambre.

Meza cuenta que las autoridades intentaron cerrar varias veces la sala en calle Bulnes bajo pretexto de detalles técnicos. También recibieron amenazas de muerte y sufrieron la cesantía por las listas negras en la TV.

Los nuevos actores surgidos de la Escuela Teatro Imagen, fundada en 1983, se integraron a los montajes de la compañía como Cartas de Jenny, obra de tono más intimista y no político que aborda el amor castrador de una madre por su hijo. Jael Unger, la protagonista, explica: "Me llamó Gustavo contándome que celebraría los 40 años de la compañía que fundamos con las obras históricas y sus elencos originales y acepté de inmediato. Será un paréntesis dentro de mi labor de sanación espiritual junto a Isha".

Tras 1990, el grupo cosechó nuevos éxitos con versiones de los libros de Hernán Rivera Letelier como La reina Isabel cantaba rancheras, que permaneció durante 10 años con funciones y giras.